La llegada

Lo de la asesora de Trump espatarrada en el despacho oval ya le pasa a cualquiera: est¨¢s en un sitio, pero no est¨¢s porque est¨¢s ocupado contando que est¨¢s ah¨ª. No est¨¢s a lo que est¨¢s. No hay mejor momento para colarte lo que sea. Hasta hace poco era impensable pensar que eso pudiera llegar a ser colectivo. Y no hay mejores momentos que los actuales para colar a la gente lo que sea. Est¨¢s absorto, te hablan y dices: ¡°S¨ª, s¨ª, claro¡±, pero sin enterarte de nada. Esta mujer, evidentemente, se olvid¨® de d¨®nde estaba y de lo que hac¨ªa. Como los que se caen en fuentes o se chocan con farolas por mirar el m¨®vil.

Quiz¨¢ estaba tuiteando. No s¨¦ si alguien se ha molestado en verificarlo, por coincidencia temporal. Supongo que s¨ª. Hay cantidad de gente que, adem¨¢s de molestarse por todo, se molesta en hacer cosas absurdas. Pero seguro que lo que tuiteara esta mujer no tendr¨ªa el menor inter¨¦s. Antes, ante algo grave o urgente, se ped¨ªa un tel¨¦fono, o escrib¨ªas una carta. Ahora se suele transmitir al instante algo sin importancia y que podr¨ªa esperar perfectamente.

Si llegaran los marcianos se encontrar¨ªan una multitud como haciendo el saludo fascista, pero con un m¨®vil en la mano. Todos les har¨ªan fotos, para empezar a hablar. Luego se las har¨ªan con ellos. Ellos pensar¨ªan que se hallan ante una raza que ha externalizado su sistema ¨®ptico en un aparatito. Les preguntar¨ªan desde la base que qu¨¦ tal: ¡°No s¨¦, son gente que hace fotos y se las pasan entre ellos. Es imposible la comunicaci¨®n. Nos volvemos¡±.