Capitol Records, el templo de los m¨²sicos de estudio
ES PARTE ESENCIAL del skyline de Hollywood. Desde 2006, la Torre de Capitol Records est¨¢ reconocida como monumento hist¨®rico-cultural de Los ?ngeles. Lo merece: aparte de su arquitectura modernista, el edificio sintetiza la lejana grandeza de una industria t¨ªpica del siglo XX: el negocio discogr¨¢fico.
Ya sabemos que la era digital minimiz¨® todo aquel entramado global: las grandes tiendas de discos ahora venden ropa; los antiguos estudios de grabaci¨®n se han reconvertido en apartamentos de lujo; las sedes de compa?¨ªas multinacionales han encogido y caben en unos pisos de alg¨²n rascacielos.
Sus estudios son obligatorios para artistas que quieren recuperar el sonido de los a?os dorados.
Pero el edificio de Capitol se mantiene fiel a sus objetivos originales: all¨ª todav¨ªa se elabora m¨²sica y se lanzan artistas; incluso, se gestionan los cat¨¢logos de muchas figuras emblem¨¢ticas del siglo pasado. La Torre todav¨ªa provoca asombro, con los turistas divididos entre los que creen ver una tarta extravagante y los que reconocen una pila de discos. Solo algunos veteranos comprenden que es el testimonio de los d¨ªas de gloria, cuando el esp¨ªritu emprendedor de los californianos se manifestaba en la voluntad de hacer de Los ?ngeles la capital mundial del entretenimiento.
Atenci¨®n: Estados Unidos acababa de entrar en guerra, pero eso no impidi¨® que, a comienzos de 1942, tres caballeros quedaran para una comida de trabajo. Dos ten¨ªan conexi¨®n con la m¨²sica: el letrista Johnny Mercer y Glenn Wallichs, due?o de la gran tienda de discos Music City. El tercero era Buddy DeSylva, productor de cine que coincid¨ªa en lo esencial con sus amigos: intolerable que, para negocios musicales, Los ?ngeles dependiera de discogr¨¢ficas con base en Nueva York. Deb¨ªan competir en ese terreno.
As¨ª naci¨® Capitol Records, que milagrosamente sorte¨® el racionamiento b¨¦lico y la huelga del Sindicato de M¨²sicos, creciendo cada a?o. La compa?¨ªa carec¨ªa de complejos: grababa country & western, pero tambi¨¦n jazz avanzado, de Miles Davis a Stan Kenton. Aunque su base eran vocalistas refinados: Sinatra, Nat King Cole, Peggy Lee. Todo con aroma de calidad y aire de modernidad.
Capitol aspiraba a centralizar sus departamentos bajo un mismo techo. Glenn Wallichs, que se qued¨® como director general, contrat¨® a Welton Becket, uno de los arquitectos m¨¢s audaces de California. Wallichs se indign¨® cuando se le propuso un edificio circular. Modific¨® su postura cuando vio los n¨²meros: una planta redonda ofrec¨ªa m¨¢s superficie ¨²til que la de una construcci¨®n rectangular, aparte de suponer un considerable ahorro en costes. Y, vaya, en la ciudad del showbiz, nunca est¨¢ de m¨¢s llamar la atenci¨®n.
Y claro que impresionaba. Trece pisos, coronados por una falsa antena de radio: una flecha met¨¢lica con una luz que emit¨ªa la palabra ¡°Hollywood¡± en c¨®digo morse. Abajo estaban tres estudios de grabaci¨®n. Espacios asim¨¦tricos, dise?ados con ayuda de m¨²sicos de la casa ¨Ccomo el guitarrista Les Paul¨C y reforzados con extraordinarias c¨¢maras de eco.
En 2007, Capitol fue devorada por un fondo de inversi¨®n que hundi¨® la compa?¨ªa en menos de cuatro a?os.
El sonido era un gran argumento a la hora de vender. El negocio se hab¨ªa desplazado a los elep¨¦s, que ofrec¨ªan una experiencia est¨¦tica de media hora como m¨ªnimo. Sinatra fue de los primeros en explorar las posibilidades del nuevo soporte, con canciones seleccionadas a partir de un concepto (los viajes, la noche, la soledad). Capitol tambi¨¦n cop¨® mercado con sus grabaciones de musicales y bandas sonoras.
A todo esto, hab¨ªa nuevos due?os. Cuando se inaugur¨® la Torre, en 1956, la mayor¨ªa de Capitol hab¨ªa sido adquirida por la brit¨¢nica Electric and Musical Industries, alias EMI. No obstante, los californianos conservaron su autonom¨ªa. De hecho, Capitol funcionaba tan libremente que estuvo a punto de perder al mayor fen¨®meno musical de los sesenta, algo que compensar¨ªa sobradamente la marcha de Sinatra en 1961. Urge disculparlos. Desde Los ?ngeles, la m¨²sica pop brit¨¢nica parec¨ªa una cosa de parientes pobres: iba a remolque de las tendencias estadounidenses. No se sintieron impresionados por los primeros discos de The Beatles; ellos ya ten¨ªan otro combo vocal-instrumental, The Beach Boys, que cosechaba ¨¦xitos desde 1962. Desesperado, el m¨¢nager de los brit¨¢nicos cedi¨® los derechos a peque?as compa?¨ªas, Swan y Vee-Jay. Hasta que el presidente de EMI mand¨® a un emisario a la Torre, ordenando que se pusieran las pilas.
En 1964, para desesperaci¨®n de los Beatles, Capitol salt¨® al otro extremo: troceaban los discos que ven¨ªan desde Londres, para crear elep¨¦s exclusivos para el mercado estadounidense. Uno de ellos, Yesterday and Today, result¨® pol¨¦mico: los Beatles vestidos de carniceros, con trozos de carne y mu?ecos despedazados. ?Una referencia a la guerra de Vietnam? Hubo que retirarlo del mercado y reemplazarlo por otra portada m¨¢s anodina. Solo a partir del Sgt. Pepper¡¯s (1967), sus discos en Capitol fueron exactamente iguales a los que sacaba EMI en el resto del mundo.
Ocurr¨ªa que Capitol no conectaba mucho con la naciente contracultura. Aunque fichar¨ªa a grupos como Quicksilver, la Steve Miller Band o The Band, sus mayores triunfadores durante la segunda mitad de los sesenta fueron espl¨¦ndidos cantantes vaqueros (Merle Haggard, Buck Owens, Glen Campbell) y sofisticados vocalistas de nightclubs como Lou Rawls o Nancy Wilson.
La c¨²pula se renov¨® en 1971: entr¨® Bhaskar Menon, el Indio Loco, uno de los m¨¢s brillantes ejecutivos de EMI. A Menon se le atribuye la conversi¨®n de la empresa en una verdadera multinacional, abierta a todos los g¨¦neros musicales, con lanzamientos a escala global. Su especialidad eran los retos: cuando supo que Pink Floyd abandonaba Capitol, quiso demostrar lo que pod¨ªan hacer con su ¨²ltima entrega, The Dark Side of the Moon. Un grupo procedente del underground termin¨® despachando 15 millones de copias de ese disco¡ solo en Estados Unidos.
Otros posteriores superventas de Capitol fueron Bob Seger, Natalie Cole, The Knack, Tina Turner, MC Hammer, Garth Brooks, Norah Jones, Katy Perry. Desdichadamente, todo se torci¨® con la crisis que trajeron los nuevos modos de consumo musical. En 2007, la endeudada Capitol-EMI fue devorada por Terra Firma, un fondo de inversiones particularmente torpe que, en menos de cuatro a?os, hundi¨® lo que hab¨ªa sido una de las grandes discogr¨¢ficas del planeta.
Universal Music compr¨® los restos del naufragio; la intervenci¨®n de la Uni¨®n Europea oblig¨® a que parte de los activos pasaran a Warner Music. Sorpresa: estos nuevos amos entendieron perfectamente el valor simb¨®lico de Capitol, que en la actualidad funciona como un sello de Universal y todav¨ªa ocupa la Torre (aunque los actuales propietarios sean una gestora inmobiliaria neoyorquina).
La Torre est¨¢ hoy aprovechada al m¨¢ximo. Tras el 11-S, cerr¨® sus puertas a visitantes curiosos, pero ahora incluso se realizan conciertos en su terraza, transmitidos v¨ªa Internet. Sus estudios son obligatorios para artistas que quieren recuperar el sonido de los a?os dorados. All¨ª volvi¨® Sinatra para grabar sus Duets; otros inquilinos recientes han sido Robbie Williams, Charles Aznavour, Bob Dylan.
En 2017, Capitol celebra sus 75 a?os de vida. Se han reeditado en vinilo 75 t¨ªtulos fundamentales; para oto?o, se anuncia una serie documental. Y ya est¨¢ disponible un libro colosal (pesa m¨¢s de seis kilos), editado por Taschen para celebrar la efem¨¦rides con deslumbrantes fotos que ilustran estas p¨¢ginas. El pr¨®logo viene firmado por Beck, hoy artista de Capitol. Un nativo de Los ?ngeles que sit¨²a la Torre como ¡°un lugar entre el arte y el comercio, entre el jazz y el rock and roll, entre la edad de oro, la decadencia urbana y el renacimiento¡±. Ojal¨¢ lo ¨²ltimo sea cierto.
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