?Y si Annemarie hubiera seguido viva?
Montse Barderi y Emma Vilarasau ficcionan parte de la vida de Annemarie Schwarzenbach y Ella Maillart, las viajeras suizas de entreguerras, en una novela epistolar
Hay cosas sin las cuales la vida no merece la pena ser vivida. Al menos eso era lo que pensaban Annemarie Schwarzenbach y Ella Maillart. La primera naci¨® en Z¨²rich, en 1908, y muri¨® con 34 a?os en la comuna suiza Sils im Engadin/Segl; la segunda naci¨® en 1903, en Ginebra, y vivi¨® hasta 1997. Ambas escribieron, fotografiaron y se arriesgaron m¨¢s all¨¢ de lo que el mundo quiso permitirles.
Viajaron, y uno de esos recorridos lo hicieron juntas: el 6 de junio de 1939 salieron desde Ginebra en un Ford Roadster de 18 CV hasta Afganist¨¢n. De aquel camino nacieron dos narraciones, y de la dedicatoria que Maillart hizo a Annemarie en su texto, surgi¨® el libro de Montse Barderi?(Sabadell, 1969) y Emma Vilarasau (San Cugat del Vall¨¦s, 1959), Caminos para un encuentro (Huso, 2017), una ficci¨®n epistolar inspirada en aquella ruta que acab¨® agotando la relaci¨®n personal de las dos viajeras suizas, que nunca m¨¢s se volvieron a ver, aunque s¨ª se escribieron hasta que Schwarzenbach muri¨®.
Barderi, escritora, periodista y fil¨®sofa, conoci¨® a Vilarasau en una entrevista: ¡°Deben haberle hecho millones, pero entr¨® en el juego y me habl¨® de literatura, de versos alejandrinos y el deseo y la culpa en Racine. Pocas veces me ha pasado, pero me qued¨¦ con ganas de hablar m¨¢s con ella y acab¨¦ proponi¨¦ndole un proyecto¡±. Dice Barderi que solo fue una intuici¨®n, materializada al final en estas 38 cartas que son la primera zambullida de la actriz en la narraci¨®n escrita, y que tambi¨¦n han escrito en catal¨¢n (Cam¨ª d'anada i tornada, Columna, 2017). ¡°Yo propuse una obra de teatro, esa mezcla de su palabra escrita y la m¨ªa dicha. Lo que empez¨® siendo una pieza epistolar acabo siendo esta novela¡±, aclara Vilarasau.
Mientras concretaban, a casa de Barderi lleg¨® un paquete: la editorial La L¨ªnea del Horizonte acababa de sacar El camino cruel. Un viaje por Turqu¨ªa, Persia y Afganist¨¢n con Annemarie Schwarzenbach, de Ella Maillart. La escritora ley¨® la solapa. ¡°El camino cruel es el mejor relato de una escritora y aventurera extraordinaria: Ella Maillart. Cuenta un viaje memorable realizado en los albores de la II Guerra Mundial con destino a Kabul y en compa?¨ªa de la escritora y arque¨®loga Annemarie Schwarzenbach, uno de los personajes m¨¢s fascinantes de esa Europa encenagada de angustia que camina hacia el desastre¡±. Aquella edici¨®n de un libro que Maillart escribi¨® en 1952, tambi¨¦n inclu¨ªa la dedicatoria, in memoriam, a Annemarie. ¡°Estoy privada de la profundidad que viv¨ªa en su mirada, en su universal exigencia, de su inextinguible sed de lo absoluto¡±, arrancaba.
As¨ª empezaron casi dos a?os de lecturas, traducciones, documentaci¨®n intensa y papel en blanco que rellenaban a la vez. ¡°Quien escribe sabe que trabajar a cuatro manos es complicado. Y m¨¢s a¨²n si est¨¢s acostumbrada a trabajar sola, requiere confianza y respeto. Con Emma hubo eso. Fue un proceso muy de¡ simbiosis¡±, explica Barderi. Cada l¨ªnea fue pensada y decidida por ambas, no repartieron tareas. ¡°Ten¨ªa la sensaci¨®n de que ¨ªbamos de la mano. Las cuatro. De que dos mujeres de hace siete d¨¦cadas nos ayudaban¡±, a?ade Vilarasau, que le¨ªa en voz alta parte a parte ¡ªahora est¨¢ haciendo el libreto de esta novela epistolar¡ª. La periodista recuerda a la actriz marcando el comp¨¢s cuando rele¨ªan: ¡°Si ve¨ªa una palabra que no respetaba ese comp¨¢s la quitaba, y pon¨ªa otra. A ella le parece importante que todo se coja al momento, al principio pens¨¦ que eso podr¨ªa hacer perder profundidad, pero sintetiz¨® y el texto cogi¨® m¨¢s fuerza¡±.
Para ambas este libre es un homenaje a ambas viajeras, y a toda una generaci¨®n de mujeres de entreguerras que disfrutaron de una libertad cercenada por la Segunda Guerra Mundial. ¡°Fueron lo que les dio la gana ser, tuvieron el coraje de inventarse sus vidas. Aunque es cierto que Annemarie ten¨ªa una posici¨®n social privilegiada (su familia era una de las m¨¢s ricas de Suiza, industriales, relacionada con militares y con la monarqu¨ªa de Europa), no quita importancia a la creatividad y la explosi¨®n de conocimiento que busc¨® y dej¨®¡±. Apoyadas en esa realidad documentada, comenzaron a inventarse pedazos de vida tras aquel viaje. ¡°E intentamos siempre ser fieles a sus ideolog¨ªas, a todo lo cierto que ellas hab¨ªan dejado plasmado mientras vivieron¡±, apunta Vilarasau. No mucho en el caso de Annemarie, cuya madre quem¨® todos sus papeles tras su muerte, posesiva y celosa de la vida privada de su hija, como lo fue mientras viv¨ªa.
Schwarzenbach, inconsolable, triste, solitaria, adicta a la morfina, turbadora e insaciable, andr¨®gina y ambigua. Maillart, la otra parte, la reposada y calma, sensata y miembro del equipo ol¨ªmpico de vela en 1924, era hija de un peletero y una deportista danesa, ambos de ideolog¨ªa liberal, y acab¨® agotada de la monta?a rusa emocional que supon¨ªa estar cerca de aquel ¨¢ngel devastado (como se conoc¨ªa a Schwarzenbach). Las cartas que ahora han escrito Barderi y Vilarasau son un tal vez, un condicional, otros pedazos de vida que podr¨ªan haber sido vividos, otro final tras aquellos miles de kil¨®metros.
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