Un conflicto moral
HACE a?os, al final de un programa de televisi¨®n al que acud¨ª como invitado, me regalaron una Barbie. El obsequio fue fruto de un malentendido, ya que al conductor del programa le hab¨ªan informado err¨®neamente de que las coleccionaba. Me la entreg¨®, pues, con gran ceremonia, delante del p¨²blico del plat¨®, pero tambi¨¦n, claro, frente a quienes nos ve¨ªan desde sus casas. Por educaci¨®n, aunque internamente abochornado, fing¨ª asombro y gratitud y regres¨¦ al hotel con el estuche, que ten¨ªa forma de sombrerera ovalada, debajo del brazo. Ya en mi habitaci¨®n, volv¨ª a abrirlo y observ¨¦ con creciente fascinaci¨®n a la Barbie cuyo pelo, muy abundante, se hallaba parcialmente cubierto por una pamela de mujer fatal. Llevaba una blusa negra y una falda azul, de las de tubo, por debajo de cuyo borde asomaban unas piernas largu¨ªsimas enfundadas en unas medias de malla. Sus ojos, protegidos por unas pesta?as abundantes, miraban al vac¨ªo en actitud so?adora. Creo que se dedicaba al estilismo, pero no estoy seguro.
Me advirtieron de que, al tratarse de una Barbie de colecci¨®n, y para que no perdiera valor econ¨®mico, no deb¨ªa sacarla del estuche, a cuyo fondo permanec¨ªa sutilmente sujeta. Me pareci¨® una met¨¢fora de algo, y de algo malo, pero no fui capaz de desatarla. Y ah¨ª sigue la pobre, revaloriz¨¢ndose, supongo, aunque no est¨¢ en mis c¨¢lculos venderla. Cuando tropiezo en el peri¨®dico con alguna de sus hermanas libres, una parte de m¨ª se inclina a sacarla del estuche, pero otra ¨Cla m¨¢s oscura¨C me lo impide. ?Puede un juguete provocar un conflicto de orden moral? Pues s¨ª, puede.
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