Jared Kushner, la sombra de Trump
HASTA HACE POCO todo parec¨ªa indicar que Jared Kushner no era m¨¢s que otro joven y esforzado hombre de negocios, de perfil moderado y tecnocr¨¢tico. Pero en el ¨²ltimo a?o algo parece haber cambiado en sus convicciones, su actitud y su relaci¨®n con los miembros de la ¨¦lite neoyorquina a la que pertenece. En un g¨¦lido d¨ªa del pasado mes de diciembre, ya pasadas las elecciones, Kushner visit¨® la sede del banco de negocios Morgan Stanley, en pleno Times Square, para participar en una discreta reuni¨®n del Partnership for New York City (la patronal neoyorquina) con el fin de analizar los resultados de las presidenciales. M¨¢s de 400 directivos, muchos de ellos m¨¢ximos ejecutivos de grandes compa?¨ªas, abarrotaban el elegante comedor de madera del banco para escuchar a Charles Schumer, l¨ªder de la minor¨ªa dem¨®crata en el Senado, y despu¨¦s, como estrella invitada, al propio Kushner, en representaci¨®n de su suegro, Donald Trump, convertido un par de meses antes en el hombre m¨¢s poderoso del mundo.
¡°Jared Kushner es el hombre al que hay que prestar atenci¨®n¡±, dijo Stephen Schwarzman, un multimillonario dedicado al capital riesgo, al presentar al emisario de Trump. ?Kushner, de 36 a?os, casado con Ivanka, la hija mayor de Trump, atend¨ªa imp¨¢vido a sus palabras, vestido con americana, camisa sin corbata y deportivas de un blanco reluciente. Visto de cerca, conserva un rostro juvenil, es simp¨¢tico y educado. Pero desde diciembre se comporta con la seguridad de un hombre que ha logrado el reconocimiento definitivo.
Muchos de los magnates all¨ª reunidos hab¨ªan conversado con ¨¦l en las fiestas de la alta sociedad neoyorquina y lo conoc¨ªan como pr¨®spero empresario inmobiliario en Manhattan y editor de un peri¨®dico no tan pr¨®spero (The New York Observer, que adquiri¨® a los 25 a?os y con el que ha aprendido la importancia del negocio online). Ninguno de los asistentes hab¨ªa previsto lo ocurrido en las elecciones. Con nula experiencia pol¨ªtica y contra todo pron¨®stico, Kushner hab¨ªa dirigido la triunfal campa?a de Trump a la Casa Blanca y, tras su victoria, se hab¨ªa convertido en su m¨¢s ¨ªntimo colaborador en el Ala Oeste. Ante esa situaci¨®n inesperada, gran parte de esos l¨ªderes empresariales comenzaban a dudar de si Kushner hab¨ªa compartido alguna vez sus valores y su visi¨®n del mundo.
Kushner ha servido de puente con el primer ministro israel¨ª, BenjamIn Netanyahu.
Muchos confiaban ¨Ctal vez a la deses?perada¨C en que Trump, al que nadie hab¨ªa imaginado como presidente, resultar¨ªa m¨¢s flexible. Quiz¨¢ se dejar¨ªa llevar por los discretos consejos de Kushner, y tal vez algunas de sus posturas m¨¢s maximalistas fueran negociables. Tras su victoria, los mercados se animaron gracias a esa teor¨ªa. Tres d¨ªas antes de la comparecencia de Kushner en Morgan Stanley, el Dow Jones hab¨ªa cerrado con un alza sin precedentes. Y ¨¦l estaba all¨ª para tranquilizar a sus viejos amigos y decirles que no temieran a su suegro.
¡°Pensaba que tendr¨ªa que explicar hoy al mundo empresarial qu¨¦ significa la presidencia de Trump¡±, comenz¨® Kushner. ¡°Pero da la impresi¨®n de que los mercados lo han comprendido y se han adelantado¡±. Jared habl¨® de lo que le hab¨ªa costado a ¨¦l mismo descubrir el atractivo de Trump y cont¨® que, en otro tiempo, ¨¦l hab¨ªa vivido en una ¡°burbuja¡± en el exclusivo Upper East Side neoyorquino. Ve¨ªa la inmigraci¨®n a partir de las necesidades de Silicon Valley y contemplaba el cambio clim¨¢tico desde el punto de vista de las emisiones de carbono, no de los puestos de trabajo en la miner¨ªa del carb¨®n. Pensaba as¨ª hasta que empez¨® a recorrer el pa¨ªs con Trump, y a asistir a m¨ªtines en los que miles de ciudadanos gritaban contra la pol¨ªtica del Gobierno anterior. Y en esos viajes se le cay¨® ¡°la venda dorada¡± de los ojos.
Trump, comentaba Kushner, ¡°daba voz a agravios reales¡±, aunque muchos le considerasen un demagogo enloquecido y la CNN informara de sus actos de campa?a como si fueran las concentraciones de N¨²remberg. Su victoria hab¨ªa sido fruto del rechazo a la clase dirigente: los grandes medios y los dos partidos pol¨ªticos.
¡°Para haber sido progresista, Kush?ner comprende muy bien este movimiento populista de base¡±, dice Steve Bannon, el pol¨¦mico asesor de Trump. Kushner se considera un gestor, no un pol¨ªtico. Fue crucial para impulsar las ambiciones de su suegro y su influencia parece ser una de las verdades incontrovertibles en una transici¨®n llena de intrigas y torbellinos. Puede verse, por ejemplo, en el sesgo centrista del nuevo equipo econ¨®mico.
Durante toda la campa?a presidencial, la seriedad del compromiso de Jared Kushner con el programa reaccionario de Trump estuvo rodeada de lo que Henry Kissinger ¨Cque se declara admirador de Kushner¨C llamar¨ªa ¡°una ambig¨¹edad constructiva¡±. No concedi¨® entrevistas ni pronunci¨® discursos. Su decisi¨®n de dejar los negocios y abandonar su anterior afiliaci¨®n pol¨ªtica para ponerse al servicio de Trump sorprendi¨® a todos esos millonarios que pensaban que lo conoc¨ªan. Es cierto, siempre se hab¨ªa apresurado a defender a su suegro contra sus detractores y hab¨ªa manifestado su admiraci¨®n por su talento para promocionarse y su habilidad para burlarse de la prensa. Pero nunca dio la impresi¨®n de compartir sus posiciones m¨¢s radicales. Cuando Trump se dedic¨® a soltar sus teor¨ªas de la conspiraci¨®n sobre el lugar natal de Obama, Kushner asegur¨® que su suegro, en realidad, no cre¨ªa esas cosas.
Sin embargo, Trump y Kushner tienen m¨¢s cosas en com¨²n de lo que podr¨ªa parecer. Los dos son de fuera de Manhattan ¨CTrump es de Queens; Kushner, de Nueva Jersey¨C, pero hicieron su fortuna en la isla y atravesaron periodos de adversidades financieras y ataques de los peri¨®dicos sensacionalistas. Como promotor inmobiliario, Trump asumi¨® grandes riesgos en los a?os ochenta y se enfrent¨® a la bancarrota en los noventa; Kushner se expuso a contingencias antes de la crisis financiera de 2008 y a punto estuvo de perder el edificio insignia de su familia, el 666 de la Quinta Avenida. Al final ambos regresaron al poder por la puerta grande.
A Jared Kushner se le suele tildar de ¡°discreto¡±, a diferencia de su grandilocuente suegro, pero las personas que han trabajado con ¨¦l dicen que sus formas suaves enga?an. ¡°Es muy agresivo¡±, dicen los que le conocen. Una vez que Kushner ha tomado una decisi¨®n se lanza en tromba. Y, sobre todo, Trump y ¨¦l tienen una misma concepci¨®n del concepto de ¡°clan¡± como elemento central de la vida, los negocios y la pol¨ªtica. Trump valora la lealtad, en especial la que circula de abajo hacia arriba, y durante la lucha turbulenta de la pol¨ªtica no ha tenido ning¨²n defensor tan firme como Kush?ner. Ninguno de los dos olvida las ofensas. Les gusta el sabor de la venganza, aunque es posible que Trump sea el m¨¢s dispuesto a perdonar.
En octubre, el peri¨®dico de Kushner, The Observer, pregunt¨® a destacados personajes del sector inmobiliario, incluido el propio Kushner, una escueta cuesti¨®n: ¡°?Hillary o Donald?¡±. Jared respondi¨® sin dudarlo: ¡°La familia, lo primero¡±. Algunos pensaron que era un apoyo obligado. Pero, en realidad, la familia es para ¨¦l un principio fundamental. Su lujoso despacho en la 15? planta del 666 de la Quinta Avenida est¨¢ a un paso de los de sus padres, Charlie y Sheryl, y su hermana Nicole (su hermano, Josh, tiene su propia sociedad de capital riesgo, y otra hermana, Sara, lleva una vida privada en Nueva Jersey). Cuando Jared ten¨ªa 24 a?os, Charlie, su padre, fue a la c¨¢rcel por un s¨®rdido delito con connotaciones pol¨ªticas, un episodio traum¨¢tico que reafirm¨® el v¨ªnculo familiar de Jared tanto en la vida como en los negocios. Pero la feroz concepci¨®n del clan familiar es anterior a esa experiencia, y sus or¨ªgenes pueden hallarse en un libro expuesto en la recepci¨®n de Kushner Companies titulado The Miracle of Life.
La obra narra la incre¨ªble historia de los abuelos de Kushner. Rae, la matriarca, naci¨® en Novogrudek, en lo que hoy es Bielorrusia. Cuando los nazis llegaron en 1941, ejecutaron a los m¨¦dicos, abogados e intelectuales jud¨ªos en la plaza p¨²blica mientras una orquesta tocaba. Rae, adolescente, fue una de las 50 chicas seleccionadas para limpiar la sangre de los adoquines. Los nazis obligaron a decenas de miles de jud¨ªos a api?arse en un gueto que era adem¨¢s un campo de trabajo y exterminio; de vez en cuando hac¨ªan cribas y mataban a unos cuantos. La madre y una hermana de Rae murieron asesinadas. En 1943, los 500 jud¨ªos que quedaban llegaron a la conclusi¨®n de que su destino era la muerte si no hac¨ªan algo deses?perado y decidieron construir un t¨²nel. Excavaban cada noche con lo que pod¨ªan. Una noche de tormenta, varios cientos de confinados, entre ellos Rae, su padre, una hermana y un hermano, reptaron hasta la salida del t¨²nel. Los nazis descubrieron la huida y abrieron fuego. El hermano de Rae corri¨® en direcci¨®n equivocada y nunca se supo m¨¢s de ¨¦l. El resto lleg¨® hasta el campamento del l¨ªder partisano Tuvia Bielski, donde vivieron una existencia muy dura hasta la llegada de los sovi¨¦ticos.
Despu¨¦s de la guerra, Rae se cas¨® con otro superviviente, un carpintero llamado Yossel. Huyeron del dominio sovi¨¦tico y llegaron andando hasta Italia. Fueron a parar a un campo de desplazados, donde pasaron tres a?os mientras esperaban los visados para EE UU. ¡°Nadie quer¨ªa acogernos¡±, contaba Rae. En aquella ¨¦poca, Estados Unidos ten¨ªa cuotas de inmigrantes en funci¨®n de su etnia. ¡°Para los jud¨ªos, las puertas estaban cerradas¡±.
Por fin en su nuevo pa¨ªs, Yossel se convirti¨® en Joseph (Joe) Kushner. Viv¨ªa con Rae y sus hijos en Brooklyn y trabajaba en la construcci¨®n, en el vecino Estado de Nueva Jersey. Le apodaban Hatchet Joe, ¡°Joe el hacha¡±. Los Kushner se fueron a vivir a Nueva Jersey y Joe entr¨® a formar parte del grupo ¨Cla mayor¨ªa supervivientes del Holocausto¨C que construy¨® en la posguerra las periferias residenciales de ese Estado. Se especializ¨® en construir y alquilar pisos bajos con derecho a jard¨ªn, lo que result¨® ser un gran negocio. Tuvo dos hijos, Murray y Charlie (padre de Jared). En 1985, Charlie, que ten¨ªa 30 a?os, ya hab¨ªa empezado a trabajar con su padre cuando este muri¨® repentinamente. ¡°Tuvo que aprender a ser constructor en muy poco tiempo¡±, dice Alan Hammer, un abogado que trabaja a su lado. Charlie ampli¨® la cartera de propiedades a unos 25.000 pisos y se introdujo en el negocio de los locales comerciales, los hoteles y la banca.
Pronto los Kushner se convirtieron en ricos y destacados fil¨¢ntropos de la comunidad hebrea y abrieron una escuela jud¨ªa ortodoxa en recuerdo de Joe. Rae, la abuela de Jared, fue una de las fundadoras del Museo del Holocausto en Washington. Su vida combativa es un elemento central de la identidad familiar. Cuando la historia de los partisanos de Bielski se adapt¨® al cine en la pel¨ªcu?la Resistencia, protagonizada por Daniel Craig, los Kushner organizaron una fiesta y una proyecci¨®n a la que asistieron muchos supervivientes del Holocausto. Los Kushner son grandes donantes del lobby AIPAC (Comit¨¦ de Asuntos P¨²blicos Estados Unidos-Israel), y Jared supervis¨® el discurso que pronunci¨® Trump ante este lobby durante las primarias. Tambi¨¦n ha servido de puente con el primer ministro israel¨ª, Benjamin Netanyahu, que conoce a los Kushner desde hace muchos a?os.
Jared, nacido en 1981, creci¨® en un ambiente muy cerrado en torno a su familia y su fe. Sus numerosos t¨ªos, t¨ªas y primos iban a menudo a cenar a su casa en sabbat. Algunos de los que hac¨ªan negocios con ellos viv¨ªan en el barrio, junto a una sinagoga ortodoxa. Cuando Jared era adolescente, su padre se fue interesando cada vez m¨¢s por la pol¨ªtica y se convirti¨® en un importante donante del Partido Dem¨®crata. Los pol¨ªticos con ambiciones nacionales, incluida Hillary Clinton, visitaban habitualmente a los Kushner para pedirles dinero.
En julio de 2000, el vicepresidente Al Gore fue a Livingston (el hogar de los Kushner en Nueva Jersey), a una fiesta para recaudar fondos con destino a su campa?a presidencial. Hab¨ªa polic¨ªas en todas las esquinas para cortar el tr¨¢fico y dejar que pasara la caravana del vicepresidente hasta el hogar de los Kushner. Sin embargo, lo que m¨¢s recuerda la gente de aquel acto pol¨ªtico es al chico de 19 a?os que present¨® al candidato: Jared Kushner. ¡°Charlie hizo que hablara Jared¡±, dice Pat Sebold, un funcionario dem¨®crata de Livingston. ¡°Me impresion¨® que fuera tan joven y tuviera tanto aplomo¡±. Charlie no quer¨ªa solo que le aprobaran planes urban¨ªsticos, aspiraba a tener influencia en pol¨ªtica. Sin embargo, su ca¨ªda, que comenz¨® con una pelea con su hermano Murray por el negocio, desencaden¨® una disputa familiar de dimensiones ¨¦picas. Una serie de demandas revel¨® pruebas que llamaron la atenci¨®n de Chris Christie, el ambicioso fiscal federal de Nueva Jersey, que parec¨ªa encantado con la idea de procesar al poderoso Kushner para impulsar su carrera.
En julio de 2004, cuatro meses despu¨¦s de que muriese Rae, Charlie fue imputado por el fiscal Christie. Adem¨¢s de haber infringido las normas sobre la financiaci¨®n de campa?as, los investigadores descubrieron que hab¨ªa tramado un plan de venganza contra el marido de su hermana Esther y le hab¨ªa enga?ado para que se citase con una prostituta, un encuentro que grab¨® con el fin de hacerle chantaje. El episodio caus¨® gran impresi¨®n en Jared, que contaba 23 a?os y cuya vida hab¨ªa sido un paseo entre la Universidad de Harvard ¨Cde la que su padre era benefactor¨C y las pr¨¢cticas en varias prestigiosas empresas. Jared consider¨® que su padre era v¨ªctima de una injusticia. Charlie estuvo un a?o en una prisi¨®n de Alabama, y Jared y su madre le visitaban todas las semanas. Los Kushner segu¨ªan teniendo dinero, por las rentas de sus alquileres, pero su prestigio se hab¨ªa evaporado. Jared viv¨ªa en Nueva York y all¨ª hab¨ªa otras formas de influencia adem¨¢s de la pol¨ªtica: los medios de comunicaci¨®n. Estos hab¨ªan contribuido a los problemas de su padre. La primera decisi¨®n de Jared fuera comprar un peri¨®dico. En 2006 se hizo con The New York Observer por 10 millones de d¨®lares.
Forj¨® relaciones con los viejos magnates de los medios que conoc¨ªan los mecanismos del poder de la ciudad, se implic¨® en la reforma educativa y en la mejora de la calidad de la banda ancha en los edificios. Al mismo tiempo, se lanz¨® a promover los intereses econ¨®micos de su familia. En 2006, negoci¨® la compra del 666 de la Quinta Avenida por 1.800 millones de d¨®lares, una cifra nunca antes vista para un edificio de oficinas en Manhattan; una transacci¨®n que financi¨® endeud¨¢ndose. Al a?o siguiente, la empresa de los Kushner liquid¨® su cartera de pisos por 1.900 millones de d¨®lares. Esa operaci¨®n fue como cambiar una vieja flota de taxis por un coche de f¨®rmula 1. La idea era de Jared.
Sin embargo, la compra de la torre de la Quinta Avenida empez¨® a dar problemas. Los pr¨¦stamos de Kushner depend¨ªan de que los alquileres de las oficinas subieran, pero en 2008 la econom¨ªa se hundi¨®. Los inversores buitres compraron la deuda y amenazaron con el desahucio del 666. Kushner se sinti¨® acosado, con pocos amigos y sin armas para negociar. No obstante, logr¨® salir adelante, refinanci¨® los pr¨¦stamos, vendi¨® participaciones de capital a diversos socios y explot¨® los locales comerciales mediante una compleja serie de acuerdos que produjeron una tranquilizadora entrada de dinero. ¡°Vivi¨® una ¨¦poca turbulenta y no solo sobrevivi¨®, sino que prosper¨®¡±, dice Jonathan Mechanic, un abogado especializado en el sector inmobiliario que intervino en las negociaciones de los locales. Kushner no olvid¨® qui¨¦n le hab¨ªa tratado mal. Tom¨® nota.
Jared sali¨® de esa crisis con la reputaci¨®n de ser un negociador audaz. Pronto volvi¨® a hacer adquisiciones, con el respaldo de inversores institucionales como el CIM Group, una agresiva empresa de capital privado fundada por dos antiguos paracaidistas israel¨ªes. Compr¨® los locales comerciales del viejo edificio de The New York Times a Lev Leviev, un magnate de los diamantes que, cuentan, es amigo de Vlad¨ªmir Putin. Compr¨® edificios de pisos de renta controlada en el East Village y se introdujo en Dumbo, un barrio situado en la parte norte de Brooklyn, tras convencer a los Testigos de Jehov¨¢ de que le vendieran unas codiciadas propiedades que ten¨ªan all¨ª.
Kushner se cas¨® con Ivanka Trump en 2009, y encaj¨® muy bien en la familia. Todo rodaba, hasta que en 2016 se uni¨® a la campa?a de su suegro. Las consecuencias de esta decisi¨®n se han hecho notar en su vida, sus negocios e, incluso, en su sinagoga, la Congregaci¨®n Kehilath Jeshurun, en la que el verano de 2016 hubo protestas por los planes de su rabino de pronunciar la invocaci¨®n en la Convenci¨®n Nacional Republicana. No obstante, pese a todas las cr¨ªticas, Kushner sigui¨® confiando en su propio criterio. Sir Martin Sorrell, director ejecutivo del consorcio publicitario WPP y amigo de Kushner, recuerda que se lo encontr¨® un s¨¢bado por la ma?ana en Park Avenue, cuando se dirig¨ªa con sus hijos a la sinagoga: ¡°Fue mucho antes de las elecciones¡±, dice Sorrell, ¡°me asegur¨® que su suegro iba a ganar, y en aquel momento hab¨ªa muy poca gente que lo pensara¡±.
La participaci¨®n de Kushner en la campa?a electoral empez¨® como un compromiso familiar. Sin embargo, a medida que avanzaban las primarias, su ayuda ocasional se convirti¨® en un activo papel gestor. Su presencia en los m¨ªtines dej¨® de ser espor¨¢dica para hacerse constante. ¡°Si este periodo ha demostrado algo, ha sido que no hac¨ªa falta tener ninguna experiencia ni en campa?as ni menos a¨²n en las presidenciales¡±, dice Rick Reed, un veterano consultor que hizo anuncios para Trump. Como los empresarios del sector tecnol¨®gico a los que tanto admira, Kushner examin¨® los aspectos econ¨®micos de las campa?as y vio que estaba ante un sector adormecido y listo para que lo pusieran patas arriba. ¡°Las empresas de encuestas son aut¨¦nticos ladrones¡±, dijo en su discurso ante los empresarios en Times Square. Suya fue la idea de que se emplearan estrategias de marketing directo como las que usan las tecnol¨®gicas. Hizo de su campa?a una start-up.
Arthur Mirante, que intermedi¨® en la venta del 666 de la Quinta Avenida, dice que, durante la campa?a, enviaba a Jared correos expres¨¢ndole su perplejidad por las afirmaciones de Trump. ¡°Y siempre me llegaba una respuesta justific¨¢ndole: ¡®Mira, hay que ver el conjunto, ya s¨¦ que lo que ha dicho no ha quedado bien, pero no quer¨ªa decir eso en realidad¡¯. Siempre ten¨ªa una explicaci¨®n. Me dec¨ªa que hab¨ªa cosas que yo no entend¨ªa y que todo iba a salir bien¡±. Kushner recibi¨® muchos correos cr¨ªticos durante la campa?a, incluso de personas a las que respetaba. Le sirvieron como informaci¨®n: ahora sab¨ªa qui¨¦nes eran sus amigos m¨¢s fieles. ¡°Lo defino como una exfoliaci¨®n¡±, explic¨® en la revista Forbes.
Las cr¨ªticas parec¨ªan desencadenar un mecanismo de defensa en Kushner. Volv¨ªa a remontarse a la experiencia de la detenci¨®n de su padre y el peligro de ruina total en el 666 de la Quinta Avenida. ¡°Ya he estado en varios agujeros en mi vida¡±, le confes¨® a un conocido. ¡°Y siempre he conseguido salir¡±. Esta vez, sin embargo, estaba luchando junto a gente como Steve Bannon, exdirector de la web Breitbart News y hoy consejero de Trump en la Casa Blanca.
Kushner y trump tienen el mismo apego al clan. Valoran la lealtad y no olvidan las ofensas.
Trump tuvo dos jefes de campa?a, Corey Lewandowski y Paul Manafort, antes de que su yerno descubriera a Bannon, un estratega de la ¡°derecha alternativa¡± que despreciaba el manual tradicional de campa?a tanto como ¨¦l. ¡°Jared mand¨® todo lo convencional a la basura¡±, explica Bannon, ¡°por eso me entend¨ª con ¨¦l¡±. Aunque tienen distintas ideas y or¨ªgenes pol¨ªticos, Kushner tiene m¨¢s cosas en com¨²n con Bannon ¨Cla actitud rebelde, el desd¨¦n por el Partido Republicano, su afici¨®n por los medios digitales¨C que con ninguna otra persona de la ¨®rbita de Trump, excepto Ivanka, su esposa. ¡°Creo que ve a Bannon como un recurso valioso para el progreso de Trump. Lo importante no es lo que piensa Bannon, sino lo que necesita Trump¡±, asegura un republicano que conoce bien a ambos.
¡°El presidente conf¨ªa en el instinto de Jared para los negocios y en su perspicacia pol¨ªtica¡±, dice Kellyanne Conway, ¨²ltima jefa de campa?a y asesora en la Casa Blanca. A los pocos d¨ªas de las elecciones, junto con el vicepresidente electo, Mike Pence, Kushner se hizo con las riendas de la transici¨®n. Y lamin¨® a Chris Christie, el fiscal que encarcel¨® a su padre y que ahora, como gobernador republicano de Nueva Jersey, hab¨ªa apoyado decisivamente a Trump en la campa?a y aspiraba a un cargo en el gabinete.
Si la presidencia de Trump se parece a su campa?a, o al resto de su vida, es muy probable que haya una divisi¨®n entre clanes y que los republicanos conservadores ¨CPence, Conway y el jefe de gabinete, Reince Priebus¨C se disputen la influencia con los que no son del partido pero s¨ª pr¨®ximos a Trump, empezando por Kushner e Ivanka. Ya han empezado los codazos entre las distintas facciones. Sin embargo, ser¨ªa un error pensar que Kushner puede aportar el contrapeso ideol¨®gico. Cuando dice que ¡°no es un pol¨ªtico¡± es sincero. Ha vivido siempre rodeado de pol¨ªticos, con candidatos dem¨®cratas que aparec¨ªan a cenar en su casa, pero su progresismo era el reflejo de los principios de la comunidad en la que viv¨ªa. Y ahora tiene una nueva comunidad: la de Trump.
Algunos creen que puede ser la voz de la moderaci¨®n, si no ideol¨®gica, al menos a la hora de aplacar las tendencias incendiarias de Trump. ¡°Un presidente necesita a alguien que le diga: ¡®Mira, esto ni te ayuda a ti ni ayuda al pa¨ªs¡±, dice Rick Reed, el consultor que hizo los anuncios de campa?a para Trump. ¡°Creo que Jared cumplir¨¢ ese papel¡±. Pero no parece que nadie sea capaz de moderar a Trump, aparte de ¨¦l mismo, y est¨¢ muy claro a qui¨¦n es leal Kushner por encima de todo. ¡°Estoy seguro de que expresa sus opiniones a Donald, y convencido de que Ivanka tambi¨¦n tiene las suyas¡±, afirma Richard LeFrak, uno de los pocos verdaderos amigos que tiene Trump en el sector inmobiliario de Nueva York. ¡°No es una familia de aut¨®matas. Pero, a la hora de la verdad, todos van a apoyar incondicionalmente al presidente¡±.
Si la campa?a apart¨® a Kushner del universo privilegiado en el que siempre hab¨ªa vivido, la victoria electoral de su suegro fue la ruptura definitiva con esa vida anterior. Muchos de los progresistas de Manhattan que le hab¨ªan hecho el vac¨ªo durante la campa?a se quedaron estupefactos con el triunfo y le enviaron correos llenos de palabras de felicitaci¨®n y conciliaci¨®n. Jared Kushner los arroj¨® directamente a la papelera. No est¨¢ dispuesto a consolar a nadie y mucho menos si es de Nueva York. Ya solo piensa en Washington.
La princesa de Park Avenue
Ivanka Trump se ha definido en alguna ocasi¨®n como ¡°una chica Lego¡± con poca afici¨®n por las Barbies y mucha por los negocios. La hija favorita del presidente (hasta el punto de ser conocida como first daughter) recuerda c¨®mo unas Navidades les regalaron a sus hermanos Donald Jr. y Eric sendos juegos de piezas y a ella una mu?eca. La heredera se pill¨® tal berrinche que cogi¨® el de uno de ellos con total discreci¨®n, construy¨® una torre Trump y sold¨® las piezas con el pegamento m¨¢s fuerte que encontr¨®. Con aquella demostraci¨®n de fuerza, Ivanka Marie Trump (Nueva York, 1981) estaba enviando al mundo tres avisos: el primero, que estaba dispuesta a continuar en el negocio inmobiliario. El segundo, que la Trump Tower (situada en el coraz¨®n de la Quinta Avenida y nacida el mismo a?o que ella) era el gran s¨ªmbolo del imperio familiar. Y el tercero, que era una mujer de armas tomar.
Cuando Ivanka ten¨ªa nueve a?os, sus padres se divorciaron. Despu¨¦s llegar¨ªan una media hermana (Tiffany) y un medio hermano (Barron). Pero ella siempre fue la favorita. La elegida. Como ha demostrado durante la campa?a electoral y ya en la Casa Blanca como primera dama bis. Estudi¨® en los colegios m¨¢s selectos del U
er East Side y Connecticut. Despu¨¦s, en Georgetown y Wharton. Se gradu¨® en negocios. Y se divirti¨® como modelo. Tonte¨® con los negocios hasta que su padre la nombr¨® vicepresidenta del emporio. Y jug¨® a ser una Paris Hilton (su ¨ªntima amiga desde la ni?ez) del mundo inmobiliario en brazos de varios cachorros de las finanzas y la noche neoyorquina. Hasta 2007.
Ese a?o conoci¨® a Jared Kushner en una cena de negocios. Ten¨ªan la misma edad, jugaban al golf, pertenec¨ªan al gremio del ladrillo y eran muy altos (Ivanka mide 1,80). El ¨²nico problema es que Jared era jud¨ªo. Ni Donald ni los Kushner ve¨ªan con buenos ojos el noviazgo. Jared se tuvo que reunir con el reticente pap¨¢ Donald para jurarle que iban en serio.
Jared e Ivanka contrajeron matrimonio en 2009, despu¨¦s de un noviazgo dif¨ªcil, una ruptura y una reconciliaci¨®n orquestada en el yate de Wendi Deng (la entonces mujer del magnate Rupert Murdoch). Para que los Kushner aceptaran, Ivanka tuvo que convertirse al juda¨ªsmo bajo la supervisi¨®n de un rabino ortodoxo. Hoy tienen tres hijos.
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