Gloria
?Cu¨¢ndo podremos cantar de nuevo a la esperanza, a la alegr¨ªa, a la magna labor de hacer un mundo nuevo?
Rinaldo Alessandrini abri¨® el Festival de M¨²sica Antigua de Sevilla con su Concerto Italiano y las monumentales V¨ªsperas de Santa Mar¨ªa. Las columnas salom¨®nicas sonoras de Monteverdi se enroscaban en las columnas salom¨®nicas de la parroquia de la Magdalena, cuyo gigantesco retablo parec¨ªa el balc¨®n de unos oyentes inmortales. Abajo, los mortales tembl¨¢bamos al o¨ªr el verso: ¡°!Oh, Dios, ven en mi ayuda!¡±.
Sin embargo, los hombres del siglo XVII no necesitaban m¨¢s ayuda que la de sus cuerpos y mentes. Era el siglo de Descartes, de Cervantes, de Shakespeare, de Vel¨¢zquez, entre quienes descolla, colosal, Monteverdi agitando el oc¨¦ano de los sonidos para hacerlos m¨¢s humanos. Aquellas gentes estaban construyendo un mundo nuevo y se daban a la tarea con todas sus fuerzas. Era la aurora de la era moderna e inauguraba la soledad de los mortales en el cosmos. De modo que cuando las voces alzan con toda su potencia la suprema alabanza, ¡°Magnificat anima mea Dominum¡±, no debemos traducirlo por ¡°Proclama, alma m¨ªa, la grandeza del Se?or¡±, sino por ¡°Proclama, alma m¨ªa, la grandeza del humano¡±. Y los versos que hablan de Jerusal¨¦n deben entenderse como ¡°Mira la ciudad que he levantado a orillas del Guadalquivir¡±. Y luego, ¡°Admira este templo de oro, m¨¢rmol y jaspe¡±. Y tambi¨¦n, ¡°Oye nuestras voces enlazadas con asombrosa armon¨ªa y c¨®mo cubren la haz de la tierra¡±.
Una alegr¨ªa fren¨¦tica, una esperanza exaltada, un vigor furioso mov¨ªa a los m¨²sicos cuando cantaban la grandeza de nuestra especie en tiempos de Monteverdi. Tambi¨¦n era grande la envidia y el deseo de alcanzarles. ?Cu¨¢ndo podremos cantar de nuevo a la esperanza, a la alegr¨ªa, a la magna labor de hacer un mundo nuevo? ?Cu¨¢ndo volveremos a creer en nuestras fuerzas? ?Cu¨¢ndo sonar¨¢ nuestro Magnificat?
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