Europa, cerrado por festivo. Vuelva usted ma?ana
Compararse con EE UU es una receta segura para la melancol¨ªa
Me sabe mal aguar la celebraci¨®n del 60? aniversario del Tratado de Roma, pero lamento comunicar a los lectores fervorosamente federalistas que no va a haber unos Estados Unidos de Europa. En ning¨²n caso. Se pongan como se pongan.
El caso es que ya hay unos Estados Unidos, de Am¨¦rica. Y por cierto, a pesar de que lo enunciemos siempre en plural, es ¡°un¡± Estado, en singular, de naturaleza federal, no muchos Estados soberanos asociados que se pueden marchar de la federaci¨®n cuando quieran. Recuerden, adem¨¢s, que necesitaron una guerra civil atroz para pasar de la Confederaci¨®n a la Federaci¨®n.
Adem¨¢s de un Estado, Estados Unidos es una naci¨®n. Y no una cualquiera, sino una bajo Dios (¡°one nation under God¡±, como dice el juramento a la bandera). Una naci¨®n que se ha otorgado a s¨ª misma una misi¨®n divina: la de ¡°ser la luz del mundo¡±, tal y como lo formul¨® el pastor puritano John Winthrop antes de desembarcar del Arbella con sus peregrinos en el puerto de Salem en 1630 y fundar la Comunidad de Massachusetts. EE?UU es tambi¨¦n una democracia, cosa que la UE tampoco es, y de forma m¨¢s importante a¨²n, una m¨¢quina de producir ciudadanos, algo que a la UE tambi¨¦n se le da fatal pues para hacerte europeo primero tienes que hacerte franc¨¦s, alem¨¢n o espa?ol, lo cual no siempre es f¨¢cil, posible o, para algunos, deseable.
La Uni¨®n Europea es, por el contrario, un pacto voluntario entre Estados soberanos que en ning¨²n modo pretenden disolverse ni crear un Estado-naci¨®n. Al contrario, el proyecto europeo se alumbr¨® para hacer posible la resurrecci¨®n de unos Estados-naci¨®n devastados por la guerra y el nacionalismo. Por eso, los Estados miembros, celosos de preservar su identidad, han prohibido a la UE que haga pol¨ªticas de identidad: eso explica que no sea fiesta el 9 de mayo (y miren que hay d¨ªas festivos absurdos en el calendario), ni juremos la bandera europea ni cantemos el Himno de la alegr¨ªa. Por si no se han fijado, en los billetes de euro que tienen en el bolsillo no hemos puesto ni a Monnet ni a Adenauer ni a ning¨²n otro padre fundador, sino solo estilos arquitect¨®nicos abstractos. Y en las monedas hemos dejado un anverso com¨²n, con un mapa, pero dejado los reversos a los Estados para que all¨ª pongan sus s¨ªmbolos nacionales (monarcas, ¨¢guilas, arpas, trirremes, catedrales o personajes como Da Vinci).
Compararse con EE?UU es pues una receta segura para la melancol¨ªa. As¨ª que dejemos de hacerlo. El proyecto europeo es otra cosa, un ¡°objeto pol¨ªtico no identificado¡±, como se?al¨® agudamente Delors, un experimento novedoso destinado a compartir soberan¨ªa para as¨ª garantizar la paz, la democracia y los derechos individuales y colectivos. No es poco. Al rev¨¦s, es un gran ¨¦xito. Nadie m¨¢s lo ha logrado. Y menos pac¨ªficamente. Tampoco por consenso de todos los miembros. Por eso avanzamos lento, bas¨¢ndonos en el experimento y error e intentando no dejar a nadie atr¨¢s. Si les preocupa la velocidad, pregunten a Napole¨®n o a Hitler, ellos s¨ª que lograron unificar el continente en tiempo r¨¦cord. Pero el m¨¦todo que emplearon, claro, deja que desear. As¨ª que para ser un buen europe¨ªsta hay que armarse de paciencia.
Hoy 25 se parecer¨¢ a esos atascos que te encuentras en las carreteras secundarias los fines de semana soleados cuando los amigos del club del descapotable de ¨¦poca se ponen el fular al cuello, la chaqueta de cuero y salen a pasear con sus coches. Cierto que van muy despacio y resultan un poco un incordio, pero no hacen da?o a nadie, son buena gente y en el fondo est¨¢n celebrando su d¨ªa, as¨ª que saluden y sonr¨ªan al adelantarles. Se lo agradecer¨¢n. Luego ya, el lunes, volveremos a la tediosa faena de construir esa cosa rara pero imprescindible que no se parece a nada conocido y llamamos Europa.
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