?Por fin es lunes! As¨ª es la noche m¨¢s loca de Barcelona
Nasty Mondays cumple 12 a?os llenando cada lunes la Sala Apolo de Barcelona. Mientras el resto del planeta duerme o escucha raeggaet¨®n, en el Paralelo todos bailan rock 'n' roll
"Load up on guns and bring your friends; it's fun to lose and to pretend". Las palabras son de Nirvana, pero las voces perfectas de un coro infantil son del grupo Scala, una versi¨®n inusual de Smells like teen spirit para conmemorar que esta misma noche, Kurt Cobain habr¨ªa cumplido la cincuentena. La sala Apolo est¨¢ completamente a oscuras. Un piano de fondo. Se iluminan cientos de smartphones. Soren Manzoni y Mad Max, Nasty Mondays, permanecen impasibles en el escenario, ante su ya ic¨®nica mesa de mezclas hecha con el frontal de un Studebaker. De repente, revienta el riff de guitarra de Cobain, Max explota un ca?¨®n de confeti y mil personas se unen en el mismo alarido. Kurt hace tiempo que est¨¢ muerto, pero en el Paralelo de Barcelona empieza la fiesta. Una noche m¨¢s. Un lunes m¨¢s. Desde hace ya 12 a?os.
"Al principio ¨¦ramos tres. El amigo que muri¨® despu¨¦s fue el que tuvo la idea. Yo era promotor de la Razzmatazz, conoc¨ªamos a las chicas, nos dieron los lunes en la sala Fonfone¡ Hicimos una fiesta para nuestros amigos y las suecas que conoc¨ªamos". Tres horas antes de la explosi¨®n quedamos con Mad Max, argentino, 40 a?os con una inequ¨ªvoca actitud rockera, y Soren Manzoni, cerebro sueco y coraz¨®n barcelon¨¦s, 46 a?os y una impuntualidad casi tan legendaria como su af¨¢n coleccionista, un Di¨®genes vintage que convierte un par de naves contiguas del Poblenou en una F¨¢brica de Chocolate para adultos. El Nasty Garage es oficina, centro de operaciones, prolongaci¨®n de un negocio boyante, pero sobre todo, un gigantesco cuarto de juegos entre pinballs de edici¨®n limitada, tablas de skate, motos de colecci¨®n y todo lo que puede so?ar un cuarent¨®n con eterno s¨ªndrome de Peter Pan que hace m¨¢s de una d¨¦cada so?aba con ser una estrella de rock 'n' roll: "Max y yo somos como una banda", explica Soren, convencido. "Comienzos precarios, luego el ¨¦xito, y ahora estar¨ªamos sacando el tercer disco. Nasty Mondays nos ha hecho vivir esa experiencia, porque somos unos m¨²sicos frustrados".
?Somos unos m¨²sicos frustrados. Nasty Mondays nos ha permitido vivir esa experiencia de ser como una banda de rock? - Soren Manzoni
Los camerinos de la Sala Apolo son desde luego los propios de un grupo de rock. Los amigos de los artistas se mezclan con fot¨®grafos, encargados de redes sociales, modelos de Victoria¡¯s Secret y canallas del equipo m¨¦dico habitual en torno a una gigantesca nevera repleta de latas de cerveza. Max trasiega un ron con cola¡ O varios. Soren prefiere los shots de Fireball, whisky canadiense aderezado con canela, parecido a los tan de moda Thunder Bitch, y habla sin parar con todo el mundo sin quitarse las Wayfarer negras¡ Pero cuando salen al escenario, todos bajan a la zona VIP a la izquierda del escenario. Durante la primera media hora con los Nasty Mondays a los platos, nadie puede subir al escenario aparte de ellos. Nadie puede regresar al camerino. Es su momento. La noche acaba de comenzar.
Los 2000 en Barcelona fueron suyos. "La fiesta de las suecas", como la llegaron a llamar, una sesi¨®n diferente a golpe de M?tley Cr¨¹e, Franz Ferdinand, The Hives, AC/DC y Guns N' Roses con mucha actitud rockera, un p¨²blico variopinto entre skater, surfero y biker, y sobre todo, una legi¨®n de walkirias vestidas de cuero, pasa por las salas Sidecar, Fellini¡ y conquista finalmente la Apolo hace ocho temporadas. Es el triunfo de los lunes en la Barcelona m¨¢s internacional. "Los extranjeros fueron los primeros en entender el concepto", defiende Soren. "Todos los t¨ªos eran de ac¨¢, y las t¨ªas ?eran todas guiris!", a?ade Max. "La ciudad explot¨® en ese momento", interviene Ximo Agustina, patillas enormes, gafas de pasta, la tercera pata del grupo, el hombre de los n¨²meros, el que se retira pronto a dormir, el ¨²nico que utiliza su despacho del Poblenou como despacho: "La gente ven¨ªa a estudiar, utilizaba las redes sociales, primero el MySpace, luego Facebook¡". El n¨®rdico, siempre reflexivo, un animal medi¨¢tico, interrumpe: "Hab¨ªa pasta, hab¨ªa mucho indie¡ Pero fue por casualidad. Ahora no lo habr¨ªamos cogido. La ilusi¨®n nos ha hecho llegar hasta aqu¨ª".
Tres de la ma?ana y Soren Manzoni recorre el escenario en una moto Derbi de su extensa colecci¨®n. Mad Max bota al ritmo de un temazo de Gorillaz. Sobre la inconfundible pista de madera de la antigua sala de baile Apolo, cientos de j¨®venes se desfogan antes de que la semana les devore por completo. En la VIP, una mano an¨®nima selecciona a las rubias m¨¢s espectaculares para disfrutar de la zona privilegiada, de la cerveza gratis, de la exclusividad de conocer a los Mondays en persona. Un miembro de seguridad maneja el cord¨®n de terciopelo. Toma las decisiones. Otro, detr¨¢s del tel¨®n, salvaguarda la subida los camerinos. Un tercero, arriba, se encarga de que la fiesta no se desmadre m¨¢s de lo razonable.
"No nos llam¨¢bamos DJs porque ¨¦ramos malos, pero ahora que son todos DJs, yo que llevo 12 a?os pinchando ?ya soy un profesional!". Si algo se puede aprender de la historia del rock es c¨®mo el ¨¦xito termina por devorarlo todo. "Los dos primeros veranos, cada vez ven¨ªa m¨¢s gente, y yo pensaba que se iba a pasar de moda¡", recuerda Max, con su inconfundible deje argentino, "pero cuando nos mudamos al Apolo, aprendimos. Nos metimos en la noche sin tener ni idea, nos follaron por todos lados, y nos dimos cuenta que necesit¨¢bamos a Ximo, que nos haga de m¨¢nager¡ Necesit¨¢bamos otros ojos". De repente tienen que manejar un negocio que mueve m¨¢s de dos mil entradas vendidas cada lunes, un contrato para pinchar una vez al mes en Nueva York, actuaciones en los grandes festivales europeos¡ Y los replicantes. En Italia emerge una fiesta con el mismo logo, el mismo nombre y hasta una pareja casi id¨¦ntica a los Soren y Max. En Madrid, los Zombie Kids arrasan con una fiesta los mi¨¦rcoles en la sala Arena¡ antes de desaparecer dejando una pregunta en el ambiente: ?Es que en Madrid no podr¨ªa haber un Nasty Mondays?. "Lo que es marca Barcelona, en Madrid no vende, y al rev¨¦s. Algunos h¨¢biles intentaron hacer suced¨¢neos nuestros, con la puesta en escena, el look, hacer un desmadre en el escenario¡", opina Soren. "El problema es que se te sube la cabeza y crees que eres invencible", a?ade Max, de nuevo interrumpido por su socio: "Los egos y los excesos. O controlas tu ¨¦xito o te destruye".
??Seguiremos pinchando a los 55 a?os? Hay DJs de 60, imposible no es. Eso lo va a decidir nuestro p¨²blico? - Mad Max
Cuatro de la ma?ana. La fiesta est¨¢ en su momento ¨¢lgido. Dos salas, una rockera y otra m¨¢s electr¨®nica con un p¨²blico de mayor¨ªa extranjera. No hay s¨ªntomas de borrachera en el ambiente. Esto no es el Benidorm profundo. Son guiris pero no hooligans. Tampoco da la sensaci¨®n de estar uno en una fiesta excesivamente joven para el d¨ªa y el contexto. La puesta en escena es la base para animar al p¨²blico asistente. La moto Derbi vuelve a aparecer en el escenario. De hecho, todo va sobre ruedas cuando a las cinco de la ma?ana se pone fin a la noche, al menos en la sala Apolo. No es un aniversario ni ma?ana es festivo. No hay gente vomitando ni peleas a la salida. Empleados se seguridad abren un pasillo imaginario para que una enorme hilera coja el metro. Algunos desayunan en los bares cercanos. Unos pocos persiguen sombras, alguna puerta iluminada en las callejuelas del Raval. La fiesta sigue gozando de buena salud. 12 a?os despu¨¦s.
"?Vamos a tener 55 a?os y seguir pinchando? Hay DJs de 60, imposible no es". Max responde a la pregunta inevitable. "Eso lo va a decidir nuestro p¨²blico. Yo me sigo viendo pinchando a los 50 en cualquier bar, quiz¨¢ menos exigido", apuntilla Soren. "La evoluci¨®n puede ser no pinchar y s¨ª gestionar toda esta historia", una vez m¨¢s, Ximo parece dar con la soluci¨®n. "Lo que nos sigue engorilando es el amor por la m¨²sica. Inculcar otros valores musicales que no sean el reggaet¨®n caribe?o¡", piensa en alto Manzoni, "yo me veo a los 60 fiel a mis principios, con mis c¨®digos, espero que sin mujer ni hijos, que lo joden todo". Una frase que hace que el argentino salga de su letargo: "?Yo s¨ª quiero mujer e hijos!". Todos nos quedamos en silencio, esperando la sentencia de Soren: "Este estar¨¢ divorciado, arruinado y jugando a la tragaperras en el bar".
Nasty Garage: la nave de los excesos
"Como no nos lo hemos gastado todo en excesos, lo metemos en esto" (risas). Y as¨ª ha sido porque su centro de operaciones, su despacho, su lugar de reuni¨®n o lo que puede llegar a ser se llama Nasty Garage. Un antiguo garaje de 540 metros cuadrados con tres espacios multidisciplinares con el aspecto de aut¨¦ntico museo vintage. Un lugar que sirve como sede de la productora musical creadora de las fiestas Nasty Mondays, Crappy Tuesdays, Cupcake, Midnight Call, Stash! R¡¯n¡¯R Club y Nasty Bass. Adem¨¢s de organizar eventos tanto en la Sala Apolo como aqu¨ª, funciona como agencia de booking ofreciendo un variado roster de DJs.
Colarse en su garaje es hacerlo rodeado de todas las aficiones de sus integrantes. M¨¢s de veinte m¨¢quinas de pinball entre los que destaca por ruidosa la de los Guns N' Roses. Al ponerla en marcha, retumban los primeros acordes de Welcome to the jungle. Una jungla urbana en pleno Poblenou con m¨¢s de 500 tablas de skate, l¨¢mparas Fase, una impresionante colecci¨®n de Vespas o Lambrettas¡ y hasta las gigantescas letras de la fachada de un famoso hotel recientemente remodelado, rescatadas oportunamente por Soren. Un museo.
"?S¨ª, lo hemos invertido todo en excesos, pero hac¨ªa falta un sitio para que este metiera sus pinballs!", se lamenta Max sobre una de las pasiones de su socio. "No tengo hijos, tengo pinballs". ?Locura o inversi¨®n? Con un poco de perspectiva, la fiebre del vintage convierte el Garage en una mina de oro dentro de un barrio que lucha por adoptar una nueva identidad. "Este es el Brooklyn de Barcelona. Cuando fuimos la primera vez a Nueva York, los de Manhattan ni cruzaban el puente, pero ahora lo cruzan todo el tiempo para ir a Brooklyn". La influencia neoyorquina es se?a de identidad de Nasty Mondays. No solo musicalmente. "Lo m¨¢s importante es comunicar a nuestro p¨²blico que no s¨®lo somos una fiesta. Enviamos c¨®digos y mensajes de que somos m¨¢s que eso. Hoy estoy pinchando pero ma?ana estoy cogiendo olas en la Barceloneta. Nosotros venimos de ese mundo".
Nasty Mondays act¨²an en la pr¨®xima edici¨®n del festival Motor Circus (6 de mayo, Puerto de Santa Mar¨ªa)
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