El baloncesto como redenci¨®n
El deporte permiti¨® a Hamza Driouich redirigir su vida y abandonar una senda conflictiva. Ahora traslada su ejemplo a los j¨®venes de Casablanca
¡°Lo que m¨¢s rabia me daba era que nadie apostaba por mi¡±. Hamza Driouich (El Masnou, Barcelona, 1996) sufri¨® durante su adolescencia el menosprecio de una sociedad que ya le hab¨ªa asignado un destino. Nadie esperaba mucho del malo de la clase, del ¡°moro¡± que hab¨ªa sido expulsado hasta en tres ocasiones de su colegio por pelearse, detonar petardos en clase y todo tipo de gamberradas. ¡°Fue entonces cuando me di cuenta de que ten¨ªa que hacer algo¡±, recuerda ahora. ¡°Vi que no era distinto al resto y que ten¨ªa las mismas capacidades¡±.
Hoy Hamza tiene 20 a?os y estudia segundo de Econom¨ªa en la universidad. Su amor por el baloncesto, su experiencia personal y una casualidad le llevaron a liderar el proyecto Hamza, una iniciativa que acerca este deporte y su valor transformador a los j¨®venes de Casablanca (Marruecos). El objetivo no es formar a futuras estrellas ni encontrar grandes talentos. Lo que les ense?a Hamza es a luchar por sus objetivos, a comportarse y a respetar al resto de compa?eros. ¡°Lo importante es sacarles una sonrisa¡±, afirma mientras come una pizza en los aleda?os de su facultad.
A pesar de haber nacido en Catalu?a, Hamza arrastr¨® durante a?os el estigma al que se enfrentan muchos hijos de inmigrantes. Sus padres son de un peque?o pueblo de monta?a situado en la provincia de Larache (Marruecos) y llegaron a El Masnou a principios de los noventa. Su padre se dedicaba a pasturar animales y ni siquiera sabe leer. Su madre hace trabajos de limpieza. ¡°Ellos asumieron que nunca llegar¨ªan a ser como los de aqu¨ª, que siempre tendr¨ªan que curr¨¢rselo el doble¡±, explica este joven, el segundo de cinco hermanos.
Hamza tambi¨¦n asumi¨® durante un tiempo que, como sus padres, ser¨ªa un ¡°catal¨¢n de segunda¡±. Su rutina consist¨ªa en generar problemas en el colegio, entrenar a baloncesto y pasar interminables horas en la calle haciendo gamberradas. Hasta que un d¨ªa su entrenador, Xavi S¨¤nchez, le sent¨® para darle una charla. Le emplaz¨® a cambiar su comportamiento en el colegio y a luchar en el aula igual que lo hac¨ªa en la cancha. ¡°Cuando alguien te ense?a lo que te gusta, haces caso a lo que te dice¡±, reconoce ahora. Fue tambi¨¦n en esa ¨¦poca cuando empez¨® a entrenar a las categor¨ªas inferiores del club de su pueblo, llamado El Masnou Basquetbol. ¡°Al tratar con ni?os peque?os te das cuenta de que que debes ense?arles algo positivo¡±.
El cambio de actitud le permiti¨® a Hamza superar el bachillerato y matricularse en la universidad. Su rutina transcurr¨ªa entre la Facultad de Econ¨®micas y el campo de entrenamiento cuando, hace un a?o, un mensaje de un desconocido en Facebook le transform¨® la vida. Un entrenador de Casablanca, pens¨¢ndose que Hamza tambi¨¦n viv¨ªa en Marruecos, le agreg¨® para compartir su afici¨®n por este deporte, muy minoritario en el Norte de ?frica. ¡°Cuando vi¨® que yo viv¨ªa cerca de Barcelona, me pidi¨® ayuda¡±, cuenta. ¡°Me cont¨® que acababa de abrir una escuela de baloncesto y me pregunt¨® si sab¨ªa de alguien que pudiera mandar algo de material¡±.
Cont¨¦ a los chicos mi historia para que vieran que el deporte puede cambiar muchas cosas
Hamza empez¨® entonces a buscar material para enviar a Marruecos. Junto a un amigo se reunieron con alcaldes, presidentes de clubes y directivos de la federaci¨®n catalana de baloncesto. En unos meses consiguieron m¨¢s de 200 camisetas, decenas de pelotas, calcetines y casi 40 pares de zapatillas. Paralelamente, iniciaron una campa?a de recaudaci¨®n de fondos en internet para hacer un documental que explicara el proyecto y as¨ª poder conseguir m¨¢s donativos y atenci¨®n de los medios.
El siguiente paso fue desplazarse hasta Casablanca. Hamza y su compa?ero acudieron durante una semana a la escuela de baloncesto para dar clase a sus alumnos: unos 60 j¨®venes sin recursos que no pagan para participar en las clases. Solo quien puede, abona cinco euros al mes. Hamza se encontr¨® en Casablanca con un entrenador inexperto, ¨¢vido de libros y nuevas t¨¦cnicas de entrenamiento. La cancha estaba mal asfaltada, no hab¨ªa luz y los aros de las canastas dejaban mucho que desear.
Los alumnos lo miraban con admiraci¨®n y le trataban de ¡°sir¡±, algo que en Marruecos se reserva para los imames y para la gente con cierta autoridad (catedr¨¢ticos, polic¨ªas...). Cuando acababa las clases, le ped¨ªan fotos con ¨¦l. ¡°Les hice ver que no se iban a ganar la vida con el baloncesto¡±, asegura. ¡°Pero a la vez les cont¨¦ mi historia para que vieran que el deporte puede cambiar muchas cosas¡±.
Hace unos a?os, Hamza peg¨® a un compa?ero de clase hasta que la madre de este apareci¨® y le quit¨® de encima de su hijo. Hoy es un joven con una sonrisa contagiosa al que todos saludan en su pueblo. Nadie dir¨ªa que fue un adolescente conflictivo. En su casa se respira muy buen ambiente y la admiraci¨®n que le tienen tanto su padre como su hermanos se percibe en sus miradas. Sus alumnos tambi¨¦n lo tienen en un pedestal. ?l trata de transmitirles lo que en su d¨ªa le inculc¨® su entrenador: educaci¨®n ¡ªantes de empezar a entrenar hay que saludar y dar la mano¡ª, respeto a los dem¨¢s y esfuerzo para obtener una recompensa. ¡°Yo nunca tuve un gran talento, pero s¨ª que lo daba todo cuando sal¨ªa a la cancha¡±, a?ade.
Teaser Projecte Hamza en Vimeo.
Ese chico de origen marroqu¨ª que empez¨® a jugar gracias a una beca de los servicios sociales es ahora el orgullo del club. Hamza sigue reuni¨¦ndose semanalmente con autoridades y patrocinadores para recoger fondos y poder montar un campus de una semana en Casablanca. Su intenci¨®n es poder llevar a varios entrenadores a la escuela para que ense?en tanto a alumnos como a entrenadores. ¡°Ha sido la mejor experiencia de mi vida¡±, reconoce. ¡°Mi sue?o es poder hacer esto en varios sitios en los que necesiten ayuda¡±.
Es mi¨¦rcoles por la tarde. Despu¨¦s de toda la ma?ana en la universidad, Hamza tiene entrenamiento con los peque?os del club. Hoy, sin embargo, deber¨¢ irse un poco antes. ¡°?Por qu¨¦?¡±, le preguntan sus alumnos. ¡°Tengo una reuni¨®n con el alcalde¡±, responde orgulloso.
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