No hay modo de librarse de los aparatos
Organizar otro modo de funcionamiento sirve de poco tanto en los partidos cl¨¢sicos como en los que han recogido gran parte del descontento ciudadano
Convocadas las primarias a la secretar¨ªa general del PSOE despu¨¦s de un largo periodo de espera, la suerte est¨¢ echada para la campa?a de los candidatos. De unos se destaca que tienen m¨¢s ¡°cultura de partido¡± que de otro, al que se atribuye estar en el yo¨ªsmo, es decir, el candidato intenta fabricarse una plataforma de apoyos de militantes de base precisamente para superar al aparato partidista cl¨¢sico. Tan relevante parece la cuesti¨®n del modelo de partido que se ha pospuesto toda discusi¨®n sobre el mismo... hasta despu¨¦s del congreso.
Las organizaciones han construido estructuras fuertes a partir de aplazamientos de cualquier reforma de ¡°democracia interna¡±, tan demandada por todos los que llevan a?os preocupados por cambios que ni los partidos tradicionales ni los nuevos est¨¢n recogiendo. El aparato, destinado a servir de instrumento al l¨ªder, es asumido r¨¢pidamente como la estructura normal de desenvolverse. Tanto Ciudadanos como Podemos han centralizado estructuras internas que, aunque matizadas por el asamblearismo de los c¨ªrculos de Podemos y la participaci¨®n v¨ªa Internet, no pueden ocultar una lucha de lo m¨¢s cl¨¢sica por formar estructuras fuertes en torno a un hiperliderazgo. El estilo de los primeros tiempos ha cedido ante las necesidades de Pablo Iglesias de combatir disidencias internas.
Y qu¨¦ decir del Partido Popular, sublimaci¨®n absoluta de esas condiciones de funcionamiento pol¨ªtico que suponen un aparato hincado en la tierra como un ¨¢rbol con ra¨ªces de tres pisos al servicio de un l¨ªder indiscutible.
As¨ª pues, ?la cultura del aparato es insoslayable? Es un concepto dif¨ªcil de asumir por todos los que est¨¢n preocupados por el distanciamiento ¨¦lites-ciudadan¨ªa. Pero prescindir de los aparatos partidistas y organizar otro modelo operativo sirve de poco tanto en los partidos cl¨¢sicos como en los que en buena medida han conseguido recoger gran parte del descontento ciudadano con el funcionamiento de la democracia. Presentarse como Emmanuel Macron en Francia, que acude a la pol¨ªtica desde fuera de los partidos cl¨¢sicos, no le eximir¨¢ de formar un aparato en el que apoyarse si logra la victoria en las elecciones a la presidencia de la Rep¨²blica de su pa¨ªs.
Theresa May es hoy el ejemplo claro de un hiperliderazgo basado en el aparato del Partido Conservador brit¨¢nico. Veintisiete a?os antes que ella, otra l¨ªder conservadora, Margaret Thatcher, gobern¨® implacablemente durante 11 a?os y medio hasta dimitir como jefa de su partido no por la fuerza de las urnas, sino por maniobras internas de un aparato tory que perdi¨® la confianza en ella.
Mucho hablar contra los aparatos de los partidos, pero no parece que haya manera de soslayarlos. El aparato, la cultura de partido, el l¨ªder fuerte. Los a?os de cambio pol¨ªtico no nos sacan de ah¨ª.
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