Reinas del mundo de la belleza, rivales de por vida
Helena Rubinstein y Elizabeth Arden levantaron imperios de la cosm¨¦tica de la nada. Ahora su litigio llega a Broadway
Al contrario que Bette Davis y Joan Crawford, cuya legendaria enemistad se revive ahora en la serie Feud, de HBO, Helena Rubinstein y Elizabeth Arden no trabajaron juntas ni apenas se trataron. Se dice que ambas coincidieron en una ocasi¨®n en un restaurante de Nueva York y que ¡°madame¡±, como Rubinstein se hac¨ªa llamar siempre, mir¨® a Arden por el rabillo del ojo y sentenci¨®: ¡°Oh, demasiado color en el pelo para una mujer de su edad¡±. Sin embargo, las dos empresarias mantuvieron durante d¨¦cadas una rivalidad lo suficientemente jugosa como para generar un libro primero, War Paint,de Lindy Woodhead (2004), y protagonizar ahora un musical en el mism¨ªsimo Broadway.
La obra, que protagonizan dos divas de la escena estadounidense, Patti LuPone como Rubinstein y Christine Ebersole en el papel Arden, se estren¨® hace unos meses en Chicago y acaba de aterrizar en la escena neoyorquina, en el teatro Nederlander, donde permanecer¨¢ hasta octubre. El libreto lo firma el mismo equipo que ya cre¨® un musical en torno a dos mujeres de armas tomar, Grey Gardens, sobre las dos primas de Jakie Kennedy que protagonizaron un famoso documental del mismo t¨ªtulo.
Si aquella era una historia que iba del lujo a la decadencia, la de las dos reinas de la industria de la belleza funciona exactamente al rev¨¦s. Ambas nacieron en familias humildes a finales del siglo XIX. Arden, cuyo nombre real era Florence Nightingale Graham, en 1878 en una zona rural de Canad¨¢ y Rubinstein en 1872 en Cracovia, en la comunidad jud¨ªa ortodoxa. Acabaron recalando en Nueva York, donde hicieron crecer sus imperios siguiendo el impulso de la historia. Acertaron en ver venir el boom de la posguerra. Sin embargo, erraron en cuanto a la televisi¨®n. No se atrevieron a ser patrocinadoras de los primeros programas y dejaron aquel inmenso mercado a su rival com¨²n, Revlon. Fallecieron las dos a mediados de los sesenta, con tan solo unos meses de diferencia.
Sin formaci¨®n en los negocios, ambas intuyeron que el maquillaje, antes reservado a prostitutas y cabareteras, se pod¨ªa convertir en un producto casi de primera necesidad para mujeres de cualquier clase social. ¡°No existen mujeres feas, solo perezosas¡±, sentenciaba Rubinstein.
Una enemistad de 50 a?os
Cuando Elizabeth Arden comercializ¨® el primer r¨ªmel, Helena Rubinstein no par¨® hasta que consigui¨® dar con una versi¨®n waterpoof. Tambi¨¦n sac¨® al mercado el perfume Heaven Sent, lanzando 500 globos desde unos almacenes de la Quinta Avenida, para plantar cara a la fragancia Blue Grass de Arden. En 1937, esta le rob¨® a Rubinstein su jefe de recursos humanos y la polaca se veng¨® contratando al exmarido de su rival. La canadiense tampoco pudo soportar que su enemiga se casase a los 66 a?os con un pr¨ªncipe 23 a?os menor que ella, y se busc¨® a su propio arist¨®crata.
Tir¨¢nicas
Si se detestaban era, en parte, a lo mucho que se parec¨ªan. Arribistas sociales y tir¨¢nicas en sus modos de gesti¨®n, tambi¨¦n tuvieron ideas similares para sus negocios. Por un lado, comprendieron pronto la importancia del empaquetado, que hicieron de los cosm¨¦ticos un bien de lujo deseable y relativamente asequible. Arden vend¨ªa sus productos en recipientes de porcelana rosa, su color emblema, y Rubinstein, que acabar¨ªa amasando una importante colecci¨®n de arte, encarg¨® dise?os a Salvador Dal¨ª. Adem¨¢s, las dos supieron envolver el negocio de la cosm¨¦tica de respetabilidad cient¨ªfica y montaron cadenas de salones con aspecto de cl¨ªnicas bien perfumadas donde las profesionales ejerc¨ªan con zuecos de enfermera y batas blancas. Si bien en el musical las chicas Arden son j¨®venes y sonrientes y visten de rosa mientras que las ¡°t¨¦cnicas de belleza¡± de Rubinstein se muestran bastante m¨¢s severas.
Lo curioso es que sus vidas sentimentales tambi¨¦n transcurrieron en paralelo. Ambas se casaron tarde y dos veces cada una. Sus primeros maridos fueron instrumentales en su ¨¦poca de expansi¨®n y los segundos, sendos caprichos aristocr¨¢ticos, dos hombres m¨¢s j¨®venes que se hac¨ªan pasar por pr¨ªncipes. Lindy Woodhead sostiene en el libro que el segundo esposo de Arden, el ruso Michael Evlanoff, era homosexual.
En el musical, las dos protagonistas no comparten escenario hasta el cl¨ªmax final, cuando coinciden en una gala que nunca ocurri¨® en la vida real. Se miran, se miden y terminan cantando un d¨²o, titulado Beauty in the World (La belleza en el mundo), del que se desprende que sin la rivalidad que las impuls¨® ninguna hubiera logrado tanto.
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