La guerra de los mundos
El siglo XX vino por el Atl¨¢ntico y el siglo XXI se est¨¢ yendo por el Pac¨ªfico
El lenguaje corporal es el m¨¢s revelador en la comunicaci¨®n humana. Antes del ataque a Siria, tras los ojos entornados del presidente estadounidense, Donald Trump, y los gen¨¦ticamente rasgados del l¨ªder chino, Xi Jinping, se libra la batalla m¨¢s importante del momento. El enfrentamiento ya no es ideol¨®gico. Ya no es racial. Ya no son las armas. Ahora consiste en el dominio tecnol¨®gico y en las reglas del juego que se impongan. La reciente reuni¨®n de ambos l¨ªderes en Mar-a-Lago, la lujosa propiedad de Trump en Florida con sus campos de golf y con los enormes gastos que implica trasladar la Casa Blanca hasta Palm Beach, no ha disfrazado ni ocultado la verdad del di¨¢logo profundo entre los dos mandatarios, que abarc¨® desde el d¨¦ficit comercial y la futura relaci¨®n entre Washington y Pek¨ªn hasta el programa nuclear norcoreano.
No hace falta ser un genio para comprender que Trump, experto en el arte de la componenda, quiere hacer con China lo mismo que hizo con los bancos que cometieron el error de prestarle dinero: devolver lo menos posible. Pek¨ªn es el mayor acreedor de la deuda p¨²blica de Estados Unidos. Por lo tanto, si el imperio del Norte quiebra, el gigante asi¨¢tico tambi¨¦n.
En ese contexto, Trump, que es un hombre antiguo que tiene instinto pero no conocimiento, no ha comprendido todav¨ªa que el poder moderno no solo se basa en la fuerza y en el dinero, sino que se sustenta en el control del software. China ya dio su gran salto hacia adelante, ya no es un pa¨ªs de esclavos, ha dejado de ser un pa¨ªs de manufacturas para convertirse en un pa¨ªs de inteligencia. Y ha usado el dinero que gan¨® para comprar Occidente por las buenas, cre¨¢ndole unas grandes necesidades de consumo, y por las malas, imitando su enorme capacidad de corrupci¨®n para ayudarle a corromperse m¨¢s y mejor.
Deng Xiaoping escap¨® de la gran matanza de la Revoluci¨®n Cultural cuando desarroll¨® un plan maestro para hacer de la Rep¨²blica Popular china la primera potencia que sacudiese al mundo. Tuvo el cuidado de estudiar las mejores pr¨¢cticas de Occidente y, adem¨¢s, le toc¨® presenciar c¨®mo se prostitu¨ªa y la manera en la que la lujuria y la codicia sin l¨ªmite usaban a los auditores para robar a los incautos accionistas. Aprendi¨® lo bueno y lo malo del capitalismo. China tiene una debilidad estructural, no es una democracia, pero se ha convertido en el principal tal¨®n de Aquiles del imperio del Norte.
El tercero en discordia, Vlad¨ªmir Putin, consigui¨® a trav¨¦s del ¡°hackeo¡± y la tecnolog¨ªa poner en apuros la maquinaria pol¨ªtica estadounidense. En ese sentido, hay un gran defecto y una gran ventaja. Y es que el poder¨ªo tecnol¨®gico chino no est¨¢ en manos de representantes del mundo libre porque est¨¢ al servicio de Pek¨ªn.
Mientras que, en EE UU, los que de verdad hoy controlan el mundo moderno, como los Zuckerberg o los Gates, solo son responsables ante s¨ª mismos, y el hecho de no haberse quitado las Nike y no haber tenido necesidad de aprender el oficio del poder, ha provocado que existan grandes fortunas sin un proyecto social ni pol¨ªtico, dando origen a un mercado que se puede ¡°hackear¡± y destruir no s¨®lo imponiendo al presidente de Estados Unidos, sino controlando todo su software.
Seguramente en los siglos XVIII, XIX y XX la democracia era el mejor sistema y el m¨¢s estable. Pero ahora en el siglo XXI, en el que la guerra de las galaxias empieza a parecerse a un cuento de los hermanos Grimm, el control del Estado mediante el poder tecnol¨®gico es la ¨²nica garant¨ªa de la estabilidad del sistema. En este momento, Occidente tiene una desventaja frente a Oriente porque tanto China con su estructura, como Rusia con su ambici¨®n, dominan todos y cada uno de los centros del poder tecnol¨®gico, mientras que Estados Unidos s¨®lo domina la competencia y puede ser anulado, prostituido y vencido desde las deficiencias del Estado.
La balanza comercial no es lo importante entre Xi Jinping y Donald Trump, lo importante es comprender y aceptar que el siglo XX vino por el Atl¨¢ntico y el siglo XXI se est¨¢ yendo por el Pac¨ªfico.
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