Ojos que no ven
De nuevo se repite la historia de Aylan y una imagen vale m¨¢s que mil palabras
El pasado viernes un amigo periodista me mand¨® a primera hora por Whatsup la portada de Lib¨¦ration, con un mensaje que dec¨ªa: ¡°L¨¢stima que en Espa?a no se vean estas portadas¡¡±. Efectivamente, en Espa?a esa ma?ana en nuestra prensa todo muy suave. Pero ah¨ª estaban las redes para hacer el trabajo informativo que a veces echamos de menos en los medios convencionales, un v¨ªdeo tremendo sobre un ni?o que era atendido en hospital y contaba c¨®mo hab¨ªa tenido lugar el ataque y c¨®mo hab¨ªa perdido a sus dos hermanos peque?os: ¡°?voy a morir?¡± le pregunta a la enfermera. El nuevo POTUS tambi¨¦n recibi¨® su dosis audiovisual, una foto de dos maravillosos gemelos de unos meses, ni?o y ni?a, v¨ªctimas del ataque, sus cuerpecitos inertes en los brazos de su desolado padre.
Im¨¢genes que revuelven, que no queremos ver porque nos rompen, pero no podemos evitar mirar llevados por esa curiosidad morbosa. La realidad de un mundo que est¨¢ aqu¨ª a la vuelta de la esquina y que ignoramos invade nuestra placida sensaci¨®n de seguridad, nos sacude un rato y nos recuerda que el mundo es injusto.
Para m¨ª no existe el debate: hacen falta estas im¨¢genes. Entiendo que todo esto resulta muy molesto e incluso un poco falso, porque en realidad el genocidio sirio lleva ya siete a?os. Pero es lo m¨ªnimo necesario para que nuestras sociedades privilegiadas se tengan que enfrentar con el horror de este mundo que tambi¨¦n es el suyo, por mucho que les pese, y del cu¨¢l tambi¨¦n son responsables.
El debate sobre las im¨¢genes es recurrente. Conozco varios reporteros y fotoperiodistas que se juegan la vida para cubrir guerras y conseguir informaci¨®n sobre zonas en conflicto. Digo se juegan su vida cuando en realidad dan su vida, porque suelen ser caminos de no retorno. Nadie puede entrar en sitios donde se cometen tales atrocidades y salir indemne, es la famosa p¨ªldora azul de Matrix. Durante a?os me he preguntado si vale la pena tanto esfuerzo y sufrimiento para acabar produciendo unas im¨¢genes que en una semana han pasado al olvido y han sido sustituidas por la foto del famoso de turno que se est¨¢ separando. Pero como dec¨ªa al principio es de lo poco que nos queda para no volvernos unas in¨²tiles emocionales. Les debemos nuestra humanidad, la que seamos capaces de tener cuando nos recuerdan lo terror¨ªfico que est¨¢ el mundo.
El trabajo de fotoperiodista es complicad¨ªsimo. Me contaba mi compa?ero el fot¨®grafo Ignacio Mar¨ªn que en el campo de Idomeni los voluntarios le hab¨ªan reprendido por sacar fotos de los refugiados que hac¨ªan cola para poder comer. Tras hablar un rato con una de las voluntarias que estaban atendi¨¦ndoles, ella le confes¨® que se hab¨ªa liado la manta a la cabeza tras ver unas im¨¢genes tremendas de una llegada masiva de migrantes a una costa europea.
Las im¨¢genes sirven, las im¨¢genes son esa prueba innegable. Y adem¨¢s las im¨¢genes se consumen con mucha facilidad. Y siendo as¨ª, es un trabajo ingrato y en general mal pagado. Si de m¨ª dependiera habr¨ªa un fondo mundial para financiar el trabajo de estas personas, que son nuestros ojos y en ese sentido nuestra conciencia. Mientras trabajo para que algo as¨ª suceda alg¨²n d¨ªa, solo me queda seguir consumiendo y difundiendo estas im¨¢genes que, por muy duras que sean, no dejan de ser esencialmente la vida misma. Les invito a hacer lo mismo.
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