?Fue Poncio Pilatos responsable de la muerte de Jes¨²s?
El gobernador romano que le conden¨® a la crucifixi¨®n sigue siendo un misterio hist¨®rico
Poncio Pilatos es un personaje fundamental en la tradici¨®n Occidental, un actor crucial en la muerte de Jes¨²s, que los cat¨®licos conmemoran en Semana Santa. Pero los historiadores disponen de pocos datos confirmados sobre el hombre que, seg¨²n el Evangelio de Mateo, se lav¨® las manos antes de enviar a Cristo a la cruz. La ¨²nica prueba arqueol¨®gica de la existencia del Gobernador es una inscripci¨®n descubierta en los a?os sesenta en la ciudad romana de Ces¨¢rea Mar¨ªtima, actualmente en Israel. El resto es leyenda, relatos contradictorios que se mueven en el resbaladizo terreno entre la historia y la fe.
Sin embargo, sus gestos, sus palabras, sus actuaciones est¨¢n profundamente ancladas en nuestra forma de ver el acontecimiento sin el que no se puede entender nuestra historia. Pilatos se ha convertido en el arquetipo de la duda pol¨ªtica, el hombre que, m¨¢s por omisi¨®n que por acci¨®n, toma una decisi¨®n trascendental y equivocada, el dirigente que se esconde de sus responsabilidades. Pero, de nuevo, como la mayor¨ªa de los hechos que rodean la muerte de Cristo, la tradici¨®n pesa mucho m¨¢s que la historia, porque apenas existen fuentes, fuera de los Evangelios, que corroboren el relato, ni tampoco documentos de la ¨¦poca romana.
Pilatos era prefecto de Judea, un detalle importante ya que implica que ten¨ªa un rango militar, que su responsabilidad iba m¨¢s all¨¢ de la recaudaci¨®n de impuestos
La piedra caliza, de 82 cent¨ªmetros por 68, nos ofrece su nombre, Pontius Pilate, y su t¨ªtulo, Praefectus Judaea, prefecto de Judea, un detalle importante ya que implica que ten¨ªa un rango militar, que su responsabilidad iba m¨¢s all¨¢ de la recaudaci¨®n de impuestos. En la inscripci¨®n aparece adem¨¢s el nombre ¡°divino Augusti Tiberieum¡±, el emperador Tiberio. El resto se ha borrado. Est¨¢ fechada entre los a?os 26 y 36 y fue descubierta en 1961 por el arque¨®logo italiano Antonio Frova y se conserva en el Museo de Israel, en Jerusal¨¦n.
¡°Hasta entonces no se hab¨ªa encontrado ninguna evidencia arqueol¨®gica de que Poncio Pilatos, el quinto gobernador de Judea, hubiese existido ni siquiera¡±, escribi¨® la autora de no ficci¨®n Ann Wroe, cuyo estudio sobre el administrador romano se titula significativamente Pilate: the biography of an invented man (Pilatos, la biograf¨ªa de un hombre inventado). ¡°Ten¨ªamos varios relatos sobre ¨¦l, naturalmente, y no solo los que aparecen en los Evangelios. Pero todos los archivos de su administraci¨®n han desaparecido: no queda ning¨²n papiro, ninguna tablilla, ninguna carta de Roma¡±, prosigue esta ensayista, actualmente responsable de una de las mejores secciones de la prensa internacional, los obituarios de The Economist.
El de Wroe es uno de los trabajos importantes sobre Pilatos que se han publicado en los ¨²ltimos a?os (aunque todav¨ªa no han sido editados en castellano), junto al ensayo del erudito italiano Aldo Schiavone titulado Poncio Pilatos y la novela de investigaci¨®n The Further Adventures of Pontius Pilate, de Kevin Butcher, profesor de la Universidad de Warwick experto en la ¨¦poca romana en Oriente Pr¨®ximo.
Preguntado sobre lo que sabemos acerca de Pilatos, el profesor Butcher responde por correo electr¨®nico: ¡°Tenemos muy pocos datos. Existen tres fuentes textuales principales: Flavio Josefo, Fil¨®n de Alejandr¨ªa y los Evangelios. Las tres manejaban sus propias ¡®agendas¡¯. Fil¨®n y Josefo son hostiles a ¨¦l, aunque Josefo un poco menos. Pero los dos quieren demostrar la incompetencia y brutalidad del gobierno romano de Judea. Los Evangelios, en cambio, enfatizan la ¡®inocencia¡¯ de Jes¨²s porque Pilatos nunca llega a decir que es culpable. El problema es que, si juntamos las tres fuentes, no aparece un personaje muy coherente: nos encontramos con alguien leal al emperador, que trabajaba con los l¨ªderes jud¨ªos pero que estaba preparado para utilizar la fuerza cuando fuese necesario. No mucho m¨¢s¡±.
¡°Pilatos nunca hab¨ªa necesitado anteriormente lavar sus manos antes de dejar que corriese la sangre. El relato tradicional no parecer ser cierto¡±, seg¨²n indica el historiador Sebag Montefiore
Tambi¨¦n es citado por el gran historiador romano T¨¢cito, en uno de sus pasajes m¨¢s c¨¦lebres: ¡°Cristo, de quien toman el nombre, sufri¨® la pena capital durante el principado de Tiberio de la mano de uno de nuestro procurador, Poncio Pilatos¡± (Traducci¨®n de Crescente L¨®pez de Juan en la edici¨®n de Alianza Editorial). Por otro lado, algunos historiadores han puesto en duda la autenticidad del famoso testimonium Flavianum de Flavio Josefo, el pasaje de su libro Antig¨¹edades jud¨ªas donde habla de un hombre extraordinario al que sus partidarios llamaban Cristo que fue acusado ante Pilatos. Se tratar¨ªa, seg¨²n esta hip¨®tesis, de fragmentos a?adidos posteriormente por alg¨²n monje medieval. Sobre su final, no tenemos ninguna informaci¨®n contrastada. Es llamado a Roma por Tiberio en el a?o 36, pero llega cuando el emperador ha muerto y su rastro se pierde bajo Cal¨ªgula.
No todos los Evangelios ofrecen el mismo relato del papel de Pilatos en la condena a muerte de Jes¨²s ¨Cpor ejemplo, el acto de lavarse las manos aparece solo en Mateo¨C, pero tienen un punto crucial en com¨²n: el gobernador no quiere decidir la suerte del reo. Primero se lo env¨ªa al rey jud¨ªo Herodes (episodio que solo relata Lucas) y luego deja que sea el pueblo quien decida si libera a ese hombre ¨Ccontra el que Roma no tiene ninguna acusaci¨®n¨C o al ladr¨®n Barrab¨¢s. Cuando el pueblo se pronuncia en contra de Cristo, es llevado a la cruz.
Una de las pocas cosas en las que todas las fuentes est¨¢n de acuerdo es que soldados romanos mataron a Jes¨²s con un castigo romano ¨Cla crucifixi¨®n¨C y, por lo tanto, el responsable ¨²ltimo ten¨ªa que ser el gobernador romano de Judea, Poncio Pilatos. La famosa frase de Mateo 27:24 ser¨ªa una invenci¨®n o, por lo menos, no existe ninguna otra fuente que la corrobore, ni ning¨²n otro caso similar documentado en la antig¨¹edad romana del uso de este s¨ªmbolo al final de un proceso: ¡°Y viendo Pilatos que no consegu¨ªa nada, sino que m¨¢s bien se estaba formando un tumulto, tom¨® agua y se lav¨® las manos delante de la multitud, diciendo: ¡®Soy inocente de la sangre de este justo¡±.
La imagen del pol¨ªtico vacilante es la que ha prevalecido, es el personaje que se ha instalado en el imaginario occidental. Sin embargo, como escribe Simon Sebag Montefiore en el cap¨ªtulo que dedica a la pasi¨®n de Cristo en su ensayo Jerusal¨¦n, ¡°el violento y obstinado Pilatos nunca hab¨ªa necesitado anteriormente lavar sus manos antes de dejar que corriese la sangre. El relato tradicional de la sentencia en los Evangelios no parece ser cierto¡±.
¡°Lavarse las manos despu¨¦s de una condena no era una pr¨¢ctica habitual en un juicio romano¡±, explica el profesor Butcher. ¡°No quiero decir que nunca ocurriese, pero la idea detr¨¢s de ello es que Pilatos reconoce que Jes¨²s est¨¢ siendo condenado de forma injusta y el agua limpia su culpa. Todo indica que forma parte de la tradici¨®n que pretend¨ªa culpar a los jud¨ªos de la crucifixi¨®n antes que a los romanos¡±. La acusaci¨®n contra los jud¨ªos, que ha propiciado siglos de antisemitismo, ten¨ªa un prop¨®sito claro: los Evangelios fueron escritos despu¨¦s del a?o 70, cuando el cristianismo ten¨ªa como objetivo crecer en Roma, y acusar a un gobernador romano, al representante del emperador, del mayor crimen posible, el asesinato del hijo de Dios, no era un buen comienzo.
Por ejemplo, en el Evangelio de Pedro, un texto ap¨®crifo del siglo II ¨Cm¨¢s tard¨ªo que los Evangelios can¨®nicos¨C del que solo se conserva un fragmento, los soldados romanos ni siquiera participan en las torturas a Jes¨²s. De nuevo, el mito, la agenda pol¨ªtica se impone sobre la certeza documental que se limita a una m¨ªnima inscripci¨®n en una piedra caliza. Pero el poder del s¨ªmbolo es mucho m¨¢s fuerte que cualquier evidencia. Pilatos nunca podr¨¢ dejar de ser el hombre que se lav¨® las manos.
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