Sororidad vs violencia machista
Uno de los grandes m¨¦ritos de 'Big Little Lies' no es solo el rotundo protagonismo femenino, sino su valent¨ªa al mostrarnos buena parte de las servidumbres que las mujeres del siglo XXI contin¨²an sufriendo
Hace ya algunos a?os que las series de televisi¨®n se han convertido en un espacio de construcci¨®n de relatos contempor¨¢neos mucho m¨¢s impactantes, y veraces, que los que nos ofrece en general una gran pantalla esclava de los dictados de las palomitas. Cuesta encontrar en el cine actual pel¨ªculas que hayan abordado por ejemplo cuestiones tan llenas de aristas como la masculinidad hegem¨®nica ¡ªMad men¡ª , las plurales identidades de g¨¦nero ¡ªTransparent¡ª o las dificultades que las mujeres siguen teniendo para ejercer el poder ¡ªBorgen¡ª.
La peque?a pantalla est¨¢ ofreci¨¦ndonos en la actualidad no solo productos impecables en cuanto a su manufactura, sino tambi¨¦n en cuanto a su capacidad de adentrarse en aspectos esenciales de las subjetividades del siglo XXI. En este sentido, tambi¨¦n las mujeres, con tantas dificultades para tener una presencia similar a la de los hombres en el cine y para ofrecernos su mirada sobre el mundo, est¨¢n encontrando en las series un lugar en el que no parecen regir, al menos con la misma intensidad, las reglas patriarcales de la gran pantalla y en el que por tanto no solo pueden tener el protagonismo que les niega el cine sino tambi¨¦n la oportunidad de contarnos otras historias.
Un magn¨ªfico ejemplo de esta ¡°revoluci¨®n¡± femenina es la recientemente emitida por HBO Big Little lies. Una serie que ha sido posible gracias al empe?o de Nicole Kidman, que adem¨¢s de productora es una de las protagonistas, y que ha dirigido con su habitual buen pulso el canadiense Jean-Marc Vall¨¦e, del que nunca olvidar¨¦ su hermos¨ªsima Crazy (2005). Uno de los grandes m¨¦ritos de esta miniserie no es solo el rotundo protagonismo femenino, hasta el punto de que los personajes masculinos son secundarios y en alg¨²n caso hasta accesorios, sino su valent¨ªa al mostrarnos buena parte de las servidumbres que las mujeres aparentemente aut¨®nomas del siglo XXI contin¨²an sufriendo, en especial la violencia machista que sacude la vida de tantas como la expresi¨®n m¨¢s brutal de desigualdad.
Las protagonistas de la serie, que viven en un lugar paradis¨ªaco y a las que vemos con recursos materiales m¨¢s que suficientes para tener una vida ¡°feliz¡±, son todas, en mayor o menor medida, prisioneras de un sistema sexo/g¨¦nero que las sigue colocando en una posici¨®n devaluada. Unas mujeres que contin¨²an teniendo dificultades para armonizar su vida familiar con la profesional (entre otras cosas porque esa responsabilidad recae m¨¢s sobre ellas que sobre los padres de sus criaturas), que viven con angustia las obligaciones que genera la maternidad, que est¨¢n encorsetadas entre un permanente sentimiento de culpa y una vigilancia social que es mucho m¨¢s cruel sobre ellas que sobre sus parejas, que parecen siempre insatisfechas con el proyecto de vida que finalmente est¨¢n realizando. Todo ello las hace, a pesar de su probada inteligencia y de la brillantez que les dejan demostrar en ocasiones, m¨¢s vulnerables que sus compa?eros, a los que vemos disfrutar de los privilegios en los que han sido educados y que contin¨²an asumiendo como algo natural.
Pero junto a todos esos elementos, y muchos otros que tienen que ver con eso que tan acertadamente sentenciara Tolstoi de que ¡°todas las familias felices se parecen, pero cada familia infeliz lo es a su manera¡±, el mayor m¨¦rito de Big Little Lies es el tratamiento que ofrece de la violencia de g¨¦nero a trav¨¦s del drama que vive Celeste (Nicole Kidman) en su matrimonio. Ella y el bell¨ªsimo Perry (Alexander Skarsg?rd) constituyen el prototipo de los protagonistas de un cuento de hadas. Son la expresi¨®n extrema de la belleza, la elegancia, la perfecci¨®n y la felicidad tanto material ¡ªla espl¨¦ndida casa en la que viven¡ª como emocional ¡ªesos hijos que parecen sacados de un cat¨¢logo de moda infantil¡ª. Son la traducci¨®n contempor¨¢nea del pr¨ªncipe y la princesa de cualquier producci¨®n Disney, es decir, la expresi¨®n m¨¢s depurada de todos y cada uno de los mitos del amor rom¨¢ntico y la representaci¨®n m¨¢s evidente de c¨®mo los mandatos heteropatriarcales contin¨²an haciendo de la familia tradicional el para¨ªso so?ado.
Pero tras esa envidiable fachada, como por desgracia es habitual en tantas parejas, habita un predador masculino que entiende el amor como dominio y una esclava de su se?or que incluso justifica la violencia ejercida sobre ella en nombre de la pasi¨®n. La serie nos va mostrando c¨®mo nunca antes, que yo recuerde, lo hab¨ªa hecho un producto televisivo todas las fases de la violencia de g¨¦nero, las m¨²ltiples estrategias de las que se sirve el maltratador y la espiral de auto-enga?o y de p¨¦rdida de autoestima de la que parece no poder ni querer salir la que permanentemente est¨¢ maquill¨¢ndose los moratones.
Adem¨¢s, vemos tambi¨¦n como esa violencia que tiene como principal v¨ªctima a la mujer genera otras v¨ªctimas (en este caso, los hijos) y c¨®mo sin ayuda especializada y externa es pr¨¢cticamente imposible salir de un laberinto en el que las cicatrices cada d¨ªa son m¨¢s dif¨ªciles de cerrar. Por todo ello, Big Little Lies deber¨ªa ser de visi¨®n obligatoria para todos los hombres que a¨²n no tienen muy clara la conexi¨®n que existe entre patriarcado-amor rom¨¢ntico- violencia y para todas las mujeres que necesitan una mano que tire de ellas antes de que acaben absolutamente hundidas en el fango de relaciones t¨®xicas que les roban su autonom¨ªa.
Afortunadamente, y no har¨¦ ning¨²n spoiler, el final de la serie no es tan terrible como el que con tanta frecuencia nos recuerdan los telediarios. Por el contrario, no pod¨ªa haber un final m¨¢s positivo y esperanzado que el que nos regala, y en el que frente a la omnipotencia masculina triunfa la sororidad femenina. Un ¨²ltimo cap¨ªtulo que incluso nos muestra un ep¨ªlogo que nos permite so?ar con una playa en la que al fin las mujeres se han liberado de la terrible carga de ser dependientes de los hombres, como si todas las protagonistas hubieran aprehendido la teor¨ªa del ¡°continuum lesbiano¡± de Adrienne Rich.
Un final radicalmente feminista que a su vez nos demuestra lo necesitados que estamos de ¡°otros¡± relatos, es decir, de historias que den voz y autoridad a la mitad que siempre tuvo un lugar secundario en el imaginario hecho a imagen y semejanza de quienes por los siglos de los siglos hemos tenido el poder.
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