Metrobot
Los robots est¨¢n peligrosamente cerca de quitar su trabajo a los conductores del metro
Madrid ha inventado el Metrobot, un robot que conduce el metro. El hallazgo se produjo el domingo pasado, cuando un conductor de la L¨ªnea 1, llam¨¦mosle Perkins, que estaba finalizando su parada en la estaci¨®n de Alvarado, percibi¨® que no pod¨ªa cerrar las puertas del convoy para reanudar la marcha. Sali¨® de su compartimento y pronto localiz¨® el problema en el cuarto vag¨®n: alg¨²n peque?o fallo mec¨¢nico imped¨ªa cerrar una de sus puertas. Perkins se meti¨® en el vag¨®n, resolvi¨® el problema y vio con alivio que las puertas se cerraban cuando, de repente, not¨® que el metro arrancaba.
Cabe preguntarse qu¨¦ har¨ªa el conductor para disimular su perplejidad ante los pasajeros del cuarto vag¨®n. Habr¨ªa que remontarse a Louis de Funes para hallar un actor digno de ese papel. Pero sigamos exponiendo los hechos.
Quien hab¨ªa puesto en marcha el convoy era, naturalmente, el piloto autom¨¢tico del metro, llam¨¦mosle Metrobot, que, habiendo percibido que las puertas se hab¨ªan cerrado a la perfecci¨®n, arranc¨® la m¨¢quina como estaba estipulado en su peque?o cerebro de silicio. Metrobot sali¨® de Alvarado, condujo de maravilla por el t¨²nel que subyace a la calle Bravo Murillo y lleg¨® a Estrecho con su pasaje en perfectas condiciones. Y abri¨® las puertas, dejando salir a sus pasajeros y al propio Perkins, que pudo entonces recuperar el control humano sobre la m¨¢quina ciega.
Metrobot no lo sab¨ªa, pero acababa de inaugurar una nueva era en el transporte del subsuelo. Una era en la que Perkins no ser¨¢ necesario. O lo ser¨¢ como mucho para apretar un par de tuercas atascadas.
Aunque con nombres supuestos, el episodio es ver¨ªdico, y este diario dio cuenta de ¨¦l anteayer. Quiz¨¢ d¨¦ para un corto, pero tambi¨¦n revela lo cerca que est¨¢n los robots de quitar su trabajo a los conductores del metro. En cierto sentido c¨®mico, Metrobot ya se lo ha quitado a Perkins, aunque solo entre Alvarado y Estrecho. Y seguramente porque Perkins se lo permiti¨® al dejarse puesto el autom¨¢tico cuando sali¨® de su cabina para arreglar la puerta. Si fuera as¨ª, se tratar¨ªa de un error comprensible, que podr¨ªamos haber cometido cualquiera de nosotros. Y que Metrobot ¡ªy sus programadores¡ª resolvieron a la perfecci¨®n.
La mayor¨ªa de los escollos a los que se enfrentan los coches autopilotados no existen en los trenes. El robot no tiene que reconocer su lugar en la autov¨ªa, ni utilizar complicados algoritmos para saber cu¨¢ndo puede adelantar a otro coche, ni saber qu¨¦ hacer si se le cruza uno por delante. Entre Alvarado y Estrecho, conducir es una tarea parsimoniosa y l¨®gica como la mente de Metrobot.
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