Volver a San Carlos
El municipio antioque?o de San Carlos recuper¨® su esencia con el retorno de su poblaci¨®n desplazada por la guerra
La guerra en San Carlos, un municipio de la regi¨®n colombiana de Antioquia a 119 kil¨®metros de Medell¨ªn, acab¨® ya hace unos a?os, pero aqu¨ª nadie la olvida. En el Jard¨ªn de la Memoria levantado en la plaza central del pueblo, cada flor simboliza a una v¨ªctima con su nombre. Las hay de color rojo para representar a las v¨ªctimas de homicidio, amarillas para las victimas de minas antipersona, blancas para las v¨ªctimas de abuso sexual, azules para las v¨ªctimas de reclutamiento forzado y moradas para las v¨ªctimas de desaparici¨®n forzada. Las m¨¢s abundantes fueron siempre las de color verde oscuro que llevaban el nombre de la familia que tuvo que dejar el pueblo por la violencia, pero a su lado se fueron colocando otras color verde claro que representan a esas mismas familias que decidieron regresar a?os despu¨¦s. Lo hicieron ya 13.500 personas de las 20.000 que llegaron a marcharse. Gracias a un exitoso proceso de retorno, el municipio antioque?o se ha convertido en un referente en un pa¨ªs como Colombia que tiene todav¨ªa siete millones de desplazados y la ardua tarea por delante de construir la paz.
San Carlos hab¨ªa sido un tranquilo pueblo campesino hasta que el Estado lo conceptu¨® como un lugar estrat¨¦gico para el desarrollo de Colombia. En los ochenta, aprovechando sus grandes recursos h¨ªdricos, la construcci¨®n de embalses y centrales hidroel¨¦ctricas transformaron y se apropiaron del territorio. Hoy, se genera aqu¨ª un 33% de la energ¨ªa del pa¨ªs, pero en la regi¨®n todos saben la estela de sufrimiento que dej¨® la implantaci¨®n de esos megaproyectos.
La riqueza energ¨¦tica despert¨® el inter¨¦s de la guerrilla de las FARC y del ELN, y tambi¨¦n de los paramilitares que empezaron a disputarse la zona. Los guerrilleros tratando de instrumentalizar el descontento social y sabotear las infraestructuras, y los segundos para contrarrestar a las guerrillas apoyados por las fuerzas militares del Estado que se dedicaron m¨¢s a proteger las inversiones que a la poblaci¨®n. Entre todos convirtieron a San Carlos en un campo de batalla donde la poblaci¨®n civil llev¨® la peor parte.
Las estrategias de terror de los armados se tradujeron en masacres y asesinatos, desapariciones, violencia sexual, amenazas, extorsiones y colocaci¨®n de minas. Los paramilitares destruyeron de forma sistem¨¢tica proyectos agr¨ªcolas que se hab¨ªan gestado durante a?os aludiendo que eran el sustento de las guerrillas. Cerca de tres d¨¦cadas de asedio y muerte acabaron produciendo el desplazamiento de 20.000 de los 24.000 habitantes del municipio. Seg¨²n el informe del Centro Nacional de Memoria Hist¨®rica, San Carlos, memorias del ¨¦xodo en la guerra, la violencia vivida aqu¨ª representa uno de los casos m¨¢s paradigm¨¢ticos de la capacidad devastadora que tuvo la guerra en Colombia.
Las l¨¢grimas empa?an la cara de do?a C¨¦lima Ram¨ªrez cada vez que recuerda el d¨ªa que tuvieron que abandonar el pueblo, su casa, las tierras sembradas y los animales. Vivieron como desplazados siete a?os en Medell¨ªn. Su marido pas¨® de cultivar la tierra a recoger cartones en la gran ciudad para subsistir. Tambi¨¦n Luz Miriam L¨®pez fue de las personas que se desplaz¨® en el 2002. ¡°Como mam¨¢ ten¨ªa el coraz¨®n destrozado pensando en el futuro de mi ni?a, preocupada por donde ir¨ªamos a dormir y si alguien nos brindar¨ªa un plato de comida. Fue el peor de los sue?os. El d¨ªa que salimos de nuestra finca est¨¢bamos rodeados de uniformados por todas partes. Nos toc¨® dejarlo todo¡±, recuerda.
Los desmovilizados vieron que no les ¨ªbamos a sacar los ojos pero tampoco a permitir que siguieran haciendo lo mismo
Pastora Mira
La mayor¨ªa de sancarlitanos vivieron como desplazados en Medell¨ªn, muchos con la tristeza y a?oranza que produce el desplazamiento y la expectativa de volver alg¨²n d¨ªa. Con la desmovilizaci¨®n de los 2.000 integrantes del bloque paramilitar que operaba en la zona, la reforzada presencia militar y el repliegue guerrillero, muchas familias decidieron retornar por su cuenta y riesgo. San Carlos no era ya el mismo lugar que dejaron. Los caminos y las carreteras estaban deteriorados, los centros educativos destruidos, las casas semiderruidas y cubiertas de maleza, y exist¨ªa un gran enemigo oculto; el de las minas antipersona sembradas por todas partes. La alcald¨ªa local no ten¨ªa capacidad para atenderlos y declar¨® la emergencia por retorno para articular una respuesta que lider¨® finalmente la alcald¨ªa de Medell¨ªn.
La llamada alianza Medell¨ªn-San Carlos promovi¨® un programa de acompa?amiento integral a las personas retornadas para que se hiciera en condiciones de seguridad, garantizando la restituci¨®n de sus derechos y revitalizando el desarrollo local. El programa apoy¨® a cientos de familias en temas como seguridad alimentaria, salud, atenci¨®n psicosocial, educaci¨®n, proyectos productivos y construcci¨®n o rehabilitaci¨®n de viviendas, adem¨¢s de mejorar las carreteras e iniciar las tareas de desminado.
Fortaleza de los retornados
Retornar y reconstruir un proyecto vida en el mismo lugar que se dej¨® no fue una decisi¨®n f¨¢cil. Sin embargo, para muchos campesinos, angustiados de vivir en un bosque de cemento pasando penalidades, la posibilidad de poder volver a labrar la tierra en sus parcelas fue un anhelo cada vez mayor. ¡°Extra?¨¢bamos nuestros sembrados, nuestros animales, los huevos que nos daban las gallinas, la leche que nos daban las vacas, las frutas con las que hac¨ªamos jugo¡±, dice Luz Miriam que decidi¨® regresar y hoy tiene un peque?o negocio de preparaci¨®n de comidas t¨ªpicas por encargo donde vende empanadas, morcillas y tamales.
Para Mar¨ªa Patricia Giraldo, exalcaldesa de San Carlos y una de las promotoras del retorno, hacer que volviesen el mayor n¨²mero de personas en condiciones de dignidad fue todo un reto. ¡°Lo m¨¢s dif¨ªcil fue enfrentar la afectaci¨®n psicosocial que dej¨® el conflicto armado en la gente. Y a¨²n as¨ª, una ve esa recuperaci¨®n que ha tenido el municipio en estos ¨²ltimos a?os y no se la cree. Valoro mucho a las personas retornadas porque es de admirar que alguien que se desplaz¨® de una vereda donde le asesinaron su hijo o le desaparecieron a su esposo regrese a la misma vereda y a la misma casa. Eso requiere de mucha fortaleza¡±, dice esta abogada sancarlitana.
do?a C¨¦lima tuvo esa fortaleza. Nunca perdi¨® la esperanza de volver. ¡°Me vine primero sola. Cuando llegu¨¦ la casa estaba medio ca¨ªda y se lo hab¨ªan robado todo; las ollas, las s¨¢banas. Empec¨¦ a sembrar pl¨¢tano y a los cinco meses ya hab¨ªa matas grandes. A mi marido y a mis hijos se les quit¨® el miedo y fueron llegando despu¨¦s. Al principio casi no hab¨ªa nadie y mire como est¨¢ esto otra vez de gente. Regresar fue como volver a nacer¡±, dice.
Entre el paisanaje veredal de San Carlos, Eli¨¦cer Mart¨ªnez, anda dedicado de pleno a sus cultivos de estevia. Retorn¨® y le ha ido bien. ¡°Quise cambiar porque aqu¨ª tradicionalmente siempre estamos con el caf¨¦ o la ca?a de az¨²car, La estevia es un cultivo que necesita menos tierra, produce muy r¨¢pido y da buena rentabilidad porque ya tenemos toda la comercializaci¨®n asegurada en Bogot¨¢ y Medell¨ªn¡±, afirma. No muy lejos, Dora Nelly Bedoya vuelve a criar cachama y pilapia en sus estanques pisc¨ªcolas, lo mismo que hab¨ªa hecho toda la vida antes de ser desplazada.
Todos ellos ya pueden recorrer sin miedo los caminos de las veredas, ahora libres de minas. Y es que la presencia de minas supuso una de las mayores dificultades en relaci¨®n con el retorno. Desminar todo el territorio fue una tarea gigantesca realizada por los propios retornados de la mano con el Ej¨¦rcito en la que se destruyeron cerca de 750 minas. San Carlos fue declarado como el primer municipio de Colombia libre de sospecha de minas.
Do?a Pastora
El otro gran reto del proceso de retorno fue el de la reconciliaci¨®n. La llegada al municipio de 46 paramilitares desmovilizados para reinsertarse gener¨® una dif¨ªcil situaci¨®n para los residentes de San Carlos, especialmente para los que fueron v¨ªctimas de sus atrocidades. Unos volvieron a delinquir, pero la gran mayor¨ªa si logr¨® reinsertarse. Ram¨®n Alonso es uno de ellos que inclusive pidi¨® perd¨®n p¨²blicamente a los que sufrieron la violencia paramilitar en el municipio. ¡°Con las v¨ªctimas me fue bien. Al principio, frente a ellas, uno no era capaz ni de hablar, se le hac¨ªa un nudo en la garganta. Sent¨ª tambi¨¦n el desprecio que luego fue desapareciendo. No quiero m¨¢s aquella vida, aunque me han seguido presionando para que volviera a coger un arma a cambio de dinero¡± dice el desmovilizado que pudo acabar el bachillerato, tuvo dos hijos y consigui¨® trabajo.
Desminar el territorio fue una tarea gigantesca realizada por los? retornados y el Ej¨¦rcito. Se destruyeron cerca de 750 minas
Ram¨®n Alonso no hubiera podido reinsertarse sin la ayuda de Pastora Mira, una de las personas que mejor entiende lo sucedido en San Carlos. Ella es una de las cuatro mil personas del municipio que se resisti¨® a abandonarlo y vivi¨® pr¨¢cticamente confinada durante los a?os m¨¢s duros de la guerra. A do?a Pastora, como aqu¨ª la conocen, el conflicto armado le quit¨® a su padre, a su marido, a un hermano y a su hijo y a su hija, secuestrados y asesinados ambos por los paramilitares.
Sin embargo, esta reconocida lideresa sancarlitana, que fue concejal local durante la etapa del retorno, hizo una decidida apuesta por la reconciliaci¨®n y el perd¨®n. Cre¨® en su tiempo el Centro de Acercamiento para la Reconciliaci¨®n y la Reparaci¨®n (CARE) cuando muchas v¨ªctimas empezaron a perder el miedo y hacerse visibles para reclamar sus derechos. Con la llegada de los desmovilizados, algunos sancarlitanos se preguntaron qu¨¦ iban a hacer para convivir con ellos y promovieron un acercamiento que tuvo un impacto positivo, aunque tambi¨¦n hubo v¨ªctimas que jam¨¢s tuvieron la fuerza suficiente para med¨ªrseles. ¡°Mi mam¨¢ nunca vino al CARE. Tuvo 10 hijos y le mataron a tres. Cada uno lleva su proceso¡±, dice Mar¨ªa, una de sus otras hijas que si participaba en las actividades del centro.
La idea, reconoce Pastora, tuvo muchos detractores, pero la defiende sin fisuras. ¡°Dec¨ªan que c¨®mo se nos ocurr¨ªa que las v¨ªctimas trabajasen con los victimarios y yo contestaba que lo ¨²nico que pretend¨ªamos era mejorar la convivencia y que no hubiera m¨¢s muertos. Los desmovilizados vieron que no les ¨ªbamos a sacar los ojos pero tampoco a permitir que siguieran haciendo lo mismo. Y as¨ª se fue presentando tambi¨¦n la posibilidad de que nos dijeran donde estaban las fosas para encontrar a nuestros seres queridos. Localizamos 42 cuerpos, entre ellos el de mi hija. Las victimas aqu¨ª no le hemos apuntado tanto a pedir justicia punitiva, sino m¨¢s bien restaurativa¡±, dice Pastora.
La lideresa sancarlitana, que hoy se dedica a hacer pedagog¨ªa por todo el pa¨ªs explicando la experiencia de San Carlos, valora, incluso por encima del retorno, el esfuerzo de sus paisanos por conseguir la reconciliaci¨®n que a la postre, dice, es la raz¨®n por la que hoy el pueblo est¨¢ tranquilo. ¡°En San Carlos se logr¨® la reconciliaci¨®n y esta vale pena si somos capaces de proyectarla. Ac¨¢ la guerra no vuelve, no la dejamos entrar¡±, afirma convencida.
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