Las apuestas no son un juego
A los periodistas se nos exige objetividad por encima de todo, y uno de los ¡®mandamientos¡¯ del Libro de estilo de EL PA?S es que en cuestiones objeto de disputa hay que buscar la opini¨®n de las distintas fuentes. Pero eso no significa que el periodista deba ser neutral y dar el mismo valor a las opiniones basadas en hechos comprobados que a las simples opiniones. Este ¡®falso equilibrio¡¯, uno de los caballos de batalla de muchos de mis colegas anglosajones, y ha sido criticado tambi¨¦n en esta secci¨®n por alguno de mis antecesores, Una lectora me ha se?alado un ejemplo de este error period¨ªstico en un reciente reportaje.
Una lectora, Mar¨ªa Jos¨¦ Contreras, profesora de Psicolog¨ªa de la UNED, me ha escrito un largo mensaje en el que llama mi atenci¨®n sobre un posible caso de falsa equidad, aunque no lo define con ese nombre. Se refiere a un apartado del reportaje, Hagan juego, muchachos, publicado el jueves 13 de abril en las ediciones impresa y digital del diario. El texto describ¨ªa la expansi¨®n que est¨¢n teniendo en Espa?a, y en especial, el inter¨¦s que despiertan entre los j¨®venes, los locales de apuestas deportivas. En la edici¨®n impresa (en la digital el p¨¢rrafo se inclu¨ªa dentro del cuerpo del art¨ªculo), se resalt¨® en un despiece en negrita, la controversia en torno a lo que puede significar esa normalizaci¨®n del juego entre los j¨®venes. Para ello se recurr¨ªa a dos expertos, el profesor Jos¨¦ Antonio G¨®mez Y¨¢?ez autor del Anuario del Juego, un documento elaborado por la Universidad Carlos III y la Fundaci¨®n Codere, creada por una de las mayores empresas de juego, y la doctora Susana Jim¨¦nez Murcia, psiquiatra de la Unidad de Juego Patol¨®gico del Hospital de Bellvitge de Barcelona.
Ambos discrepaban en lo relativo a la tasa de juego problem¨¢tico, el porcentaje de casos de lo que podr¨ªamos llamar jugadores patol¨®gicos que se generan, que la doctora situaba en torno al 1¡¯5% y el 2% de la poblaci¨®n, de acuerdo con c¨¢lculos de la UE. Pero, y esto es lo que ha llamado la atenci¨®n de los lectores, y no s¨®lo de Mar¨ªa Jos¨¦ Contreras, el primero dec¨ªa respecto a las apuestas [son] una opci¨®n de ocio m¨¢s, como comprar un libro o ir al cine o al teatro. Lo que pasa es que la sociedad espa?ola es muy moralista. Mientras que la doctora Jim¨¦nez Murcia, experta en el tratamiento de casos de ludopat¨ªa (un trastorno mental definido como tal tanto por la OMS como por la Asociaci¨®n Psiqui¨¢trica Americana, que elabora listas con las enfermedades mentales), se?alaba que el problema reside en la naturalidad con la que los chavales se toman las apuestas. No son un entretenimiento cualquiera. Es una actividad con un gran potencial adictivo, sobre todo en edades tempranas, dec¨ªa.
La noticia presenta las dos versiones a un mismo nivel, cuando es la doctora la que se enfrenta diariamente en su unidad de juego patol¨®gico al drama familiar que estas situaciones suelen desembocar, sin ning¨²n inter¨¦s tendencioso, como el que s¨ª creo que se da en la interpretaci¨®n de los datos del profesor G¨®mez Y¨¢?ez, se?ala la se?ora Contreras, aludiendo a la informaci¨®n que en la pieza principal precisa que el profesor es autor del "Anuario del juego" elaborado por su Universidad y la Fundaci¨®n Codere. Y se pregunta refiri¨¦ndose a la frase del profesor de que las apuestas son una opci¨®n de ocio normal: ?De verdad piensa esto EL PA?S? ?Es comparable apostar dinero y jugar, con ir al cine, al teatro o comprar un libro? .
La se?ora Contreras a?ade, adem¨¢s, lo siguiente: Vivo en Vallecas Villa, un barrio obrero, he pertenecido al AMPA del colegio de mis hijas y al Consejo Escolar y conozco de primera mano las dificultades de muchas familias del barrio para pagar el fondo de material escolar (70 euros anuales), chavales/as que no pueden ir a la universidad sin becas,... un caldo de cultivo muy peligroso, donde el juego puede verse como una salida para conseguir dinero f¨¢cil. En los ¨²ltimos meses, observamos con estupor como se abren locales de apuestas en cada esquina, en un paseo de media hora puedes encontrar cinco ?tanta gente apuesta en mi barrio? Las empresas no pierden, si no, no abrir¨ªan locales, luego el riesgo al que nos llevar¨¢ esto a corto plazo es muy claro. Por favor, que su peri¨®dico no sea c¨®mplice.
Marta Fern¨¢ndez, miembro reciente del equipo de reporteros de EL PA?S, y autora del reportaje, responde a estas cr¨ªticas. En efecto, en el despiece de la noticia se da el mismo peso a las dos opiniones, para contraponerlas y enfrentarlas y que sea el lector quien decida con qu¨¦ versi¨®n se queda. ?Debe el periodista ponerse de un lado o de otro o tiene que exponer lo que dice cada una de las partes ¨Csin escamotear datos- y que el lector saque su conclusi¨®n? Creo que el lector debe tener las piezas y armar el puzle. Y en muchas ocasiones basta con las palabras de los entrevistados, sin que quien escribe tenga que a?adir nada m¨¢s. De hecho, creo que es lo que ha hecho nuestra lectora en esta ocasi¨®n.
Y a?ade: El despiece no pretende ser un resumen del reportaje. Es un destacado. Un a?adido. Una llamada de atenci¨®n sobre un asunto esencial del tema general, que en este caso era c¨®mo perciben el juego los j¨®venes aficionados a las apuestas deportivas. A partir de los hechos que se exponen, el lector es libre de decidir qu¨¦ visi¨®n le convence m¨¢s, la de la doctora o la del profesor. Y el periodista, cuanto m¨¢s invisible sea, mejor.
Entiendo que la decisi¨®n de Marta Fern¨¢ndez no ha sido f¨¢cil, pero creo que en este caso tiene raz¨®n la lectora, porque no se puede sacar una conclusi¨®n clara de dos opiniones no homog¨¦neas. De un lado tenemos la de una experta en el tratamiento de jugadores patol¨®gicos, que alerta sobre los riesgos del juego de apuestas, bas¨¢ndose en datos y en su propia experiencia, y del otro, una opini¨®n privada, que no se basa en dato alguno, y procedente adem¨¢s de una persona que ha colaborado con una de las mayores empresas de juego.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.