C¨¢rdenas vs. Richard Gere: cr¨®nica de un naufragio
El programa 'Hora Punta' invit¨® al actor, en un intento -sin ¨¦xito- de mendigar algo de carisma atrayendo estrellas internacionales como su gran competidor, 'El Hormiguero'
S¨ª, Richard Gere visit¨® anoche Hora Punta, el programa de C¨¢rdenas, y el espect¨¢culo fue tan decadente como te imaginas. Es cierto que nadie en su sano juicio podr¨ªa esperarse otra cosa, pero hay algo morboso y hasta cierto punto juguet¨®n en la idea de ver un show agonizante, denostado por la cr¨ªtica y m¨¢s bien ignorado por el p¨²blico, mendigar algo de carisma atrayendo estrellas internacionales al modo de su gran competidor, El Hormiguero. De eso trataba la noche, de asestar un pu?etazo infantil en la mesa para berrear que ellos tambi¨¦n pod¨ªan hacerse amigos de los famosos.
Sin embargo, nada acababa de funcionar. Podremos sentir mucha grima ante la sobreactuaci¨®n en sostenuto de Pablo Motos bailoteando como un microbio el¨¦ctrico, pero nos guste o no el programa funciona. Tiene su p¨²blico, saben crear momentos. ?Es repelente? Puede, pero hay un andamiaje t¨¦cnico ¡ªcomandado, entre otros, por Jorge Salvador?¡ª que engrasa la maquinaria del ridi elev¨¢ndolo hacia lo profesional. El programa de C¨¢rdenas, en cambio, carece de personalidad y es incapaz de disimular que est¨¢ desesperado por encontrarla.
En Espa?a hemos abandonado el late. Desde que Buenafuente quedara relegado al prestigio por cable de Movistar, lo m¨¢s parecido a este formato (humor + entrevistas a famosos) se encuentra en eso que llamamos access time, donde compiten Hora Punta y El Hormiguero. La visita de Richard Gere era la ¨²ltima bala de C¨¢rdenas para intentar decir ¡°aqu¨ª estoy yo¡± (hablamos, en fin, de una persona a la que le encanta decir ¡°aqu¨ª estoy yo¡±), con resultados que sobrepasaron previsiblemente todos los l¨ªmites del bochorno, como el marcado por este r¨®tulo.
El protagonista de Pretty Woman no se hizo de rogar y entr¨® r¨¢pido a plat¨®, con un saludo enrarecido que pronosticaba la avalancha de verg¨¹enza ajena que vendr¨ªa despu¨¦s. Lo hizo acompa?ado de una int¨¦rprete porque le incomodaba el pinganillo para la traducci¨®n simult¨¢nea. Este capricho marc¨® el ritmo leproso de toda la entrevista, repleta de silencios inc¨®modos: C¨¢rdenas deb¨ªa negociar, sonrisa el¨¢stica y nada cre¨ªble mediante, con un oc¨¦ano de bisbiseos entre sus preguntas y las respuestas de Gere. Todo resultaba m¨¢s g¨¦lido que el pelo del invitado y m¨¢s atropellado que la dicci¨®n del maestro de ceremonias.
La actitud del programa se parec¨ªa a la de una madre que te acoge en casa despu¨¦s de muchos a?os y te prepara, para comer, tus siete postres favoritos. Se desprend¨ªa una necesidad hist¨¦rica de gustar, de caer bien. S¨®lo as¨ª se explica la aparici¨®n en escena de Lama Wangchen, monje budista a quien Gere conoce desde hace m¨¢s de treinta a?os y que fue presentado por C¨¢rdenas como ¡°un amigo com¨²n que tenemos, Richard¡±, para m¨¢s tarde matizar que se trataba de ¡°el profesor de uno de mis mejores amigos¡±. Uno se imagina perfectamente a C¨¢rdenas sudando en la redacci¨®n:
¡ª?Qu¨¦ le gusta a Richard Gere?
¡ª?El budismo!
¡ª?Pues traigamos a un budista!
Como el whathefuckismo iba en aumento, la mesa del programa se fue llenando de colaboradores tan oportunos como la hija de la dobladora de Julia Roberts en Pretty Woman (s¨ª) o Jos¨¦ Mar¨ªa I?igo (s¨ª), cuya participaci¨®n se limit¨® a una broma capilar (s¨ª) y a besar al invitado (s¨ª). Pero lo m¨¢s grotesco estaba por llegar.
Sin que viniera a maldito cuento, C¨¢rdenas empez¨® a hablar del s¨ªndrome de Down. Uno podr¨ªa pensar que Gere lleva una fundaci¨®n sobre el tema, o algo as¨ª, pero no; simplemente, el director de F.B.I. (Frikis Buscan Incordiar) vio pertinente desviar la conversaci¨®n hacia el carril de la empat¨ªa. Aquella escenificaci¨®n grosera de intenciones nobles no pod¨ªa ser m¨¢s artificial, tal vez porque resulta dif¨ªcil creerse al C¨¢rdenas evang¨¦lico que hace contorsiones por hacernos olvidar un pasado como entrevistador oficial de Poz¨ª. Se dio entrada, pues, al v¨ªdeo de una chica afectada por el s¨ªndrome, que pregunt¨® al actor si era cierto el rumor de que se llevaba mal con Julia Roberts. Gere respondi¨® encogi¨¦ndose de hombros, con tono de haber pasado ya cincuenta mil veces por el mismo aro. ¡°Somos amigos, blablabla¡±. Entonces C¨¢rdenas, aterrorizado por la posibilidad de quedar en evidencia ante su estrella, dej¨® al descubierto su verdadera naturaleza:
¡ªQuiero dejar claro que ¨¦sta es una pregunta que hace la chica.
Fue un momento bello, de cierta claridad.
Para no romper con la t¨®nica, y aprovechando el madridismo de Gere, la entrevista finaliz¨® con otro v¨ªdeo, esta vez de un ¡°hombre muy influyente en el Real Madrid¡±, seg¨²n se dijo. Era ¨¦ste:
As¨ª acab¨® la tortura.
Y bueno.
Es probable que Hora Punta no levante nunca cabeza. C¨¢rdenas no puede ser una suerte de Alex Jones anabolizado por las ma?anas, repartiendo su sa?a entre escotes y Buenafuentes, para luego, a la noche, convertirse en una hermana de la caridad. Sin embargo hay una victoria ¡ªllam¨¦mosle una victoria moral¡ª que nadie podr¨¢ arrebatarle. Es posible que le cancelen el programa en dos semanas, pero est¨¢ intentando hacer el tipo de talk show que nuestro pa¨ªs quiere. La misma noche que ¨¦l met¨ªa budismo, Roncero y s¨ªndrome de Down en la batidora, su enemigo Buenafuente, de cuyas audiencias suele burlarse, entrevistaba a Irvine Welsh en la lejan¨ªa m¨¢s o menos sofisticada y m¨¢s o menos invisible de Movistar. Como tantas otras noches en las que Pablo Motos brome¨® con Jandro y Buenafuente, con Ignatius. Cada uno juega su papel, hasta cierto punto deprimente, hasta cierto punto democr¨¢tico.
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