Puro miedo
EL PAZO DE MEIR?S fue adquirido peseta a peseta por gente como t¨² y como yo, para luego regal¨¢rselo a Franco y se?ora, que se hab¨ªan encaprichado de ¨¦l. Se acercaba el alcalde del pueblo a tu casa con la pistola al cinto y te dec¨ªa:
¨CEn la n¨®mina de este mes te vamos a quitar tanto para hacerle un obsequio al Caudillo.
?Y t¨² que ibas a responder? Tragabas porque no era una pregunta, era una orden y, si desobedec¨ªas, te calificaban de desafecto y a partir de ah¨ª pod¨ªa ocurrirte cualquier cosa, desde que te rompieran las piernas a que te fusilaran, como cuando te niegas a pagar la extorsi¨®n a una banda armada. De hecho, Franco era a la saz¨®n el jefe de una banda armada que mat¨® m¨¢s que ninguna otra de las que tenemos noticias. Hist¨®ricamente hablando, en fin, el cambio de propiedad del pazo de Meir¨¢s fue el resultado de un chantaje que est¨¢ de sobra documentado.
Pese a ello, a la muerte del dictador la familia hered¨® el inmueble sin que hasta la fecha se conozca una iniciativa pol¨ªtica para expropiar lo que en su d¨ªa fue la consecuencia de un atraco. ?Por qu¨¦? Por miedo, no cabe otra respuesta. Digamos que al principio pod¨ªa haber sido por prudencia, luego por templanza, pero no hay explicaci¨®n a que, 40 a?os despu¨¦s de inaugurada la democracia, la familia de Franco, adem¨¢s de seguir siendo propietaria del inmueble, se r¨ªa de las normas que la obligan a abrirlo un d¨ªa de la semana al p¨²blico. Miedo, puro miedo. Nos tiemblan las rodillas frente a esa pandilla de fantoches. ?Comprend¨¦is ahora, queridos j¨®venes, c¨®mo se hizo la Transici¨®n?
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