Quien rompe se rompe
La gu¨ªa negociadora para el 'Brexit' es la m¨¢xima expresi¨®n de cu¨¢n desastrosa se presenta la opci¨®n separatista de Reino Unido
Quien rompe con el conjunto corre el riesgo de romperse. Pues vivir durante d¨¦cadas en un club modelado por leyes, pol¨ªticas y complicidades de hecho ¡ªy protegido por ellas¡ª modula la identidad originaria. Se transforma. Cuando uno socava el edificio donde est¨¢ enclavado su propio piso, este corre el peligro de fisuras.
Al librarse del supuesto cors¨¦ europeo, Reino Unido se desprende tambi¨¦n de su cobertura global. Le ser¨¢ m¨¢s arduo renegociar en solitario los 60 tratados comerciales fraguados en su nombre (y de sus socios) por Bruselas. Porque el sue?o de la supremac¨ªa brit¨¢nica es m¨¢s bien una m¨¢scara de discapacidad: sus 65 millones de consumidores pesan, a la hora de regatear con un actor tercero, mucho menos que los 440 millones de los Veintisiete.
La gu¨ªa negociadora para el Brexit aprobada ayer constituye la m¨¢xima expresi¨®n de cu¨¢n desastrosa se presenta la opci¨®n separatista elegida por el Reino Unido.
Su bander¨ªn de enganche era recuperar la soberan¨ªa nacional como instrumento para una (moralmente miserable) pol¨ªtica anti-inmigratoria. La primera paradoja de ese empe?o aflor¨® cuando el Gobierno de May pretendi¨® sustraer esa operaci¨®n de recuperaci¨®n del autogobierno al control del ¨®rgano representativo por excelencia de la soberan¨ªa nacional, el Parlamento.
Tuvo que ser el Tribunal Supremo quien deshiciese ese disparate autoritario. Pues bien, la gu¨ªa menoscaba ahora la soberan¨ªa brit¨¢nica en un asunto quiz¨¢ anecd¨®tico, pero clave para el nacionalismo ingl¨¦s ¡ªy para la unidad del Reino autotitulado Unido¡ª-, Gibraltar.
El punto 24 (antes 22) del manual impone que cualquier acuerdo sobre la relaci¨®n futura Europa/Gran Breta?a post-divorcio solo se aplicar¨¢ al Pe?¨®n si as¨ª lo acepta Espa?a. As¨ª que la Uni¨®n impone de facto que las leyes que daban regir la vida cotidiana de los gibraltare?os habr¨¢n sido codecididas ¡ªal menos, y es mucho, en la posibilidad de su aplicaci¨®n territorializada¡ª por los espa?oles.
Quien decide qu¨¦ ley se aplica es soberano. Quien lo codecide es cosoberano. De ah¨ª que los Veintisiete auspician en realidad una soberan¨ªa mutualizada o cosoberan¨ªa hispano-brit¨¢nica, justo en la ¨¦poca de las postsoberan¨ªas nacionales. Se entiende que el viejo aparato imperial arda en ardor guerrero, nost¨¢lgico de las Malvinas.
Al renunciar a decidir en conjunto con los dem¨¢s europeos, Londres se queda ¡ªy esta es la paradoja m¨¢s cruel¡ª, con menos kilos de capacidad de actuaci¨®n e influencia sobre la futura legislaci¨®n vigente en algunos de sus territorios. Vaya negocio.
La cuesti¨®n de Irlanda del Norte es tan o m¨¢s grave. Europa, fabricante de paz, auspici¨® el pacto de Viernes Santo de 1998.
Pronto, fuera de la UE, aumentar¨¢ el riesgo de tensi¨®n y enfrentamiento civil en el Ulster. Y reaflorar¨¢n las previsiones de aquel acuerdo (Anexo, puntos 1/i y 1/ii): la ¡°legitimidad de cualquier opci¨®n¡±, sea la uni¨®n con Gran Breta?a o con el Eire; el derecho a dirimir el dilema por las urnas.
La gu¨ªa las actualiza. Y se ha pactado, verbalmente, que si el Ulster decide agruparse con la Rep¨²blica de Irlanda, quedar¨ªa ipso facto incorporada a la UE, por absorci¨®n (como la RDA por la RFA) o ampliacion interna. Atenci¨®n, secesionistas: no confundan salvar este principio unificador europeo con estimular la fragmentaci¨®n.
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