Fascismo
Es habitual en los campos de f¨²tbol, desde los de profesionales a los de juveniles, la presencia de hinchas y padres llenos de odio y desprecio hacia el oponente
Lo peor de que te guste el f¨²tbol es la gente a la que tienes que tratar. Tal vez a algunos la afirmaci¨®n les suene muy fuerte, pero es porque no conocen a los hinchas futbol¨ªsticos o no tienen un hijo que practique ese deporte que se reduce a meter un bal¨®n en una red pero que mueve tanto dinero como el tr¨¢fico de armas o el de estupefacientes.
Este martes me invitaron a ver en el estadio Bernab¨¦u el partido de Champions entre los dos equipos de Madrid, con la mala suerte de que mis asientos estaban en la zona de los denominados radicales madridistas, antes llamados ultrasur (por cierto que la identificaci¨®n entre radical y energ¨²meno nunca he logrado entenderla, pues radical es una palabra noble). Y, aunque conoc¨ªa ya c¨®mo se las gastan los radicales de los diferentes clubes, volv¨ª a mi casa sobrecogido por la violencia, la agresividad expresiva y verbal y el fascismo puro y duro que destilan esos grupos que se mueven como falanges macedonias portando s¨ªmbolos y banderas y cantando himnos y canciones cargados de odio hacia los adversarios. Al comp¨¢s del meg¨¢fono de un agitador, durante todo el partido estuvieron insultando a los hinchas atl¨¦ticos (¡°paletos¡±, ¡°perros¡±, eran los adjetivos m¨¢s suaves) y haci¨¦ndoles peinetas o el signo de los cuernos con los dedos cada vez que Cristiano Ronaldo met¨ªa un gol. Mi compa?ero de asiento, un joven al que imaginas al d¨ªa siguiente llevando a sus hijos al colegio y acudiendo a su trabajo bien vestido, me impresion¨® desde el primer momento por su mirada de odio, que la hinchaz¨®n de las venas del cuello acentuaba con cada insulto, y no era una excepci¨®n.
Pero no hace falta ir al Santiago Bernab¨¦u ni a cualquiera de los estadios de f¨²tbol donde juegan los equipos de Primera para advertir la carga de odio y violencia que anida en muchos de los espectadores. Acompa?ar a un hijo a un partido de juveniles, incluso de infantiles o a¨²n m¨¢s peque?os, supone muy a menudo una actividad de riesgo, y hablo por experiencia, no por las im¨¢genes que ¨²ltimamente veo en la televisi¨®n. Por desgracia para los aficionados a ese deporte, que produce tanta belleza como emoci¨®n como simple espect¨¢culo, la violencia en su entorno no es una excepci¨®n como los periodistas deportivos quieren hacernos creer (algunos de ellos echando tambi¨¦n bilis por la boca) sino que es habitual en los campos de f¨²tbol, desde los de profesionales hasta los de juveniles, donde hinchas y padres llenos de odio y desprecio hacia el oponente demuestran cada jornada que el fascismo sigue anidando en nosotros mucho m¨¢s de lo que nos gustar¨ªa saber.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.