Un experto en cerdos
LA ?LTIMA TEMPORADA de Fargo comienza con un interrogatorio en la antigua Alemania Oriental. El polic¨ªa pregunta al detenido si se llama Fulano de Tal. El detenido responde que no. El polic¨ªa revisa unos papeles y dice que es lo que pone all¨ª y lo que pone all¨ª es la opini¨®n del Estado.
¨C?Acaso el Estado puede equivocarse? ¨Ca?ade.
El detenido enmudece, porque acusar al Estado de equivocarse puede acarrear m¨¢s conflictos que la usurpaci¨®n de personalidad. El Estado, en los reg¨ªmenes totalitarios, lleva siempre la raz¨®n. Ah¨ª tienen a Kim Jong-un llevando la raz¨®n en materia de cerdos. El Amado L¨ªder, o como se conozca a este individuo de la saga familiar de amados y queridos, no sabe nada acerca de estos animales, pero le han invitado a visitar una granja y ah¨ª lo tienen: se ha separado del s¨¦quito, se ha acercado a los gorrinos y ha empezado a opinar sobre su peso, su tama?o su coloraci¨®n, su textura¡, no tenemos ni idea. Lo cierto es que su actitud es la de un entendido en el trance de proporcionar una lecci¨®n magistral sobre la materia. De hecho, sus subordinados han cogido un cuaderno y un l¨¢piz para tomar nota. A lo mejor, Kim Jong-un acaba de decir que esos ciervos est¨¢n un poco pasados de kilos. Si ¨¦l dice que son ciervos, son ciervos. O quiz¨¢ se est¨¢ limitando a contarlos: uno, dos, tres, cuatro, para presumir de sus conocimientos de aritm¨¦tica. Sea lo que sea, la escena acojona porque uno, en cuanto hombre, incluso en cuanto cerdo (todos mam¨ªferos al fin y al cabo), tambi¨¦n la sufre en alguna medida. Aqu¨ª, el ¨²nico que disfruta es el gordo.
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