?Hay de verdad demasiados excesos en las fiestas de primera comuni¨®n?
Los cambios experimentados en estas celebraciones son una muestra de la tendencia creciente de llenar la vida de los hijos de momentos inolvidables
Es ¨¦poca de primeras comuniones, y muchos padres est¨¢n o acaban de pasar por la organizaci¨®n de un evento que supone, adem¨¢s de meses de quebraderos de cabeza, un gasto medio de 2.300 euros, seg¨²n un informe de KPMG con datos de 2014. En este contexto, no es de extra?ar que se haya hecho viral un peque?o comentario del medi¨¢tico juez de menores Emilio Calatayud titulado: 'Mesura con los convites oficiales, que se nos est¨¢ yendo de las manos'.
¡°Lo que anta?o era un chocolate con churros y un relojito, hoy es un almuerzo masterchef, un viaje a Eurodisney y el m¨®vil de ¨²ltima generaci¨®n. Y eso como m¨ªnimo. Estamos poniendo el list¨®n demasiado alto. Dejemos algo para cuando se casen¡±, escribe Calatayud. En realidad, el gasto medio de hace una d¨¦cada y el actual son similares, sobre los 2.000 euros. Siempre ha habido padres que se han endeudado para ofrecer a sus hijos la celebraci¨®n so?ada ¡ªde 1993 es Lloviendo piedras, la pel¨ªcula de Ken Loach sobre un padre en paro de un barrio obrero brit¨¢nico que hace lo que sea para que su hija tenga un vestido de primera comuni¨®n¡ª, as¨ª como los convites con tantos invitados como una boda. Otra cosa es la conveniencia de regalar a ni?os de 9 y 10 a?os un smartphone, pero eso es otro tema.
Lo que s¨ª est¨¢ cambiando en los ¨²ltimos a?os es el destino de ese dinero. Si antes la mayor parte se dedicaba al men¨² de los adultos invitados, ahora se tiende a gastarlo en divertir a los ni?os: animaci¨®n, castillos hinchables, barra de golosinas, photocall¡ cuyo precio ronda entre los 500 y 1.000 euros. En realidad, no es m¨¢s que otra muestra, quiz¨¢ la mayor puesto que solo se celebra una vez, de la tendencia a llenar la vida de nuestros hijos de momentos inolvidables: cada ma?ana de Reyes, cada cumplea?os e incluso la llegada del Ratoncito P¨¦rez, que en muchas casas ya no se limita a dejar una moneda, sino que la acompa?a de un juguetito, una camiseta u otro detalle. Incluso los fines de semana se convierten, en vez de en d¨ªas de hacer el vago y jugar, en fren¨¦ticas jornadas de actividades estimulantes, con cines, teatros, museos, excursiones y comidas que te dejan baldado.
Que conste que, como madre moderna, no puedo tirar la primera piedra. Porque tambi¨¦n he celebrado cumplea?os en inmensos parques de bolas y he encargado al Ratoncito P¨¦rez bol¨ªgrafos de purpurina. Y de la comuni¨®n nos libramos por una cuesti¨®n de ate¨ªsmo, pero si no, no pongo la mano en el fuego porque no acabara y¨¦ndoseme la pinza, como advierte el juez Calatayud. No s¨¦ qu¨¦ intentamos compensar o demostrar. Pero puede que, de tantos momentos memorables vividos, nuestros hijos acaben por confundir unos con otros y se olviden de todos.
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