La cruzada antidroga de Camboya pasa inadvertida
Organizaciones pro Derechos Humanos denuncian los abusos cometidos por el Gobierno del pa¨ªs asi¨¢tico
El d¨ªa de A?o Nuevo, el primer ministro de Camboya, Hun Sen, lanz¨® una campa?a de seis meses contra las drogas, un problema que cada vez preocupa m¨¢s a los camboyanos. El anuncio se produjo poco despu¨¦s de una visita del presidente filipino Rodrigo Duterte, quien en 2016 llev¨® a cabo una violenta campa?a antidrogas en su propio pa¨ªs que acab¨® con la vida de 7.000 personas en siete meses.
Dado que la guerra contra la droga de Duterte fue suspendida indefinidamente en enero ¡ªdespu¨¦s de que varios agentes fueran acusados de secuestrar y estrangular a un empresario surcoreano¡ª no es de extra?ar que Hun Sen, tras las primeras detenciones en febrero, se apresurara a asegurar que su campa?a ¡°no ser¨¢ violenta¡±. As¨ª, mientras el caso filipino ha ocupado los titulares de la prensa de medio mundo, la ofensiva camboyana contra la drogadicci¨®n ha escapado de este escrutinio. Algo que se suma a los temores de los defensores de los Derechos Humanos.
Estos son algunos de los episodios m¨¢s visibles de la lucha contra las drogas de la regi¨®n del sudeste asi¨¢tico. El 10 de mayo ministros y delegados de seis pa¨ªses del Mekong (Camboya, China, Laos, Vietnam, Myanmar y Tailandia) acordaron una pol¨ªtica regional sobre drogas con representantes de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC por sus siglas en ingl¨¦s). Seg¨²n Phil Robertson, subdirector de la divisi¨®n de Asia de Human Rights Watch, mientras Duterte enviaba a polic¨ªas a disparar a miles de peque?os narcotraficantes y usuarios, las autoridades camboyanas llevaban a cabo arrestos masivos de usuarios de drogas que son trasladados a prisiones abarrotadas.
Ya antes del plan antidroga de Hun Sen, Camboya hab¨ªa sido criticada por las condiciones en sus prisiones, por pr¨¢cticas como la detenci¨®n involuntaria de usuarios de drogas en "centros de rehabilitaci¨®n" y porque muchas personas cumpl¨ªan penas de prisi¨®n completas antes de que sus casos pudieran llegar a juicio.
Estos retrasos significan un aumento en la poblaci¨®n penitenciaria: hasta diciembre, antes de que comenzara la represi¨®n, 8.902 de las 22.000 personas encarceladas estaban acusadas de delitos de relacionados con las drogas. Robertson se?ala otro efecto secundario alarmante de esta ofensiva: el consumo de drogas se ha vuelto clandestino, alentando a los adictos a ocultar o reutilizar sus agujas. Como consecuencia, ha aumentado su vulnerabilidad al VIH. "Esto no es demasiado conocido", insiste.
Sithat Sem, el gerente de programas de drogas de la ONG Friends International, una empresa social con sede en Camboya, expone que los usuarios todav¨ªa acceden a sus servicios, pero piden un menor n¨²mero de jeringas para no llamar la atenci¨®n de la polic¨ªa. Los consumidores de drogas tambi¨¦n han comenzado a dividirse en grupos m¨¢s peque?os. Tratan de ocultarse en su comunidad o se mudan a otros lugares, cuenta Sem. "Todo esto significa que tenemos m¨¢s limitaciones para encontrarlos y alcanzarlos con nuestros servicios", explica. "Estamos preocupados por el impacto que esto tendr¨¢ en los objetivos para la eliminaci¨®n del VIH en 2025 y en la iniciativa 90-90-90 de 2020 que el Gobierno nacional, junto con la ONU, se ha comprometido a cumplir".
El consumo de drogas se ha vuelto m¨¢s clandestino alentando a los adictos a ocultar o reutilizar sus agujas
La iniciativa ¡°90-90-90¡± se basa en conseguir que en 2020 el 90% de las personas que viven con el VIH conozcan su diagn¨®stico; el 90% de las personas diagnosticadas con VIH reciban tratamiento; y el 90% de las personas que reciben terapia antirretroviral logren la supresi¨®n viral (cuando la cantidad de VIH en la sangre es muy baja). La prevalencia de sida entre los camboyanos que se inyectan drogas es del 25%, contin¨²a Sem. Alguno de los enfoques para prevenir nuevos casos entre este grupo de riesgo son el programa de agujas y jeringas, la prueba del VIH y la educaci¨®n.
Los funcionarios camboyanos aseguran que la represi¨®n del Gobierno es una respuesta un aumento de casi un 30% en el n¨²mero de adictos documentados en 2016. Pero los cr¨ªticos creen que no es m¨¢s que una campa?a preelectoral, ya que las elecciones comunales son en junio, coincidiendo con el fin de esta cruzada antidrogas.
Para algunos analistas, la campa?a de Hun Sen podr¨ªa ser tambi¨¦n de una distracci¨®n en un contexto de creciente represi¨®n pol¨ªtica. En febrero el hist¨®rico l¨ªder de la oposici¨®n, Sam Rainsy, fue obligado a abandonar el liderazgo del partido Rescate Nacional de Camboya (CNRP por sus siglas en ingl¨¦s) tras la aprobaci¨®n de una enmienda que permitir¨¢ al Gobierno solicitar la disoluci¨®n de partidos pol¨ªticos cuyos l¨ªderes hayan sido condenados alguna vez por un delito.? Rainsy vive en el exilio en Francia desde 2015 para huir de las demandas de difamaci¨®n presentadas por Hun Sen, quien lleva 30 a?os en el puesto de primer ministro y es el dirigente m¨¢s longevo del Sudeste Asi¨¢tico.
Seg¨²n David Harding, un experto en temas de drogas con una d¨¦cada de experiencia en Camboya, el foco de la guerra contra las drogas est¨¢ en la oferta y la demanda, pero "hay poca evidencia que demuestre que ha habido un impacto sobre el tr¨¢fico o el cultivo¡±. Las detenciones masivas, dice, simplemente transfieren la cuesti¨®n del uso de drogas de la comunidad al sistema penal, el cual ya estaba sobrecargado. Y no sirven a largo o medio plazo, excepto para ¡°quitar el problema de la vista¡± o como medida pol¨ªtica populista que parezca que se est¨¢ haciendo ¡°algo¡±.
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