Uber, los taxistas y la movilidad compartida

Los taxistas de Madrid, Barcelona y otras grandes ciudades volvieron ayer a la huelga contra lo que consideran una competencia desleal por parte de plataformas como Uber o Cabify, que ofrecen veh¨ªculos con conductor a potenciales clientes. El conflicto revela la dificultad de regular el tr¨¢nsito de un mundo basado en la hiperregulaci¨®n, como el del taxi, a otro que se mueve mucho mejor y obtiene sus mejores r¨¦ditos en la ausencia de regulaci¨®n. Entre uno y otro debe haber un punto medio que asegure unas reglas justas para todos. Pero no va a resultar f¨¢cil encontrarlo en un mercado en el que parece que lo que gana uno lo ha de perder el otro.

Este conflicto se presta a todo tipo de abordajes, menos el de la simplicidad. Adem¨¢s del inter¨¦s de los operadores y la protecci¨®n de los usuarios, se han de tener en cuenta otros elementos importantes como la necesidad de una fiscalidad justa o una movilidad m¨¢s ecol¨®gica. Y adem¨¢s, no todo es como parece. Se entiende que los taxistas est¨¦n preocupados por esta nueva competencia, sobre todo aquellos que han pagado 150.000 euros por el traspaso de una licencia que a¨²n han de amortizar. Pero eso es as¨ª porque el tipo de regulaci¨®n de la actividad ha propiciado un mercado negro de licencias que dificulta el acceso y encarece el servicio.

En el otro lado, no hay duda de que las plataformas son una innovaci¨®n que aporta flexibilidad y baja el precio del servicio. Pero el beneficio social depender¨¢ de que existan normas claras que impidan abusos y aseguren el pago de los impuestos all¨ª donde se presta el servicio. Si las plataformas solo sirven para sustituir el sistema excesivamente r¨ªgido del taxi por otro tan liberal que obtiene su ventaja competitiva de la precarizaci¨®n de los conductores, ser¨¢ innovadora, pero tambi¨¦n injusta. Por otra parte, la ley fija unos l¨ªmites a las licencias de veh¨ªculos sin conductor (VTC), que son la base de este negocio. En teor¨ªa han de ser una licencia VTC por cada 30 taxis, pero en Madrid son ya una por cada siete y est¨¢ surgiendo un mercado negro en el que se venden por 40.000 euros. En algunos casos, quienes optan a ellas no son particulares sino inversores.

Lo cual nos lleva a la siguiente cuesti¨®n: ?puede hablarse realmente de econom¨ªa colaborativa o se trata simplemente de una nueva forma de intermediaci¨®n que ofrece servicios de transporte a trav¨¦s de las nuevas tecnolog¨ªas? El abogado general del Tribunal de Justicia de la Uni¨®n Europea se inclina por lo segundo. Habr¨¢ que esperar la sentencia del tribunal pero, mientras tanto, es evidente que las mismas tecnolog¨ªas que ahora sirven para crear este tipo de negocios alternativos pueden servir tambi¨¦n para organizar una movilidad realmente compartida, en la que un conductor y alguien que quiere desplazarse se ponen de acuerdo para compartir veh¨ªculo y costes. Todas las grandes ciudades se plantean, por imperativo ecol¨®gico, reducir el n¨²mero de veh¨ªculos que circulan por sus calles. La movilidad compartida es una gran oportunidad de cambio. No debemos desaprovecharla.