La distorsi¨®n
La ciudadan¨ªa se ha convertido en p¨²blico desde el momento en el que la velocidad de las nuevas tecnolog¨ªas, especialmente las redes sociales, nos nubl¨® el conocimiento. As¨ª ha ocurrido con el PSOE, la secesi¨®n de Catalu?a o la corrupci¨®n
Puede que la palabra y el concepto que explique nuestro presente pol¨ªtico y cultural sea la distorsi¨®n. Ante cualquier acontecimiento pol¨ªtico las redes sociales desatan la euforia o la condena sin paliativos. Hace poco hemos visto c¨®mo la victoria de Pedro S¨¢nchez ha sido interpretada en clave emocional, como una victoria de David contra Goliat, como una victoria de la pureza frente al mal. Daba la sensaci¨®n de que no hubiera diferencia entre la militancia del PSOE, que ha dado la victoria a S¨¢nchez en unas primarias, y los 36 millones de espa?oles con derecho a voto. En eso ha consistido el sempiterno laberinto de Pedro S¨¢nchez: la confusi¨®n entre el partido y los espa?oles. La confusi¨®n ilusionada es otra de nuestras m¨¢s fervorosas pasiones, tal vez una pasi¨®n espa?ola. La victoria de S¨¢nchez es una victoria distorsionada. En verdad, no ha ganado nada. Pero las redes se pusieron euf¨®ricas y si no participas de esa euforia eres sospechoso de algo oscuro. ?Por qu¨¦? No interesa la realidad, interesa una especie de distorsi¨®n de la realidad, que procede de una insatisfacci¨®n global, que se manifiesta en todos los ¨®rdenes de la vida.
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Algo parecido ocurre en Catalu?a y su viaje temperamental hacia la independencia. Tampoco all¨ª hay reflexi¨®n de ning¨²n tipo. Se evita, por ejemplo, el an¨¢lisis econ¨®mico en profundidad. Se trata de la preponderancia de lo visceral. Es la misma visceralidad que hizo que el americano de clase media votara a Donald Trump o el brit¨¢nico eligiera el adi¨®s a Europa. No se requiere la presencia de los hechos, o saber si tal decisi¨®n nos har¨¢ m¨¢s pr¨®speros o m¨¢s pobres. Porque los hechos son irreales o est¨¢n manipulados u obedecen a intereses inconfesables. La pol¨ªtica se ha hecho quir¨²rgica. La pol¨ªtica busca la amputaci¨®n. La victoria en las primarias de Pedro S¨¢nchez ha sido traum¨¢tica para su partido, ergo es buena. La independencia de Catalu?a significar¨¢ una cirug¨ªa a coraz¨®n abierto para los catalanes, ergo es buena.
Parece como si el concepto pol¨ªtico de ciudadan¨ªa se desvanecer¨ªa, como si la ciudadan¨ªa se hubiera convertido en p¨²blico. No somos ciudadanos reflexivos. Somos p¨²blico sediento de espect¨¢culos radicales, quir¨²rgicos, euf¨®ricos, viscerales. Necesitamos que la vida p¨²blica sea espectacular. Nos hemos aburrido de la tranquilidad de la democracia. O desconfiamos de la grisura t¨¦cnica con que la democracia resuelve los problemas.
La visceralidad se ha adue?ado del mundo. Porque la gente se aburre y est¨¢ insatisfecha. Y la cultura se ha vaciado de significado. La filosof¨ªa, la literatura, el cine, la m¨²sica, no aten¨²an un instinto fat¨ªdico de destrucci¨®n. Las humanidades est¨¢n en crisis, es cierto, pero esa crisis no solo se evidencia en los pocos estudiantes que eligen carreras de letras, se evidencia mucho m¨¢s en la ignorancia pol¨ªtica y en los estragos que esa ignorancia producir¨¢ a corto plazo.
La confusi¨®n entre el partido y los espa?oles es el sempiterno laberinto de Pedro S¨¢nchez
La distorsi¨®n de la realidad aparece en sociedades en las que ya no se cree en el trabajo, en la fuerza transformadora del trabajo, y eso est¨¢ pasando aqu¨ª, en el mundo occidental, un mundo calentado por lo que podr¨ªamos llamar ¡°el pensamiento de los cinco minutos¡±. Es el pensamiento caliente, fruto de la velocidad de las nuevas tecnolog¨ªas. El mundo se ha hecho ininteligible, y lo ininteligible est¨¢ re?ido con la alegr¨ªa. El mundo occidental son millones de autom¨®viles por millones de autopistas dirigi¨¦ndose hacia nadie sabe d¨®nde; miles de millones de guasaps enviados con mensajes ingr¨¢vidos y confusos, con emoticonos delirantes; aviones, aeropuertos, trenes, ciudades con circunvalaciones misteriosas e indescifrables. Los procesos econ¨®micos casi esconden secretos teol¨®gicos. Las leyes son impuntuales y no buscan la justicia sino el mantenimiento del privilegio a trav¨¦s de los tecnicismos vacuos. La proporci¨®n humana de la realidad ya no existe. Por eso queremos destruir tambi¨¦n la proporci¨®n pol¨ªtica de la realidad. Se desvanecieron las proporciones humanas.
Y as¨ª est¨¢n Espa?a y los espa?oles, en un permanente estado de irrealidad pol¨ªtica y de distorsi¨®n. Pero tambi¨¦n pasa en Europa. Estamos viviendo un capitalismo nost¨¢lgico de otro capitalismo. Nostalgia del capitalismo del siglo XX, el que llegaba a todos, el que propiciaba el enriquecimiento de la clase media. Ese fue nuestro amado capitalismo: el que hizo del obrero un peque?o propietario. Porque la propiedad privada creaba alegr¨ªa pol¨ªtica.
La ¨²nica salida del laberinto de la distorsi¨®n se llama crecimiento econ¨®mico. Si un pa¨ªs genera riqueza, existe. Si hay riqueza, esta es susceptible de ser repartida de manera justa. De ah¨ª la demagogia de ciertas posturas pol¨ªticas que insisten en el reparto justo de la riqueza sin ayudar a crearla, y lo que es peor: sin saber ni remotamente c¨®mo se crea la riqueza. Compartir con delicada equidad la miseria no parece algo muy atractivo para la inmensa mayor¨ªa. Tambi¨¦n aqu¨ª vivimos bajo la distorsi¨®n. El presidente del actual Gobierno, Mariano Rajoy, insiste en que Espa?a est¨¢ creciendo por encima de la media europea. La mayor¨ªa de los partidos de la oposici¨®n lo niegan y afirman que Espa?a sigue metida en una oscura depresi¨®n econ¨®mica. Ni siquiera podemos saber si el pa¨ªs est¨¢ creciendo o no. Parece otro misterio teol¨®gico. La verdad es inaccesible. De modo que cada cual se construye su propia fenomenolog¨ªa de la verdad, y las redes sociales auspician ese refugio de las verdades privadas. A eso se le llama la posverdad: a una renuncia a la objetividad, porque la objetividad se ha hecho algo indeseable, se ha hecho aburrida. La verdad es aburrida. Y la posverdad ofrece el espect¨¢culo de la irrealidad.
La visceralidad se ha adue?ado del mundo porque la gente se aburre y est¨¢ insatisfecha
El p¨²blico tiene siempre raz¨®n. A la ciudadan¨ªa se le pod¨ªa mostrar el error colectivo. Al p¨²blico, no. Eso se ve muy bien en la deriva secesionista, en donde a¨²n respira una nostalgia irracional, y por tanto distorsionada, del franquismo, lo que hace posible que los catalanes no secesionistas sean r¨¢pidamente catalogados desde la ignominia pol¨ªtica. La secesi¨®n de Catalu?a no tiene ciudadan¨ªa, tiene p¨²blico. Incluso la corrupci¨®n tambi¨¦n tiene p¨²blico. No es un hecho objetivo. La corrupci¨®n de los futbolistas no conlleva la muerte social, como s¨ª la conlleva la de los pol¨ªticos. Porque otra vez act¨²a la distorsi¨®n. Porque el p¨²blico manda. Porque el p¨²blico nunca se equivoca, aunque d¨¦ el Gobierno a un partido ah¨ªto de corrupci¨®n. Pero en qu¨¦ momento la ciudadan¨ªa se convirti¨® en p¨²blico. En el momento en que colectivamente renunciamos a la raz¨®n y en el momento en que la velocidad de las nuevas tecnolog¨ªas, especialmente las redes sociales, nos nubl¨® el conocimiento. La velocidad de las redes es enemiga de la raz¨®n. Pero sin raz¨®n es imposible la alegr¨ªa. La primera baja de la distorsi¨®n es la alegr¨ªa. No, no hay alegr¨ªa en la vida actual. No hay alegr¨ªa, porque no hay dinero. Y la impotencia de la pol¨ªtica procede de su impericia para hacer crecer la riqueza. Porque en un sistema capitalista la riqueza lo es todo. Como no hay dinero, la gente se entretiene con juicios sumar¨ªsimos sobre la realidad. La sed de espect¨¢culo alivia el hecho incuestionable de que nunca volveremos a crecer como lo hac¨ªamos hace 20 a?os.
Manuel Vilas es escritor. Su ¨²ltimo libro se titula Am¨¦rica (C¨ªrculo de Tiza, 2017). Actualmente, es Obermann Fellow en la Universidad de Iowa.
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