La calentura del magnate
Si el presidente estadounidense se retira del Acuerdo de Par¨ªs, no solo pondr¨¢ en riesgo al mundo, sino tambi¨¦n a su propio pa¨ªs, a sus votantes, a s¨ª mismo
Donald Trump est¨¢ a punto de consumar lo que, a mis ojos, es la decisi¨®n m¨¢s grave y acaso terrible de su turbulenta gesti¨®n: retirarse del Acuerdo de Par¨ªs, ese instrumento de la pol¨ªtica internacional que cost¨® tanto esfuerzo, tantas idas y venidas, tantas dudas y sustos. Ese protocolo que no ser¨¢ perfecto, pero que pone al mundo entero ¨Cincluyendo a sus votantes de Kentucky¨C al menos alerta frente a un problem¨®n.
La lucha contra los efectos del calentamiento global provocado por la acci¨®n humana tiene all¨ª una posibilidad, p¨¢lida si se quiere, pero real. La que es posible en este momento, la que se podr¨¢ ¨Csiempre a duras penas¨C mejorar en las pr¨®ximas Conferencias de las partes de la Convenci¨®n Marco de las Naciones Unidas contra el Cambio Clim¨¢tico (las tormentosas COPs). Es nuestro fr¨¢gil pasaporte para el futuro.
El d¨ªscolo presidente norteamericano est¨¢ a punto de pegarle una patada al documento apoyado en algunos argumentos absurdos, que ha repetido desde que era un inesperado candidato. Entre ellos, que todo esto es un invento de China, la sombra econ¨®mica de Estados Unidos, que seguramente maquin¨® esto desde hace d¨¦cadas haciendo lobby con la ciencia, con unos 190 pa¨ªses m¨¢s, para venderle humo al conjunto del planeta.
La retirada de cualquier pa¨ªs, por peque?o y modesto que sea, es una herida a esta puja global para que la temperatura no nos asfixie e inunde en los pr¨®ximos a?os, si es que no lo est¨¢ haciendo ya. Pero la retirada del segundo emisor mundial de Gases de Efecto Invernadero (GEI) es un golpe bajo a este proceso crucial de la pol¨ªtica mundial, a los ecosistemas, y al propio gran pa¨ªs, que no ser¨¢ ajeno a los efectos del fen¨®meno.
Estados Unidos, seg¨²n el Instituto de Recursos Mundiales (WRI, por sus siglas en ingl¨¦s), emite un 14,4% de los GEI globales, despu¨¦s de China, que lanza el 25,36% de los gases que rondan por la atm¨®sfera terrestre. El Acuerdo de Par¨ªs puede seguir funcionando sin EE UU (la retirada efectiva demorar¨¢ unos tres a?os), lo que no es seguro es que la Tierra, vista en perspectiva clim¨¢tica, digiera f¨¢cilmente esto.
Las noticias sobre las alteraciones del clima pueden ser en ocasiones tremendistas o simplistas, pero, a¨²n as¨ª, el consenso cient¨ªfico es creciente, ya indudable sobre la realidad pura y dura del calentamiento global. La Administraci¨®n Nacional de la Aeron¨¢utica y el Espacio (NASA) ha informado de que el 2016 podr¨ªa ser el a?o m¨¢s caliente de los dos ¨²ltimos siglos, un dato que no parece moverle ni un pelo a Trump.
Lo peor de todo es que es en este tema donde existe un mayor y m¨¢s penoso consenso al interior del Partido Republicano
Hasta se anuncian renuncias en este organismo si el presidente se retira del acuerdo, lo que, por no escasa a?adidura, lo aislar¨ªa todav¨ªa m¨¢s en la escena contempor¨¢nea, en la medida que, por si no se ha enterado, el cambio clim¨¢tico es hoy una de las grandes claves de la pol¨ªtica internacional. No es casual que ?ngela Merkel se haya mostrado harto insatisfecha despu¨¦s de tratar este tema con ¨¦l en la cumbre del G-7.
Lo peor de todo ¨Cy es quiz¨¢s algo que en los profusos an¨¢lisis sobre EE UU no se ha pulseado, debido a que se pone m¨¢s acento en lo comercial- es que es en este tema donde existe un mayor y m¨¢s penoso consenso al interior del Partido Republicano. Siempre habr¨¢ un John McCainn, que se opondr¨¢ a los arrebatos b¨¦licos de Trump, u otro senador o representante que tenga una opini¨®n matizada sobre la inmigraci¨®n.
En este asunto, sin embargo, tan fundamental, la mayor¨ªa es casi cerrada, hasta el punto de que cuando Barack Obama puso en marcha sus pol¨ªticas ambientales 28 estados de los republicanos querellaron a la Agencia de Protecci¨®n Ambiental (EPA, por sus siglas en ingl¨¦s), porque supuestamente el mandatario se excedi¨® en sus funciones. ?Qui¨¦n los lider¨®? Pues Scott Pruitt, el actual director de ese organismo federal tan importante.
Trump y Pruitt son unos negacionistas del cambio clim¨¢tico, lo mismo que Ted Cruz, ex precandidato, y otros varios pol¨ªticos del ala derechista m¨¢s tremebunda. El magnate en esto sufre una especie de fiebre, de calentura; sostiene que los ecologistas est¨¢n desatados, y que para hacer a Am¨¦rica "grande otra vez", econ¨®micamente fuerte, tiene que afirmar la idea de que el calentamiento global es, literalmente, un "cuento chino".
Pol¨ªticamente se puede hacer. Digamos que, como mandatario, ¨¦l y sus seguidores, poderosos o discretos, pueden direccionar la pol¨ªtica norteamericana de ese modo tan descaminado. Pero lo que a la vez no se debe hacer es olvidar que en EE UU hay un fuerte contingente de ciudadanos, y de cient¨ªficos, que saben que la locura clim¨¢tica del planeta no es un desvar¨ªo montado por activistas o acad¨¦micos rebuscados.
La ciencia existe, ya se ha pronunciado. Con cautela, aunque con claridad, v¨ªa el Panel Intergubernamental sobre Cambio Clim¨¢tico (IPCC, por sus siglas en ingl¨¦s), e incluso en la calle, durante una marcha el pasado 28 de abril que pretend¨ªa decirle a Trump que pare sus extrav¨ªos. Un cartel de esta movilizaci¨®n dec¨ªa "Los hechos importan", y eso es justamente lo que se comienza a ningunear dram¨¢ticamente en la Casa Blanca.
Desconocer eso es volver al pasado, pero no para hacer a Am¨¦rica grande, sino enana
?Qu¨¦ hechos? Que el deterioro ambiental del ecosistema terrestre es creciente, en muchas partes; que los votantes de Trump (los granjeros o los agricultores de varios estados, por ejemplo) pueden verse afectados por el cambio clim¨¢tico; que inclusive la tendencia mundial es desplazarse hacia las energ¨ªas renovables. Que desconocer eso es volver al pasado, pero no para hacer a Am¨¦rica grande, sino enana.
Inclusive la econom¨ªa, aun cuando est¨¦ muy lejos de ser verde, est¨¢ comenzando a vestirse de sostenible. Lo saben varias grandes empresas, que le han pedido a Trump que no cometa el error de su vida, y el de la vida de EE UU; y lo sabe Emmanuel Macron, el nuevo presidente franc¨¦s, que ha llamado a los cient¨ªficos norteamericanos a ir a su pa¨ªs, porque all¨ª s¨ª creen que esto es real, m¨¢s all¨¢ de lo que diga el magnate.
Por ¨²ltimo, si EE UU quiere ser se?ero en la Historia, como siempre lo pretende, salirse del Acuerdo de Par¨ªs es hasta vulnerar los derechos humanos. Todo aquello que se haga en contra de la calidad de vida, ya sea en Sud¨¢n o en Luisiana, en el T¨ªbet o en Haw¨¢i, es un desprop¨®sito. Este es el tipo de cosas que no se pueden decidir solo en una jornada Wall Street o en una sesi¨®n del Tea Party. Y menos a¨²n en la Torre Trump.
Ramiro Escobar es periodista y profesor universitario peruano. Ense?a en la Pontificia Universidad Cat¨®lica del Per¨², en la Universidad Antonio Ruiz de Montoya y en la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas.
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