Macron y la bomba
La investigaci¨®n a un ministro choca con la imagen de renovaci¨®n pol¨ªtica del presidente
Ha empezado bien, sin falta, dando la imagen de un joven presidente limpio, decidido a acabar con los usos sucios de la vida pol¨ªtica, las pr¨¢cticas inconfesables de algunos altos cargos impunes por su posici¨®n institucional, la opacidad de los profesionales de la pol¨ªtica, maestros de todos los privilegios que confiere el poder y, a veces, depredadores del dinero p¨²blico.
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?O solo lo ha hecho creer aprovechando los esc¨¢ndalos de Fran?ois Fillon, Bruno Le Roux (ministro del Interior de Hollande) y de muchos otros durante la campa?a de las presidenciales?
En este periodo de campa?a legislativa, el esc¨¢ndalo provocado por el nombramiento de Richard Ferrand ¡ªhombre de confianza de Emmanuel Macron¡ª como ministro de la Cohesi¨®n Territorial, amenaza con destruir todo el edificio montado por el presidente en torno a su supuesta renovaci¨®n de la vida pol¨ªtica. Fran?ois Bayrou, nuevo ministro de Justicia, presenta una ley que propone medidas para limpiar y moralizar la vida pol¨ªtica francesa. Ello implica, en sus propias palabras, no solo una propuesta referida a los parlamentarios, sino tambi¨¦n una ley org¨¢nica que ata?a al poder ejecutivo, obligando a una reforma constitucional. Muchas medidas, unas eficaces y otras probablemente m¨¢s dif¨ªciles de poner en marcha pero, sin duda, un intento serio de definir nuevas reglas de juego, transparentes y rigurosas.
Si Macron no est¨¢ totalmente seguro de la inocencia de su ministro, le queda sacar r¨¢pidamente la espada y, sin gesticulaciones deshacerse de la bomba Ferrand
Ahora bien, esta ley est¨¢ predestinada a sufrir los m¨¢s f¨¦rreos ataques mientras no se solucione el caso de Richard Ferrand, investigado oficialmente por el fiscal de la Rep¨²blica en Brest (Breta?a). Obviamente, Ferrand seguir¨¢ siendo inocente hasta que se demuestre en juicio o por confesi¨®n su culpabilidad. Pero el dosier es extenso: se le reprocha haberse enriquecido personalmente con dinero p¨²blico a trav¨¦s de sus dos exesposas, contratar a su hijo para desempe?ar un empleo ficticio en el Parlamento y defender, al menos, una causa en la misma Asamblea en la cual ten¨ªa intereses privados.
Para Macron el dilema es duro. Por un lado, no puede prescindir de un hombre que sabe casi todo sobre ¨¦l, pues ha sido uno de sus torpedos y agentes de manipulaci¨®n tanto en el Parlamento como en el Partido Socialista. Le ha ayudado much¨ªsimo para atraer a sus redes a diputados y responsables locales. Por otro lado, si bien como ministro est¨¢ agotado, echarlo del Gobierno ser¨ªa reconocer un primer y grave fallo. Un fracaso que podr¨ªa convertirse en un mal augurio dada la fragilidad de su victoria. La clase pol¨ªtica se est¨¢ mostrando, en general, poco participativa en este caso, pues bien sabe que muchos podr¨ªan caer ma?ana en el ojo del hurac¨¢n¡ de te fabula narratur (?Se trata tambi¨¦n de ti!). Pero ser¨ªa un grave error confiar en esta complicidad pasiva; los tiempos han cambiado: la prensa har¨¢ su trabajo, la justicia tambi¨¦n. Si Macron no est¨¢ totalmente seguro de la inocencia de su ministro, le queda sacar r¨¢pidamente la espada y, sin gesticulaciones (su marca de f¨¢brica), deshacerse de la bomba Ferrand.
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