De pie (Joe Frazier)

HAY QUE PARARSE, nada m¨¢s: hay que pararse. Hay que pararse solamente, y con eso va a alcanzar. Ya pas¨® la parte m¨¢s ardua, la imposible: dar castigo al que se escurre, soportar el castigo que ¨¦l mismo da. Eso ya est¨¢, ya lo hizo, ya ocurri¨®. Ahora le queda solamente pararse. Con pararse ser¨¢ suficiente: si se para, va a ganar.
Desde una punta del ring hasta la otra, desde su rinc¨®n agobiado hasta el otro, alcanza a ver lo que pasa, alcanza incluso a leer labios, deducir frases, discernir claudicaciones. Porque el otro, a su segundo, ahora mismo le est¨¢ diciendo as¨ª: que no da m¨¢s, que no puede m¨¢s, que no quiere m¨¢s, que le quite de una buena vez los guantes, que terminen de una vez por todas con esta noche terrible.
Pegar tambi¨¦n cansa, el que da golpes sin parar y lastima, poco a poco se va lastimando a su vez. Los pu?os duelen, pasado cierto punto.
Y es que pegar tambi¨¦n cansa, el que da golpes sin parar y lastima, poco a poco se va lastimando a su vez. Los pu?os duelen, pasado cierto punto; los brazos duelen, los hombros duelen, las piernas faltan. Algunos no se dan cuenta. Hay soldados que se duermen en el fondo de las trincheras donde las bombas pueden empezar a caer, por sorpresa, en cualquier momento; hay soldados que siguen durmiendo incluso cuando esas bombas ya empezaron a llover y a matar. No es negaci¨®n, ni es cobard¨ªa. Hay que entender lo que un cuerpo agotado puede causar en el hombre que lo habita. La fuerza de la extenuaci¨®n, la de la total falta de fuerzas, es enorme, incontenible.
Pero ahora lo que tiene que hacer es ¨²nicamente pararse. Porque el otro, del otro lado, est¨¢ diciendo que ya no quiere seguir. Falta un round, y no le importa; tres minutos: no le importa. En eso consiste ya no poder m¨¢s. Y si ¨¦l se para, entonces, gana. Con eso solo. Con eso bastar¨¢. ?Por qu¨¦ no puede? ?C¨®mo es que no le sale? A sus pies les da la orden, a sus muslos, a sus rodillas, a sus talones les da la orden: que lo empujen hacia arriba, que lo saquen del banquito, que lo pongan sencillamente de pie. A sus brazos los impele: que se ayuden con las cuerdas, tiren de ¨¦l y lo levanten. Tantas veces en la vida lo hicieron, tantas veces en la vida lo har¨¢n. No pide m¨¢s que eso. Que lo hagan esta vez, ni m¨¢s ni menos que ahora.
Suena rugiente una ovaci¨®n en la noche de Manila. ?Entonces pudo? ?Se par¨® por fin? ?Gan¨®, entonces? ?Ya gan¨®? Descubre de pronto que no. Las ovaciones, cuando son para uno, te envuelven y te atraviesan; en cambio, cuando son para otro, te rozan y se te escapan. Esta ovaci¨®n no es para ¨¦l, es para el otro. Porque el otro s¨ª se par¨®. Y ¨¦l, en cambio, sigue sentado. Su segundo ha meneado la cabeza. Habl¨® por ¨¦l y dijo as¨ª: que no iba m¨¢s.
No deber¨ªan permitir que alg¨²n otro hable por uno. Que el cuerpo decida por uno no deber¨ªan permitirlo tampoco.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.