El okupa de la Ant¨¢rtida
Hace casi 30 a?os, Jaroslav Pavlicek construy¨® la ¨²nica base privada del continente helado. Ahora podr¨ªa ser demolida por seguridad
Se buscan voluntarios de cualquier edad ¡ªincluidos ni?os y discapacitados¡ª para experimento de supervivencia extrema en la Ant¨¢rtida. La estancia m¨ªnima es de mes y medio y la m¨¢xima de un a?o. Los costes de desplazamiento, de hasta 5.000 euros, corren a cargo de los voluntarios. El alojamiento y la comida son gratis.
Este es el anuncio que Jaroslav Pavlicek hace en la p¨¢gina web de la base Eco-Nelson. En 1989, este ciudadano checo lleg¨® a la inh¨®spita isla Nelson, a unos 700 kil¨®metros del cabo de Hornos, y comenz¨® a construirse un refugio cerca de una playa donde no se forma hielo y las temperaturas oscilan entre los tres grados y los 11 bajo cero. Su objetivo era causar el menor impacto posible. Quedaba prohibido usar detergente, jab¨®n, champ¨² o dent¨ªfrico. Los platos se chupaban hasta dejarlos limpios. Cada voluntario puede traer solo ocho kilos de objetos personales y tras su estancia debe llevarse todos sus residuos. La base est¨¢ equipada con jergones, estufa, algunos libros; lo esencial para vivir. El lema: ¡°Mantente ocupado, ayuda a los dem¨¢s¡±.
Este enclave se ha convertido en la ¨²nica base privada de la Ant¨¢rtida, lo que sienta un peligroso precedente de cara al turismo en un continente consagrado a las actividades cient¨ªficas y donde hay una especial protecci¨®n ambiental. En 2015, ya con 72 a?os, Pavlicek segu¨ªa viajando a Eco-Nelson. Este peri¨®dico no ha conseguido contactarle, pero el a?o pasado segu¨ªa invitando por correo electr¨®nico a los voluntarios interesados en visitar su base a realizar un cursillo de supervivencia previo en Rep¨²blica Checa.
Pavlicek dej¨® la facultad de filosof¨ªa en 1968, cuando los tanques invadieron Checoslovaquia, y se march¨® a los montes Tatras para trabajar de porteador. All¨ª se interes¨® por el alpinismo y la supervivencia en ambientes extremos. A partir de la d¨¦cada pasada comenz¨® sus experimentos en la base ant¨¢rtica, donde pasaba unos pocos meses al a?o. En la web de la base, donde relata su biograf¨ªa, pueden verse fotos de ni?os y adultos en las instalaciones.

En enero de 2015 una inspecci¨®n oficial dio la voz de alarma. Los representantes de Reino Unido y Rep¨²blica Checa se sorprendieron de encontrar a alguien viviendo en aquel refugio cubierto de nieve casi hasta el techo. Algunas estancias estaban llenas de hielo y hab¨ªa un riesgo elevado de derrumbe. Apenas hab¨ªa equipamiento de emergencias y las pocas medicinas del botiqu¨ªn hab¨ªan caducado hac¨ªa m¨¢s de 10 a?os. El propio Pavlicek explic¨® a los investigadores que en la base hab¨ªan estado ni?os de siete a?os o m¨¢s junto a sus padres realizando ejercicios de supervivencia. Para llegar cada a?o y conseguir provisiones, el aventurero contaba con la solidaridad de alg¨²n habitante de las bases en la vecina isla Rey Jorge as¨ª como de los cruceros privados que llevan turistas a la zona. Los inspectores recomendaron demoler la base y limpiar toda el ¨¢rea en su informe para los 52 pa¨ªses firmantes del Tratado Ant¨¢rtico, que regula las actividades en el continente. Un a?o despu¨¦s, otra inspecci¨®n a cargo de Chile y Argentina volvi¨® a visitar la base. Encontraron boyas de pesca, bidones viejos y un motor de lancha tirado en la playa, y volvieron a recomendar el desmantelamiento. Pavlicek ya no estaba all¨ª.
La israel¨ª Efrat Nakash conoci¨® a Pavlicek en 2004. Pas¨® unas horas en la base con un grupo de turistas llegados por barco. ¡°Los voluntarios deb¨ªan documentar todo lo que hicieran y vieran, pero no deb¨ªan visitar las bases vecinas, hab¨ªa que aguantar con lo m¨ªnimo en la base¡±, recuerda. ¡°Tras los atentados del 11-S, Chile dej¨® de enviar transporte a¨¦reo y hubo un voluntario que se qued¨® aislado durante tres meses en la base¡±, asegura. La israel¨ª guarda un gran recuerdo de Pavlicek. ¡°Yo antes trabajaba para una empresa de inform¨¢tica, ten¨ªa un gran salario, un coche caro y viv¨ªa en un ¨¢tico¡±, explica al tel¨¦fono desde su casa cerca de Tel-Aviv. ¡°Despu¨¦s de conocerle, mi vida empez¨® a cambiar, me dije que no necesitaba todo lo que ten¨ªa. Me fui de voluntaria a la India. Vend¨ª el ¨¢tico y ahora vivo en una casa humilde y me dedico a dar charlas sobre mis viajes y al coaching¡±, explica.

Un a?o despu¨¦s de que Nakash conociese a Pavlicek, otra inspecci¨®n oficial a cargo de Reino Unido, Australia y Per¨², describ¨ªa la base como una construcci¨®n ¡°improvisada, pero claramente funcional¡±. Resaltaba el m¨ªnimo impacto ambiental de las instalaciones, que inclu¨ªan una estufa de madera para calentarse y una peque?a turbina e¨®lica. Pero la base era preocupante por otras razones. ¡°Era la ¨²nica construcci¨®n permanente en manos privadas en toda la Ant¨¢rtida y sentaba un precedente muy peligroso de propiedad privada que podr¨ªa ir a m¨¢s¡±, recuerda el brit¨¢nico Rod Downie, entonces inspector del Reino Unido.
¡°Era el campo m¨¢s rudimentario que visitamos en 2005¡±, recuerda Thomas Maggs, entonces jefe medioambiental de la Divisi¨®n Ant¨¢rtica Australiana, en un correo electr¨®nico. En su opini¨®n la base es una rareza de otro tiempo, pero la presencia de Pavlicek no supone ninguna amenaza para las actividades cient¨ªficas ni pol¨ªticas. ¡°Posiblemente sea un testimonio de que la Ant¨¢rtida es un continente sin fronteras reales, un patrimonio de la humanidad y uno de los pocos lugares id¨®neos en la Tierra para poner a prueba tus habilidades de supervivencia¡±, resalta, y a?ade: ¡°recuerdo que aquel d¨ªa hac¨ªa un fr¨ªo de perros y Jaroslav nos dio un cuenco con un guiso caliente y sabroso¡ estaba divino¡±, se?ala. Otros cient¨ªficos que han inspeccionado su base le retratan como a un loco que supone un peligro para todo aquel que le visite.
¡°Pavlicek ya no viaja a la Ant¨¢rtida¡±, asegura un portavoz del Ministerio de Exteriores de Rep¨²blica Checa, que reconoce que hay una dificultad legal para cumplir las recomendaciones de tirar abajo la base, pues Eco-Nelson se construy¨® antes de que se firmase el Protocolo al Tratado Ant¨¢rtico sobre Protecci¨®n del Medio Ambiente de 1991, la ley que garantiza una amplia protecci¨®n ambiental para la Ant¨¢rtida. El due?o de Eco-Nelson no tiene ninguna vinculaci¨®n con el programa ant¨¢rtico de este pa¨ªs, asegura el ministerio, y se?ala que en este momento el pa¨ªs est¨¢ tomando medidas para solucionar el problema, incluyendo la demolici¨®n de la base y las ¡°cuestiones de propiedad¡±. Los planes actuales son limpiar la zona, dotarla de equipos de emergencia y provisiones, echar abajo los edificios peligrosos y, en un futuro, dedicar las instalaciones a la investigaci¨®n cient¨ªfica, seg¨²n un documento presentado por los representantes checos en la ¨²ltima reuni¨®n del Tratado Ant¨¢rtico, que se celebr¨® en Pek¨ªn a principios de mes y al que ha tenido acceso este diario.
Mart Eslem, un amigo de Pavlicek que viaj¨® a la Ant¨¢rtida y pas¨® el d¨ªa de Navidad de 2007 en la base, explica que Pavlicek vive ¡°de forma muy modesta¡± en Rep¨²blica Checa con su mujer. ¡°Su casa tiene el mismo estilo que la base Eco-Nelson. No tiene m¨®vil, lo desaprueba. Trabaja sin cesar en sus libros de supervivencia, casi no habla de otras cosas. Sus dos hijas le llaman un sin techo¡±, asegura.
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