La cr¨®nica sobre Juan Goytisolo y la forma de contar un drama
El tono del periodista no es sensacionalista sino el de quien ha escuchado con respeto su historia
Lo que cont¨® este domingo en EL PA?S Francisco Peregil sobre los tres ¨²ltimos a?os de Juan Goytisolo, un drama personal del escritor que implica a otras personas cercanas o a su cargo, constituye una cr¨®nica de enorme inter¨¦s humano. Su repercusi¨®n social y cultural ha sido equivalente e incluso ha superado la trascendencia y el conocimiento p¨²blicos del escritor, premio Cervantes y uno de los principales escritores europeos del siglo XX y esta parte del siglo XXI.
La situaci¨®n de Juan Goytisolo, obligado por s¨ª mismo a ayudar a sus pr¨®ximos, a los que ¨¦l llamaba ¡°la tribu¡±, no era desconocida ni en su casa de Marrakech ni el c¨ªrculo de sus amigos m¨¢s ¨ªntimos, algunos de los cuales, seg¨²n consta, se preocuparon, con extrema generosidad, por los aspectos m¨¢s perentorios y personales de esa precaria situaci¨®n de la que se hace eco Peregil.
Goytisolo en su amargo final
La cr¨®nica de Francisco Peregil sobre Goytisolo: La imposibilidad de escribir y la necesidad de dinero para costear los estudios de sus ahijados deprimieron al escritor
Ponerla de manifiesto explica aspectos que resaltan la figura de Goytisolo como ciudadano comprometido con quienes tiene a su cargo, por su libre elecci¨®n; describir esa situaci¨®n dif¨ªcil prolonga el ejemplo del autor de Juan sin Tierra, que a lo largo de su vida dej¨® testimonios escritos de sus propias indagaciones en dramas del tiempo en que vivi¨®. Gracias a su escritura ha sido posible conocer mejor la Espa?a de la que se fue, pa¨ªses en guerra que visit¨® y hechos que llamaron su atenci¨®n por su dram¨¢tica dureza.
Y lo que Francisco Peregil hace, justamente, es describir un drama, del que se ten¨ªan datos, vagos o firmes; revelar esa situaci¨®n, con datos que lo ilustran hasta el extremo del detalle, es un deber moral, a mi juicio, del periodista que la conoce. Callar sobre la vida de las personas que son notorias, precisamente, por contar ellas mismas lo que no se sabe, no es tarea de periodistas. En la red, pero tambi¨¦n en conversaciones personales, ha habido muchos juicios de valor contradictorios sobre este trabajo publicado por EL PA?S. Me permito discrepar de aquellos que creen que no debi¨® darse a conocer este drama, escud¨¢ndose en el supuesto sensacionalismo que supone la minuciosa descripci¨®n a la que ha tenido acceso el periodista.
Lo que destaca del trabajo de Peregil, siempre a mi modo de ver, es el tono, tan lejano al sensacionalismo que esta palabra tan solo es una muy desvariada calificaci¨®n de su trabajo; una desviaci¨®n del tono, es decir, una acentuaci¨®n en elementos s¨®rdidos o exagerados sin motivo de esa situaci¨®n, hubiera avalado esa cr¨ªtica. Ahora bien, lo que hace el periodista es recoger (guard¨¢ndose las fuentes que cita, por expreso deseo de ¨¦stos) aquello que supo y dice que supo de primera mano. El tono que consigue es el del que ha escuchado con respeto la historia de la vida de un hombre en los momentos en que era para ¨¦l, y seguramente para los otros, afrontar la vida.
Contar un drama es muy dif¨ªcil en periodismo. Se entiende la controversia. Pero ser¨ªa imposible entender el silencio sobre lo que se sabe.
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