Andariega
La felicidad que la embarga en todo momento es la euforia de la tierra madre
As¨ª que un d¨ªa, Mar¨ªa Belmonte, que es de Bilbao, se dijo que ya iba siendo hora de conocer la costa vasca. Arm¨® una mochila, engras¨® las botas, se hizo con una gran capa impermeable y se lanz¨® al camino. Sin embargo, ese objeto, la costa vasca, no es f¨¢cil de conocer. Puede hacerse por mar y verla de lejos, pero para conocerla a fondo, para entender las tierras que tocan a mar, las rocas que forman la muralla marina, los ¨¢rboles y arbustos que sujetan el l¨ªmite verde, los colores, olores y sonidos costeros, s¨®lo hay un modo: caminarla de principio a fin. Es una empresa muy fatigosa, pero Mar¨ªa Belmonte quer¨ªa conocer la costa vasca porque la ama.
?spero, intrincado, rocoso, acantilado, pura sucesi¨®n de subidas y bajadas rompe piernas, el sendero del litoral arranca de Bayona, pasa por Biarritz, llega a Hendaya y luego sigue kil¨®metros y m¨¢s kil¨®metros por Fuenterrab¨ªa, San Sebasti¨¢n, Zumaya, Deva, Guernica, Bilbao¡ En realidad, lo esencial no est¨¢ en los centros populosos, sino en el senderillo que los une y que suele permanecer desierto y en silencio. Esa es la costa que nos cuenta Mar¨ªa Belmonte, la de la soledad del caminante sumido en sus pensamientos, como el Wanderer de Schubert, extasiado ante unas rocas, unos musgos, una sima, unos l¨ªquenes, unas ra¨ªces de roble que rasgan la tierra, la cambiante luz del mar con tempestad o serena, el sabor de las gotas de agua en la cara, el olor de la marisma, los f¨®siles, entrar en un bosque de helechos y salir al claro, los arenales.
Hay algo transparente y luminoso en el libro de Mar¨ªa Belmonte titulado Los senderos del mar. Seguramente es su alma. La felicidad que la embarga en todo momento es la euforia de la tierra madre. Ya lo predijo Freud: bel monte. Este es un libro escandalosamente feliz.
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