El detector de relatos
La construcci¨®n de narrativas argumentales puede acabar generando una red de placebos
Configurar toda acci¨®n pol¨ªtica como un relato va imponi¨¦ndose al modo de un Santo Grial de la d¨¦cada, sin pararnos a tener en consideraci¨®n que dar forma a ese relato a veces puede no ser la soluci¨®n sino parte del problema. La abundancia de matices en la confrontaci¨®n entre aquella escuela de pensamiento que considera el voto como c¨¢lculo de coste-beneficio y la que valora mucho m¨¢s el peso de la emocionalidad ante las urnas, no confirman ninguna de las dos, con lo que las teor¨ªas cognitivas pasan ahora mismo por fase de especulaci¨®n prol¨ªfica y perpleja. Son narrativas que se justifican en raz¨®n de un mundo tan fragmentado. Tal vez sea una de las causas que han introducido con tanta celeridad el mantra del relato. En fin, no es que las coyunturas institucionales o pol¨ªticas tengan un relato que hay que indagar y definir; ahora hablamos directamente de construirlo. Damos por hecho que los relatos, construidos, aportar¨¢n claridad en horas cr¨ªticas. Por eso se dice que hace falta un relato para Europa frente a los populismos o un relato para Espa?a frente a los secesionismos. Eso supone aceptar que los populismos o el independentismo han dado con un relato que les da ventaja sobre el discurso europeo cl¨¢sico o sobre la Espa?a constitucional. En este caso, incluso la Espa?a plural se da por obsoleta y se prefiere la Espa?a plurinacional.
Otros art¨ªculos del autor
Indudablemente, en la vida p¨²blica y en los ciclos hist¨®ricos en su m¨¢s amplio sentido hay un latido metaf¨®rico que, forma dispar, lo tuvo para los brit¨¢nicos la batalla de Inglaterra, lo tuvo la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn o en Espa?a el paso de la dictadura a la democracia. Ocurre cuando una sociedad vive su realidad ver¨ªdica sin necesitar de construirse un relato, como quien dise?a una operaci¨®n de marketing o, pasivamente, necesita que le digan c¨®mo vivir su propia historia. Se teoriza sobre el cerebro de izquierda y el cerebro de derecha, cuando nunca hab¨ªan sido tan ajetreados los cambios de opini¨®n o los porcentajes de indecisos que definen su voto pr¨¢cticamente en la cola de los colegios electorales. Por eso recurrimos al mantra del relato, como en aquellos concursos campestres en los que los pastores compiten por hacer entrar sus ovejas en el redil. Se espera del relato que tenga un ejemplo similar al de ¡°lev¨¢ntate y anda¡±. En ¨¦poca de simplificaciones abrumadoras, ?no es posible que la construcci¨®n de relatos genere tambi¨¦n f¨®rmulas reduccionistas? En realidad, el mejor relato de la democracia representativa es que represente o, en el caso del Estado de derecho, que el ciudadano se sienta a la vez, seguro, libre e igual a los dem¨¢s ante la ley. Y si hablamos de la Uni¨®n Europea su relato es la inteligibilidad, la transparencia institucional, la capacidad de generar riqueza, competir y ser un protagonista geopol¨ªtico que pone orden donde haya caos.
En la vida p¨²blica y en los ciclos hist¨®ricos en su m¨¢s amplio sentido hay un latido metaf¨®rico
La construcci¨®n de relatos pudiera acabar generando una red de placebos. Lo que fuera un intento voluntarioso de anclar procesos de calidad amaga con diluirse en el ilusionismo. Ocurri¨®, por ejemplo, con la Alianza de Civilizaciones de Rodr¨ªguez Zapatero o, en otra dimensi¨®n, con el discurso de Barak Obama en El Cairo. Fueron intentos de construir un relato, ya fuese por contraste con el choque de civilizaciones o como sustituci¨®n de un Oriente Pr¨®ximo conflictivo por un nuevo Oriente Pr¨®ximo radiante. Frente a la trayectoria de la raz¨®n realista, el relato se ufana de un poder emocional que a menudo pretende la digesti¨®n de lo indigerible, la esquematizaci¨®n de lo intensamente parad¨®jico, como es la voluntad soberana o el paso del voto ideol¨®gico a la fluidez post-ideol¨®gica. T. S. Eliot sosten¨ªa que, en cuanto a las secuencias formales del arte o del pensamiento, cada obra o idea importante nos obliga a una reestimaci¨®n de todas las obras previas.
El relato viene a ser un atajo ret¨®rico, una estratagema de persuasi¨®n, bajo riesgo de que importe m¨¢s el relato que las ideas, las verdades o las emociones significativas, que el marco tenga m¨¢s entidad que el cuadro o que la presentaci¨®n interese m¨¢s que la sustancia. El contraste entre el af¨¢n hegem¨®nico del relato y la aceleraci¨®n de los ritmos evolutivos de las mentalidades provoca tergiversaciones, a menudo bienintencionadas. Es uno de los claroscuros m¨¢s fascinantes de los tiempos que vivimos. Probablemente, m¨¢s que urdir relatos, lo fundamental ser¨ªa reconstituir lenguajes con exigencia sem¨¢ntica. Es sabido que la contaminaci¨®n del lenguaje lleva a la corrupci¨®n de la cosa p¨²blica.
Valent¨ª Puig? es escritor.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.