Gorjear
Una cosa es estar en Twitter, otra leerlo y una tercera formarse una opini¨®n ley¨¦ndolo
Leo pr¨¢cticamente todo lo que cae en mis manos. Leo novela, ensayo, peri¨®dicos, art¨ªculos acad¨¦micos, art¨ªculos no acad¨¦micos y, de vez en cuando, incluso poes¨ªa. Pero tambi¨¦n leo un sinf¨ªn de cosas que en realidad no me interesan en absoluto. Leo el prospecto de la aspirina aunque ya sepa de sobras qu¨¦ dice. Leo entrevistas a cantantes horteras, a escritores que me resultan indiferentes, a deportistas que aborrezco. Tambi¨¦n leo los anuncios, pegados en las farolas de avenida ?msterdam, que ofrecen una recompensa por encontrar perros perdidos. No puedo evitar leer la pantalla del m¨®vil de la persona que viaja a mi lado en el Metrobus. Leo incluso los subt¨ªtulos en castellano de una serie en catal¨¢n que veo con mi mujer ¡ªentre otras razones para que ella aprenda catal¨¢n¡ª aun siendo el catal¨¢n una de mis lenguas madre. Es, en el sentido m¨¢s descriptivo del t¨¦rmino, irresistible: ah¨ª donde quiera que haya letras, mis ojos se dirigen a ellas.
Dada esta manifiesta incapacidad para cribar qu¨¦ leo y qu¨¦ no leo, era natural que, llegado el d¨ªa en que descubriera Twitter, mi vida se sumergiera sin remedio en una sopa infinita y abismal de palabras. Twitter funciona para los que son como yo igual que como debe de funcionar, supongo, una org¨ªa para un adicto al sexo: no doy abasto. De un tuit salto a otro, un enlace me lleva a otro, y nunca quedo saciado.
Y, tras una larga temporada frecuentando Twitter como observador, me he dado cuenta de algunas cosas.
Primera. Una cosa es usar Twitter y otra leer Twitter. Uno puede usar Twitter para descubrir art¨ªculos, enlaces mediante, de los que potencialmente se puede aprender algo. En este sentido, Twitter me parece un progreso indisputable. Pero uno puede no usarlo como un medio para descubrir art¨ªculos e informaciones interesantes, sino como un fin en s¨ª mismo, es decir, uno puede simplemente leer Twitter, uno puede leer artefactos literarios de 140 caracteres, gorjeados por los usuarios, como si los tuits constituyeran una narraci¨®n en s¨ª misma. Pero leer Twitter es como intentar hilvanar y dar sentido a una cadena aleatoria de espasmos cu¨¢nticos.
Segunda. Como supongo que ya habr¨¢n dicho muchos, los tuits que no contienen enlaces a art¨ªculos son muchas veces el dep¨®sito al que algunos, de forma an¨®nima y de forma no an¨®nima, arrojan resentimiento, odio, desprecio o, peor a¨²n, opiniones sumarias. No hay trolls escribiendo art¨ªculos, pero s¨ª los hay escribiendo tuits. Si usted no quiere saber nada de trolls, no lea Twitter.
Tercera. Cuando los tuits no son ese recept¨¢culo de porquer¨ªa o de opini¨®n, pueden ser divertidos o ir¨®nicos ¡ªalgo que celebro¡ª, pero no acostumbran a ser interesantes. En 140 caracteres es posible simplificar una cuesti¨®n complicada e interesante, desde luego, pero lo m¨¢s frecuente es que los tuits sean simplistas; y no es lo mismo simplificar que ser simplista. ?Y qu¨¦ hay acerca de los hilos de tuits? No veo que la informaci¨®n o los argumentos que transmiten los hilos no puedan ser transmitidos en un art¨ªculo o en una entrada de un blog. De hecho, un art¨ªculo o una entrada de blog me parece mucho m¨¢s c¨®modo para leer que un hilo gorjeado.
Ante todo lo dicho hasta aqu¨ª, alguien podr¨ªa replicar que no he entendido bien para qu¨¦ fue pensado Twitter, y es que nunca fue ideado como el lugar adecuado para engendrar juicios informados y contrastados. Mi objeci¨®n, por tanto, estar¨ªa completamente desencaminada.
Mi respuesta es que no importa en qu¨¦ estaban pensando quienes fundaron Twitter porque, de hecho, mucha gente interact¨²a con Twitter de ese modo: ley¨¦ndolo. As¨ª que mi objeci¨®n no impugna Twitter, sino el formarse juicios leyendo Twitter. Lo cual me recuerda una frase de Gore Vidal. Ante la evidencia de que la mitad de los estadounidenses no le¨ªa el diario y de que tambi¨¦n la mitad de los estadounidenses no votaba en las elecciones presidenciales, Vidal conclu¨ªa m¨¢s o menos as¨ª: ¡°solo espero que se trate de la misma mitad¡±.
Supongamos ahora, por mor del argumento, que la mitad de la poblaci¨®n lee Twitter y forma sus juicios, por ejemplo, leyendo lo que gorjean Gabriel Rufi¨¢n o Pablo Casado; y asumamos tambi¨¦n que solo la mitad de la poblaci¨®n vota en las elecciones. Ante esto, no cabe sino darle la vuelta a la frase de Vidal: ¡°solo espero que no se trate de la misma mitad¡±.
Pau Luque S¨¢nchez es investigador en el Instituto de Investigaciones Filos¨®ficas de la Universidad Nacional Aut¨®noma de M¨¦xico.
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