Profetas regresivos
S¨¢nchez e Iglesias suponen una enmienda regresiva al proceso que se inici¨® hace cuarenta a?os y que, tras un largo proceso de experiencia, decisi¨®n y reflexi¨®n, ha permitido perfilar cu¨¢les son los problemas del sistema auton¨®mico
La coincidencia del desaf¨ªo secesionista del nacionalismo catal¨¢n con la consolidaci¨®n de nuevos l¨ªderes en la izquierda espa?ola ha propiciado el pronunciamiento de estos sobre las l¨ªneas que deber¨ªa adoptar la ordenaci¨®n de Espa?a como pa¨ªs. Cabe ya alguna apreciaci¨®n sobre sus propuestas. Y aunque resulte sorprendente, puesto que ambos l¨ªderes se presentan como emblemas de la novedad, nos hallamos ante un caso duplicado de lo que Am¨¦rico Castro calific¨® como mesianismo regresivo.
?Regresi¨®n en qu¨¦? Pues en ese proceso que se inici¨® hace 40 a?os y que, conflicto tras conflicto, tropez¨®n tras tropez¨®n, ha permitido tanto a la pol¨ªtica pr¨¢ctica como a la doctrina acad¨¦mica perfilar los problemas de concepci¨®n y funcionamiento del Estado auton¨®mico, de manera que hoy exista una posici¨®n com¨²n sobre cu¨¢les son y c¨®mo se deben abordar (y c¨®mo no se debe hacer). Pues bien, S¨¢nchez e Iglesias suponen una enmienda regresiva a la totalidad de este fondo com¨²n compartido de experiencia, decisi¨®n y reflexi¨®n a que el sistema hab¨ªa llegado. Y que no era tanto un fondo de substancias como de m¨¦todos.
Primera regresi¨®n: en los ejes conceptuales del debate sobre el Estado auton¨®mico y su mejora. En lugar de hablar de cuestiones concretas, mesurables, divisibles y negociables (competencias, financiaci¨®n, ¨®rganos, relaciones interinstitucionales), se traen al escenario unos conceptos sociol¨®gicos vagos y esencialmente controvertidos, tales como naci¨®n, naci¨®n de naciones, plurinacionalidad, poder o cosoberan¨ªa (las palabras grandes y m¨¢gicas) y se intenta encontrar soluciones en su adecuada pronunciaci¨®n, conjugaci¨®n o invocaci¨®n. T¨ªpica pol¨ªtica de los chamanes, al tiempo que un adanismo que desprecia la historia y la experiencia. Porque no se trata tanto de discutir la correcci¨®n de las formulaciones librescas en torno a la idea de naci¨®n (a m¨ª me encanta Capmany en el XVIII con su naci¨®n de naciones), sino de saber prevenidamente que ese es un camino est¨¦ril e improductivo en el campo normativo. La naci¨®n no es una realidad ontol¨®gica a la que quepa aplicar el criterio de verdadero/falso, sino un hecho social creado por y sostenido en una creencia compartida. Discutir de naciones es tratar con emociones, con creencias, con sentimientos, con historia: bonito para debatir pero altamente confuso como m¨¦todo para ordenar la realidad.
El escollo es que los nacionalistas perif¨¦ricos se niegan a admitir que Espa?a sea una naci¨®n
Admitan que Espa?a es plurinacional, cerriles derechistas conservadores, dec¨ªa el mes¨ªas Iglesias en el Congreso. Y casi igual S¨¢nchez en el suyo, aunque introduciendo la diferencia imposible entre las naciones pol¨ªticas y las culturales. Admitido eso, la convivencia feliz de tinerfe?os, ibicenses y dem¨¢s mediopensionistas ib¨¦ricos estar¨¢ garantizada. Uno dir¨ªa que eso es algo que ya est¨¢ reconocido en la Constituci¨®n, garantizado incluso. Y desarrollado en las leyes. Algo que la derecha se ha tragado hace mucho. No se ve c¨®mo el proclamarlo enf¨¢ticamente una y otra vez mejorar¨ªa la gesti¨®n de los asuntos conflictivos. Entre otras cosas, porque el verdadero escollo reside en el hecho de que los nacionalistas perif¨¦ricos se niegan a admitir que Espa?a sea una naci¨®n (plurinacional o no), pues para ellos es solo un Estado (algo que, por otro lado, es la tesis cl¨¢sica de la izquierda espa?ola, v¨¦ase Suresnes, a la que vuelven hoy nuestros profetas). De donde nace la ausencia de lealtad federal al conjunto, por un lado, y su empe?o en construir desde el poder unas sociedades r¨ªgidamente mononacionales ayunas de pluralidad. Impartirles desde Madrid la buena nueva de que por fin son naciones (?c¨®mo si ellos no lo supiesen!) no cambia el problema b¨¢sico que aqueja al sistema federal, la ausencia de Bundestreue [lealtad a la federaci¨®n] y el que no se admita que Catalu?a y Pa¨ªs Vasco son igual de plurinacionales que Espa?a (m¨¢s, dice Joseba Arregi).
Segunda v¨ªa de regresi¨®n: la cuesti¨®n territorial como casus belli contra los conservadores. Si las cosas van mal, si Catalu?a se quiere ir, la culpa es de los separadores espa?oles, no de los separatistas catalanes. Y los separadores espa?oles son las derechas, para las que no pasa el tiempo: eran centralistas antes de Franco, con Franco y despu¨¦s de Franco. Con este simple pero eficaz planteamiento ¡ªIglesias lo repiti¨® hasta la n¨¢usea¡ª matan varios p¨¢jaros de un tiro: excluimos a las derechas del juego pol¨ªtico (la secular querencia espa?ola por la exclusi¨®n del adversario) y solucionamos el problema territorial.
Tercera grave regresi¨®n: mientras invocamos entelequias metaf¨ªsicas no hablamos de lo relevante. Parafraseando a Otto Bauer, hablan de la identidad pero en el fondo discuten de la propiedad. De cu¨¢nto rinde al bolsillo ser naci¨®n. Pero, claro, as¨ª enfocada ser¨ªa una discusi¨®n inc¨®moda. Ejemplo impar de camuflaje: el de Iglesias con su nuevo conejo ideol¨®gico, la fraternidad entre los espa?oles como valor fundacional del Estado. Tapar con poes¨ªa l¨ªrica las carencias l¨®gicas de lo que se propone. Los valores cl¨¢sicos de la igualdad y la solidaridad, gracias a siglos de experiencia y discurso, se hab¨ªan concretado bastante: igualdad en esto, no en aquello, solidaridad pero hasta aqu¨ª, etc¨¦tera. La solidaridad es medible y divisible: basta definir el nivel de servicios p¨²blicos bienestaristas a que todos los espa?oles tienen igual derecho y aquellos en que las naciones pueden tenerlos mejores por raz¨®n de su mayor riqueza y su historia privilegiada. Vamos, concretar en euros per c¨¢pita lo que vale la naci¨®n foral, o la naci¨®n centralista, o la naci¨®n de naciones. Pues se acab¨®, adi¨®s a los conceptos mesurables: Monedero defin¨ªa: ¡°Socialismo es amor¡±, Iglesias dice ¡°Espa?a es fraternidad¡±. Mesi¨¢nico.
Mientras invocamos entelequias metaf¨ªsicas no hablamos de lo relevante
Regresi¨®n tambi¨¦n en la calidad de la legislaci¨®n: el maestro Manuel Arag¨®n recordaba al hablar del tratamiento constitucional de las diversas lenguas espa?olas que el plano del derecho es el de la normatividad, no el de la descripci¨®n de lo que existe, es normal, propio o impropio de una sociedad concreta. Para eso est¨¢n la sociolog¨ªa o la ling¨¹¨ªstica, el derecho est¨¢ solo para establecer derechos y obligaciones respecto a la lengua, o respecto a las autoridades territoriales. Llenar la Constituci¨®n de definiciones es puro escolasticismo, aquel sistema medieval que cre¨ªa que la ciencia consist¨ªa en definir bien al ente.
Por eso, precisamente por eso, es vacuo y regresivo el volver a invocar las grandes palabras. Porque no conduce a nada decir que Ruritania es una naci¨®n si no se precisa qu¨¦ consecuencia tiene tal cosa. Salvo la de que, como dec¨ªa Esquilo, las grandes palabras traen los grandes problemas. En cambio, decir en la ley que todos los ruritanos tienen igual derecho a la medicina, la ense?anza o la asistencia hasta el nivel x, es claro, sencillo, discutible y negociable. Como una Ley de la Claridad para evitar los choques de trenes.
No ser¨ªa poes¨ªa ni profec¨ªa. Ni populista. Pero s¨ª mejor camino para reordenar la realidad. Y de eso se trataba, ?no?
Jos¨¦ Mar¨ªa Ruiz Soroa es abogado.
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