Temas de conversaci¨®n
Hubo un tiempo en el que una favela solo era una favela del mismo modo que un socav¨®n es solo un socav¨®n. No hay en M¨¦xico ni en Rusia ni en Pek¨ªn socavones merecedores de salir en las gu¨ªas tur¨ªsticas. Las favelas exist¨ªan, desde luego, pero a¨²n no hab¨ªan dado el salto al lenguaje para instalarse en ¨¦l como un hecho normalizado. Ahora, cualquier persona de clase media ha visitado una favela de Delhi, de Bogot¨¢, qu¨¦ s¨¦ yo, o de Caracas.
¡ªFuimos de vacaciones a Hait¨ª y visitamos la favela de Cit¨¦ Soleil.
¡ª?Y el museo antropol¨®gico?
¡ªEl museo antropol¨®gico est¨¢ en la calle.
Hemos convertido las favelas en productos de consumo en los que entramos con la excitaci¨®n de si nos ocurrir¨¢ algo. Se trata de una excitaci¨®n artificial, pero los suced¨¢neos del peligro estimulan tanto como los del caf¨¦. La de la foto es una de las favelas m¨¢s famosas del mundo. Parais¨®polis, tal es el ox¨ªmoron con que el que se la conoce. Aparece en la Wikipedia, con eso est¨¢ dicho todo. Hace meses, sufri¨® un incendio muy complicado de apagar por la falta de accesos para los camiones cisterna. Lo que fascina al turismo de las favelas en general, y de esta de S?o Paulo en particular, es que est¨¦n hechas como de calaveras. F¨ªjense, si no, en todas esas cuencas vac¨ªas a las que llamamos ventanas. Las miras y te devuelven la mirada, al contrario de los edificios del fondo, que parecen ensimismados. Tambi¨¦n gusta mucho que se encuentren al pie de los rascacielos, como para metaforizar la desigualdad. La desigualdad es uno de los grandes temas de conversaci¨®n de nuestros d¨ªas.
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