¡®Fake world¡¯
La manera de vivir al margen de la realidad de Trump hubiera dado en tiempos de Freud abundante material de an¨¢lisis
A Donald Trump y a los suyos les debemos la propagaci¨®n de una extra?a tendencia, vieja pero con nueva denominaci¨®n: las ¡°noticias alternativas¡± (fake news), tambi¨¦n conocidas como posverdad; en resumen, todo aquello que al magnate no le gusta o no le encaja. Su negaci¨®n o tergiversaci¨®n de la realidad empez¨® a ser una constante desde su misma toma de posesi¨®n, que convoc¨®, como demostraron las fotograf¨ªas, a menos asistentes que las de Obama en 2009 y 2013, aunque ¨¦l afirm¨® que las im¨¢genes hab¨ªan sido manipuladas. Entonces, debimos aprender que eso solo era el comienzo y ser¨ªa la marca de la casa.
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Goebbels nos ense?¨® que una mentira repetida mil veces termina por convertirse en una verdad. Los medios de comunicaci¨®n viven hoy una situaci¨®n esquizoide y son un poco como el paranoico al que persiguen: ya no cuentan como antes, todo es relativo, la verdad depende del punto de vista o de la ideolog¨ªa de cada cual y lo que consideran negativo tiene mejor prensa entre la gente que los valores democr¨¢ticos.
?Estamos acaso ante una crisis generacional? ?O ante una crisis entre la realidad y la ficci¨®n? ?En un nuevo mundo o en uno falso? Me asombra la desfachatez de los que se atreven a negar la realidad porque, a fin de cuentas, pertenezco a una generaci¨®n que alguna vez se atrevi¨® y fue capaz de romper lo inimaginable. Por esa raz¨®n, siempre he mantenido que cada generaci¨®n tiene derecho a equivocarse.
La herencia que est¨¢ dejando Trump al mundo, esta nueva manera de vivir al margen de la realidad, ajust¨¢ndola o neg¨¢ndola, hubiera dado en tiempos de Freud abundante material para el an¨¢lisis y varios miles de libros. Sin embargo, en este siglo XXI donde impera la tecnolog¨ªa, el reino de Twitter y el universo de Facebook, solo es una expresi¨®n de los profundos cambios que se est¨¢n gestando en estos tiempos.
Goebbels nos ense?¨® que una mentira repetida mil veces termina por convertirse en una verdad
Trump utiliza las armas de generaciones anteriores para atacar la realidad y llamar mentirosos y falsos a todos aquellos que presentan datos o informaciones que no le convienen. Y luego est¨¢ una nueva generaci¨®n que salta por encima de todo eso y vive rompiendo los l¨ªmites.
Al final, tanto los que se van como los que llegan son esclavos de la tecnolog¨ªa. Ya no hay un mundo en The New York Times o en EL PA?S, ya no hay un mundo en otros peri¨®dicos porque nadie pudo imaginar, ni en sus m¨¢s incre¨ªbles sue?os, que los medios de comunicaci¨®n perder¨ªan el dominio y la distribuci¨®n de la informaci¨®n en favor de Facebook.
Mientras tanto, s¨ª hay una verdad indiscutible. La prensa y quienes vivimos observando lo que pasa a nuestro alrededor ya no tenemos el monopolio de la autoridad, de dictar lo que est¨¢ bien y lo que est¨¢ mal. Se puede discrepar del comportamiento de un pol¨ªtico o del programa de un partido, pero lo que no debe hacerse es negarle su derecho al error y condenarle porque no coincide con lo que pensamos.
No podemos negar a los dem¨¢s el derecho que nosotros alg¨²n d¨ªa ejercimos al romper las barreras y los l¨ªmites e ir m¨¢s all¨¢ del horizonte. Y, aunque no se logre ir tan lejos como se esperaba, habr¨¢ valido la pena intentarlo porque es un derecho generacional inapelable.
El problema es que la transici¨®n entre lo viejo y lo nuevo se est¨¢ haciendo con descalificaciones y no con consensos. La verdad es la verdad, como la f¨ªsica es la f¨ªsica y la ley de la gravedad establece que la manzana cae al suelo, aunque hay brujos que aseguran que tambi¨¦n puede ir hacia arriba. Sin embargo, muchos ¡ªdejando de lado las brechas generacionales¡ª sabemos que las manzanas siempre nos han ca¨ªdo en la cabeza.
En estos tiempos, la pol¨ªtica y la sociolog¨ªa nadan en un mar de confusiones, la m¨¢s importante la del sentido com¨²n. Por una parte, hay medios que creen encarnar la verdad y se atreven a ir en contra de la nueva realidad y, por otra, hay pol¨ªticos que son capaces de asegurar que son mentiras hasta las verdades demostrables.
En este ocaso de los sistemas de expresi¨®n tradicionales, no hay que olvidar que la sensatez de un editorial no puede competir con la dictadura de los 140 caracteres y que siempre hemos mantenido que los pueblos, como las ballenas, tienen derecho al suicidio.
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