Elogio del cientificismo
El fil¨®sofo de la ciencia Mario Bunge explica en este texto c¨®mo el pseudocientificismo es particularmente da?ino cuando se al¨ªa con el poder pol¨ªtico
Es sabido que todo puede falsificarse. El motivo principal es que los cr¨¦dulos son m¨¢s que los esc¨¦pticos. Adem¨¢s, lo falsificado suele ser m¨¢s rentable que lo genuino. Esto vale incluso para las ciencias. Baste recordar el ¨¦xito comercial de la medicina ¡°alternativa¡± y el psicoan¨¢lisis.
Lo que ocurre con la ciencia tambi¨¦n pasa con el cientificismo. El pseudocientificismo consiste en presentar pseudociencias como si fuesen ciencias aut¨¦nticas porque exhiben algunos de los atributos de la ciencia, en particular el uso conspicuo de s¨ªmbolos matem¨¢ticos, aunque carecen de sus propiedades esenciales, en especial la compatibilidad con el conocimiento anterior y la contrastabilidad emp¨ªrica.
Esa derrota de los norteamericanos no fue la de la ciencia ni la del cientificismo; los perdedores fueron la arrogancia imperial y la pseudociencia
El pseudocientificismo es particularmente da?ino cuando se al¨ªa con el poder pol¨ªtico. Baste recordar la oposici¨®n de los fil¨®sofos sovi¨¦ticos a la ciencia ¡°burguesa¡± y la reputaci¨®n que gan¨® el contable Robert McNamara, ministro de Defensa en los gobiernos de Kennedy y Johnson, por garantizar que su equipo ganar¨ªa la guerra contra Vietnam porque la librar¨ªan ¡°cient¨ªficamente¡±. Lo que McNamara llamaba ¡°estrategia cient¨ªfica¡± era programaci¨®n que usaba teor¨ªas que parec¨ªan cient¨ªficas pero no lo eran.
Las teor¨ªas de la decisi¨®n y de juegos eran piezas cruciales en el malet¨ªn intelectual de McNamara. Estas teor¨ªas presuponen la tesis individualista de que la sociedad es una colecci¨®n de individuos libres motivados por intereses personales, as¨ª como dotados de la capacidad de calcular tanto la probabilidad como la utilidad del resultado de todas sus acciones posibles, m¨¢s la capacidad de idear la mejor estrategia para maximizar el producto de ambos n¨²meros. No hay ciencia en la aplicaci¨®n de estas teor¨ªas a la pol¨ªtica, ya que a) los individuos que postula son imaginarios; b) lo que importa en pol¨ªtica no es el individuo aislado sino el grupo social; y c) los n¨²meros en cuesti¨®n no han sido hallados sino inventados, y ning¨²n experimento ha corroborado la conjetura de la maximizaci¨®n.
En todo caso, si los estrategas norteamericanos utilizaron esas teor¨ªas en esa guerra, sobreestimaron sus propias probabilidades y utilidades al tiempo que subestimaron las de sus enemigos, como sostuve antes del fin de esa guerra. Desde luego, esa derrota no fue la de la ciencia ni la del cientificismo; los perdedores fueron la arrogancia imperial y la pseudociencia.
La v¨ªa cient¨ªfica es la que mejor conduce a verdades objetivas porque se adec¨²a tanto al mundo como a nuestro aparato cognitivo
?Qu¨¦ tiene de especial la ciencia?
?Por qu¨¦ es preferible el cientificismo a su alternativa ¡°humanista¡±? La respuesta habitual es porque el enfoque cient¨ªfico da m¨¢s resultados que sus alternativas: tradici¨®n, intuici¨®n o corazonada (en particular, Verstehen), ensayo y error, y contemplaci¨®n del ombligo (en particular, modelaci¨®n matem¨¢tica a priori). Pero, a su vez, esta respuesta suscita la pregunta: ?Por qu¨¦ funciona mejor la ciencia?
Respondo: la v¨ªa cient¨ªfica es la que mejor conduce a verdades objetivas o impersonales porque se adec¨²a tanto al mundo como a nuestro aparato cognitivo. En efecto, el mundo no es la colecci¨®n de retazos de apariencias que imaginaron Ptolomeo, Hume, Kant, Comte, Mill, Mach, Duhem, Russell y Carnap, sino el sistema de todos los sistemas materiales. Y los seres humanos pueden aprender a usar y aguzar no s¨®lo sus sentidos ¡ªque solo dan apariencias¡ª sino tambi¨¦n su imaginaci¨®n, as¨ª como controlarla de cuatro maneras diferentes: por observaci¨®n, por experimento, por c¨¢lculo y por compatibilidad con otros elementos del conocimiento anterior.
Adem¨¢s, a diferencia de la superstici¨®n y la ideolog¨ªa, la ciencia puede crecer exponencialmente por un mecanismo conocido: la retroalimentaci¨®n positiva, en la que parte del producto se invierte en el sistema. Pero est¨¢ claro que la continuaci¨®n de este proceso requiere invertir alrededor del 3% del PIB en investigaci¨®n y desarrollo, y esto es algo que no est¨¢n dispuestos a hacer los pol¨ªticos anticientificistas.
Este proceso requiere invertir alrededor del 3% del PIB en investigaci¨®n y desarrollo, y esto es algo que no est¨¢n dispuestos a hacer los pol¨ªticos anticientificistas
Esto se aplica, en particular, a la investigaci¨®n politol¨®gica, que la National Science Foundation dej¨® de subvencionar por atenerse a la restrici¨®n de ¡°malgasto¡± aprobada por el Senado de los EE UU en 2013. ?No es emblem¨¢tico que Condorcet, un gran polit¨®logo y el redactor del primer manifiesto cientificista, se suicidara para evitar que lo hiciera guillotinar Robespierre, admirador de Rousseau, quien hab¨ªa antepuesto el sentimiento al razonamiento?
En resumen, la adherencia al cientificismo ha sido muy rentable tanto cultural como econ¨®micamente, mientras que la obediencia al anticientificismo amenaza el crecimiento del saber, el cual, aunque con algunos retrocesos temporales, ha venido ocurriendo desde los tiempos de Galileo, Descartes y Harvey.
* Este texto es la parte final del art¨ªculo ¡°Elogio del cientificismo¡±, de Mario Bunge, que encabeza el libro de igual t¨ªtulo, Elogio del cientificismo, recopilado por Gabriel Andrade y editado por Laetoli en su Biblioteca Bunge, que se pondr¨¢ a la venta en los pr¨®ximos d¨ªas. Otros autores de este libro colectivo son Peter Schl?tter, Dominique Raynaud, Gustavo E. Romero, Eustoquio Molina, Telmo Pievani, V¨ªctor-Javier Sanz, Carlos El¨ªas, Andr¨¦s Carmona y Miguel A. Quintanilla.
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