Refer¨¦ndum y cultura de la izquierda
Desautorizar la v¨ªa que sigue la actual presidencia de la Generalitat no significa que no tengamos nada que decir. Hay cinco puntos que plasman el pensar de un gran sector pol¨ªtico en Espa?a
Catalu?a vive hoy en un mar de confusiones. La primera y m¨¢s pat¨¦tica es haber situado un problema insoluble en el centro del debate p¨²blico y de la vida oficial catalana y espa?ola. Ni Catalu?a puede presentarse al mundo como una naci¨®n oprimida, ni el sistema pol¨ªtico espa?ol puede ser definido con la palabra vac¨ªa de autoritario o desp¨®tico. Lo demuestra de manera suficiente que las fuerzas que utilizan estas expresiones simplificadoras participan de la vida parlamentaria, exponen sus posiciones en el debate p¨²blico y presentan, si es necesario, una moci¨®n de censura al partido que gobierna.
Espa?a es, no hace falta decirlo, una democracia perfectible y necesitada de reformas que van m¨¢s all¨¢ de la cosm¨¦tica. Precisa, ciertamente, de reformas pol¨ªticas y del r¨¦gimen auton¨®mico del mismo modo que las necesita en otros muchos terrenos. No es dif¨ªcil enumerarlas: reformas en el sistema educativo; reformas para asegurar mejores condiciones de vida y un trabajo menos precario a franjas muy amplias de la poblaci¨®n; reformas para facilitar el acceso a una vivienda digna; reformas para incrementar recursos y mejorar la gesti¨®n del sistema de bienestar y salud p¨²blica. En definitiva, Espa?a necesita reformas radicales en todo lo que tiende a incrementar la igualdad social, la transparencia y la pulcritud en el uso de los recursos p¨²blicos. Si la actual mayor¨ªa parlamentaria del Partido Popular y Ciudadanos no es capaz de canalizar las aspiraciones que mencion¨¢bamos, el deber de la izquierda es movilizar y hacer pol¨ªtica para desplazarlos, promover el debate p¨²blico, convencer a la ciudadan¨ªa, ganar las elecciones y formar Gobierno. Esta y no otra es la v¨ªa de la democracia y la v¨ªa europea en lo que tiene de mejor y m¨¢s fecundo. La secesi¨®n que se nos propone es la v¨ªa de un Brexit casero y de una forma de conflicto que, gane quien gane, no fortalecer¨¢ la democracia ni la libertad. Ya tenemos suficientes indicios de esto ¨²ltimo en el secreto y la alevos¨ªa con los que el Gobierno de la Generalitat act¨²a en sede parlamentaria y en los medios subvencionados.
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Por todo ello, concentrar todas las energ¨ªas en una propuesta contraria a la Constituci¨®n que asegura en ¨²ltima instancia el ejercicio de las libertades es un error lamentable que pagaremos caro. Se puede decir de otro modo: es hacer el juego a los nacionalistas catalanes y, de paso, a los nacionalistas espa?oles, a los que piensan que la naci¨®n ¡ªtal como ellos la ven¡ª tiene unos derechos que deben prevalecer por encima del debate p¨²blico y de la propia democracia. Europa aprendi¨® con un coste enorme el precio del nacionalismo. Los fantasmas del pasado tendr¨ªan que advertirnos del peligro de absurdas repeticiones del drama hisp¨¢nico, que ahora ser¨¢ de manera inevitable una farsa.
Ahora bien, desautorizar la v¨ªa que sigue la actual presidencia de la Generalitat, en un abuso clar¨ªsimo del propio mandato parlamentario y de la precaria mayor¨ªa y ley electoral que lo sostiene, no significa que no tengamos nada que decir sobre el actual momento pol¨ªtico que vive el pa¨ªs. Lo sintetizo en los siguientes puntos:
Primero. La izquierda no tiene por enemigos ni a la democracia espa?ola ni a la democracia europea. Aspira y aspirar¨¢ a entenderse con todas las fuerzas que pueden contribuir a mejorar, reformar lo que sea necesario y fomentar el entendimiento colectivo sobre los valores de libertad, igualdad y solidaridad que le son propios. El lenguaje y la construcci¨®n de la idea de un enemigo eterno o de la naci¨®n ¡ªsea la que sea¡ª por encima de todo le son completamente ajenos.
Hay que aprender lo que signific¨® el nacionalismo y los hechos consumados en la Europa de 1930
Segundo. La izquierda catalana est¨¢ comprometida desde siempre con la defensa de la identidad nacional, la lengua y el respeto a la diferencia de los catalanes y otras sociedades pr¨®ximas y lejanas. La izquierda socialista tiene que aprender, adem¨¢s, la lecci¨®n de qu¨¦ significaron el nacionalismo y las pol¨ªticas de hechos consumados para la Europa de los a?os treinta. Sin falsos espejismos pol¨ªticos, la izquierda catalana se siente s¨®lidamente solidaria y unida, adem¨¢s, a todos los que defienden la lengua y cultura catalanas en Baleares y el Pa¨ªs Valenciano, de los que no queremos separarnos con decisiones que les son del todo ajenas.
Tercero. El actual debate sobre la independencia y la tapadera que lo disfraza de un refer¨¦ndum no garantizan la identificaci¨®n de los problemas materiales (flujos fiscales, infraestructuras y equipamientos), el desarrollo federal de la autonom¨ªa o los problemas simb¨®licos de una sociedad que sufri¨® una opresi¨®n particular e intensa durante las dos dictaduras espa?olas del siglo XX. Estos problemas no se resolver¨¢n con una votaci¨®n. Es la labor de un debate p¨²blico que nos ha sido secuestrado, que necesita de pol¨ªticas inteligentes y de alianzas y complicidades constantes, lo m¨¢s amplias posibles. El cambio de los ¨²ltimos 40 a?os demuestra que esto es posible. Prometer para¨ªsos para el d¨ªa siguiente no compromete a nada en particular, m¨¢s all¨¢ de manipular sobradamente las emociones de muchos ciudadanos y ciudadanas que quieren una soluci¨®n.
Cuarto. Por todo ello, hay que negarse a aceptar que los valores de la izquierda impliquen rendirse a un debate con las cartas marcadas y empapado de nacionalismo, claudicar de un debate p¨²blico imposible, enfrentarnos con el resto de los espa?oles e imponer la salida inevitable de la Uni¨®n Europea. En ninguna de estas soluciones la izquierda tiene nada que ganar, pone en peligro conquistas consolidadas en el orden pol¨ªtico y social y constituye una grave amenaza de futuro.
La actual deriva independentista crea una grave divisi¨®n entre los catalanes
Quinto. Finalmente, queremos advertir de la grave divisi¨®n de los catalanes y catalanas que supone la actual deriva independentista y nacionalista en Catalu?a. El paliativo no puede ser un refer¨¦ndum que, gane quien gane, habr¨¢ tenido la responsabilidad de dividir a los catalanes y espa?oles, de hacernos m¨¢s tribales y menos civilizadamente deliberativos. Un refer¨¦ndum que dificultar¨¢ todav¨ªa m¨¢s aquellas reformas que pueden hacer m¨¢s libres y solidarios los futuros de los pueblos de Espa?a y de Europa, de una comunidad que con las lenguas y hablas de cada cual seguir¨¢ inevitablemente unida el d¨ªa siguiente de una fractura est¨¦ril y prescindible.
Cuando los catalanes recordamos el exilio del presidente Llu¨ªs Companys, Pompeu Fabra o Pere Bosch Gimpera, no podemos evitar como dem¨®cratas recordar a su vez el de Juan Negr¨ªn, Manuel Aza?a y Antonio Machado.
Josep M. Fradera es catedr¨¢tico de Historia de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona.
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