Tres historias sobre muerte y matem¨¢ticas
En ocasiones, la muerte ha estado muy relacionada con conocimientos matem¨¢ticos. Estos son los casos
Saber matem¨¢ticas puede ser ¨²til para muchas cosas, aunque haya mucha gente que no les encuentre esa utilidad. Creo que coincidiremos en que saber matem¨¢ticas ayuda a razonar mejor, a analizar con mucho m¨¢s criterio muchas situaciones o a mejorar nuestra capacidad de comprensi¨®n, por citar algunas de ellas.
Pero, a lo largo de la historia, el hecho de saber o no saber matem¨¢ticas ha estado ligado a la muerte en m¨¢s de una ocasi¨®n. Hoy vamos a contar tres historias que, de una forma u otra, relacionan las matem¨¢ticas con la muerte.
La primera de ella, relativamente conocida, tiene como protagonista al gran matem¨¢tica griego Arqu¨ªmedes. Nos situamos en el siglo III a.C., dentro de la reconquista de Siracusa por parte de los romanos. Tras recuperar la ciudad, el general romano Marco Claudio Marcelo permiti¨® a sus tropas saquear la ciudad, pero a la vez les dio la siguiente orden: no hacer da?o a Arqu¨ªmedes. Marcelo era conocedor de la sabidur¨ªa del matem¨¢tico griego y le consideraba un activo muy interesante de cuya capacidad podr¨ªan beneficiarse.
Pero basta que des una orden para que alguien se la salte. Aunque hay varias teor¨ªas sobre ella, la muerte de Arqu¨ªmedes tuvo relaci¨®n con las matem¨¢ticas, concretamente con la falta de conocimientos de un soldado.
La historia es m¨¢s o menos como sigue. Se encontraba Arqu¨ªmedes frente a un problema geom¨¦trico, ajeno a la toma de Siracusa, cuando apareci¨® un soldado romano, que posiblemente buscaba algo de valor. Se cuenta que el soldado, que no reconoci¨® a Arqu¨ªmedes, le orden¨® que se levantara para llevarlo ante su superior. Arqu¨ªmedes, totalmente metido en su problema, le dijo que esperara a que consiguiera resolverlo. Esta desobediencia enfureci¨® al soldado, que autom¨¢ticamente mat¨® a Arqu¨ªmedes con su espada.
Otra de las teor¨ªas es que el soldado encontr¨® a Arqu¨ªmedes con varios instrumentos matem¨¢ticos y, vi¨¦ndolos como objetos de valor, lo asesin¨® para apropiarse de ellos. Y la tercera teor¨ªa, m¨¢s en la l¨ªnea de la primera, asegura que Arqu¨ªmedes ten¨ªa varios dibujos en el suelo, relacionados con el problema que estaba estudiando, cuando el soldado se acerc¨® y los pis¨®. Al ver esto, Arqu¨ªmedes pronunci¨® la famosa frase:
- ?No me toques mis c¨ªrculos!
Esto hizo enfurecer al soldado, que acab¨® con su espada con la vida de Arqu¨ªmedes. Sea cual sea la correcta, en este caso podemos decir que la falta de conocimientos matem¨¢ticos del soldado provoc¨® el asesinato del genial matem¨¢tico griego.
Nuestra segunda historia de hoy es, posiblemente, menos conocida que la anterior. Su protagonista es Igor Tamm, f¨ªsico ruso que fue galardonado con el Premio Nobel de F¨ªsica en 1958.
El propio Tamm contaba la siguiente historia. En los tiempos de la Revoluci¨®n Rusa, a?o 1917, ¨¦l se encontraba buscando comida en las cercan¨ªas de Odessa cuando fue capturado al ser confundido con un agitador. Al ser llevado ante el jefe, ¨¦ste le pregunt¨® por su profesi¨®n, a lo que Tamm respondi¨® que era matem¨¢tico. Al escuchar esto, el militar jefe le propuso el siguiente problema:
- Calcula el error que se comete al aproximar una funci¨®n cualquiera mediante un polinomio de Taylor de n t¨¦rminos. Si lo haces bien te dejo ir; si no, ser¨¢s fusilado.
Sin entrar en muchos detalles, un polinomio de Taylor sirve para aproximar valores de funciones. Si queremos calcular el valor de una funci¨®n en un punto y esa funci¨®n es complicada de manejar, calculamos ese polinomio (que es una funci¨®n mucho m¨¢s sencilla) y a partir de ¨¦l obtenemos una bastante buena aproximaci¨®n del valor que quer¨ªamos calcular de la funci¨®n inicial. Al ser aproximado, haciendo esto estar¨ªamos cometiendo un error (que, bajo ciertas condiciones, suele ser peque?o y est¨¢ bastante controlado). La expresi¨®n gen¨¦rica de ese error es la que se le preguntaba a nuestro protagonista.
Supongo que el bueno de Igor Tamm vio la luz cuando escuch¨® lo que le propon¨ªan. Sus conocimientos matem¨¢ticos le permitieron contestar adecuadamente a la cuesti¨®n planteada, y el jefe, al ver que la respuesta era correcta, le dej¨® ir. M¨¢s adelante, Tamm utilizaba esta an¨¦cdota como ejemplo de lo ¨²til que puede ser tener conocimientos matem¨¢ticos. Por desgracia, lo que tambi¨¦n contaba Tamm es que no lleg¨® a descubrir la identidad de este ¡°militar matem¨¢tico¡±. Una l¨¢stima.
La tercera y ¨²ltima an¨¦cdota del art¨ªculo de hoy es m¨¢s una leyenda, pero por lo curioso de la historia creo que merece que la contemos. El protagonista, Paul Wolfskehl, fue un f¨ªsico alem¨¢n que vivi¨® entre la segunda mitad del siglo XIX y los primeros a?os del siglo XX.
Wolfskehl estaba muy interesado por las matem¨¢ticas, y m¨¢s concretamente por la teor¨ªa de n¨²meros. Dentro de esta rama, podemos decir que le apasionaba el ¨²ltimo teorema de Fermat (del que hablamos hace unas semanas en Un problema que vale un mill¨®n de d¨®lares). Tal era esta pasi¨®n que intent¨® demostrarlo, pero desgraciadamente no consigui¨® hacerlo.
No ser capaz de demostrar este teorema, unido a un amor no correspondido y a un car¨¢cter propenso a la depresi¨®n, llev¨® a Wolfskehl al suicidio. Pero el hecho de ser tremendamente ordenado hizo que no se suicidara de cualquier manera. Wolfskehl program¨® su suicidio, con d¨ªa y hora concretos. Menuda sangre fr¨ªa.
Llegado el d¨ªa D, Wolfskehl comenz¨® a redactar su testamento. Cuando termin¨®, y viendo que todav¨ªa faltaban varias horas para la hora H, se puso a leer los trabajos de Ernst Kummer relacionados con el ¨²ltimo teorema de Fermat, supongo que para hacer tiempo. El caso es que nuestro amigo Paul crey¨® encontrar un error en esos trabajos e intento subsanarlo. Tanto se meti¨® en el asunto que se le pas¨® la hora del suicidio. Cuenta esta leyenda de Wolfskehl que esto le hizo replantearse su situaci¨®n, abandonando as¨ª la idea de suicidarse.
Dicha leyenda cuenta que, adem¨¢s de romper ese testamento y olvidar a ese ¡°amor imposible¡±, Wolfskehl instaur¨® un premio de 100000 marcos para quien demostrar el ¨²ltimo teorema de Fermat, entendemos que como ¡°agradecimiento¡± por salvarle la vida. La dificultad del problema llev¨® a que se pusiera como l¨ªmite 100 a?os para conseguir el premio, y el hecho de que Wolfskehl falleciera el 13 de septiembre de 1906 y las condiciones del premio se publicaran en 1908 llev¨® a establecer como fecha m¨¢xima el 13 de septiembre de 2007 (algo as¨ª como una media). El caso es que, como muchos ya sabr¨¦is, Andrew Wiles demostr¨® el ¨²ltimo teorema de Fermat en 1995, llev¨¢ndose tambi¨¦n con ¨¦l este Premio Wolfskehl.
Espero que estas an¨¦cdotas os hayan resultado curiosas a quienes no las conoc¨ªais, y que haya sido satisfactorio recordarlas para los que ya ten¨ªais conocimientos de las mismas.
Por otra parte, seguro que algunos de vosotros conoc¨¦is alguna otra historia o leyenda que vaya en la l¨ªnea de las que hemos contado hoy. Si es as¨ª, espero que teng¨¢is a bien hablarnos de ellas en los comentarios.
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