¡®Ignoramus¡¯
Ning¨²n artista sabe qui¨¦n es en realidad o qu¨¦ desusado ciudadano ven en ¨¦l sus vecinos
Los artistas tienen el cerebro inflamado de fantas¨ªas y por eso se les hace dif¨ªcil adoptar el proceder del com¨²n. Pero si no lo tuvieran pose¨ªdo por sus ficciones, no podr¨ªan luego construir esas complejas armaduras on¨ªricas que exigen a?os de trabajo. El artista es su primera ficci¨®n. As¨ª que ning¨²n artista sabe qui¨¦n es en realidad o qu¨¦ desusado ciudadano ven en ¨¦l sus vecinos.
Ejemplo. Sabemos que James Joyce fue uno de los artistas que fundaron las vanguardias que ara?aban los l¨ªmites del lenguaje, la luz, los sonidos o la vivienda. Pero no es as¨ª como se ve¨ªa ¨¦l. En sus conversaciones con Arthur Power (Ed. Universidad Diego Portales), compatriota de pocas luces con quien conversaba a veces en Par¨ªs, el escritor dibuja una imagen de s¨ª mismo bastante inesperada. Opinaba que el cristianismo, ofuscado con la muerte de los humanos, hab¨ªa destruido ¡°el misterio de la vida animal¡±. Admiraba, en cambio, el trato que asirios y egipcios daban a perros y gatos. Lo remataba algo despu¨¦s al asegurar que los paganos ten¨ªan una mayor valent¨ªa frente a la muerte que los cristianos.
Este arca¨ªsmo babil¨®nico lo confirma su rechazo del Renacimiento al que considera ¡°una vuelta a la infancia¡± comparado, dice, con el g¨®tico. Y entonces afirma que su escritura est¨¢ m¨¢s cerca del medievo que de los tiempos actuales. Cree que, de haber vivido en el siglo XIV, ¡°habr¨ªa obtenido mucho mayor reconocimiento¡±. Admira que Joyce, el mesopot¨¢mico, el pagano, se tuviera por un escriba del medievo, experto artesano en la manipulaci¨®n de masas p¨¦treas, art¨ªfice de laberintos dublineses y retorcidas g¨¢rgolas con la cara de Bloom, en un taller lleno de gatos. Y sin embargo tiene sentido: uno entiende perfectamente este Joyce neog¨®tico y (perd¨®n) neog¨¢tico.
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