R¨ªo de Janeiro, del podio al fango
FILIPE MOREIRA viv¨ªa su momento de gloria con 36 a?os. Primer bailar¨ªn del Theatro Municipal de R¨ªo de Janeiro, era el protagonista de todo el repertorio de la compa?¨ªa y la cr¨ªtica lo consideraba ¡°uno de los mayores talentos del ballet cl¨¢sico de los ¨²ltimos tiempos¡±. Elogiaban su virilidad y su excelencia interpretativa, tambi¨¦n su t¨¦cnica, con las que triunf¨® en escenarios de toda Sudam¨¦rica y de Florida. El pasado diciembre se despidi¨® del p¨²blico interpretando El cascanueces, de Chaikovski. Dos meses despu¨¦s estaba al volante de un uber.
El bailar¨ªn es ahora uno de los rostros de una obra sin aplausos, la tragedia de R¨ªo, la imagen m¨¢s cruda y representativa de la decadencia econ¨®mica, pol¨ªtica y moral brasile?a. ¡°Dej¨¦ todo mi ego de lado, aparqu¨¦ mi carrera de bailar¨ªn y entr¨¦ en el coche. Catorce horas al d¨ªa. Era eso o ver a mi familia pasando necesidad. Acumulamos una deuda de 18.000 reales [unos 5.000 euros]¡±, lamenta Moreira. Su salario era abonado por el Estado de R¨ªo, gestor del Theatro, que a¨²n le debe la paga de Navidad y el sueldo de dos meses.
R¨ªo de Janeiro pas¨® del ¨¦xtasis ol¨ªmpico a la depresi¨®n con tanta rapidez que a¨²n parece en estado de choque. El Estado vivi¨® durante a?os de los ingresos de la extracci¨®n de petr¨®leo en sus costas y de las expectativas de un Mundial de F¨²tbol y de unos Juegos Ol¨ªmpicos. Hasta que su presupuesto se desplom¨® con la ca¨ªda en picado del precio del barril de crudo, una gesti¨®n corrupta y los efectos de la recesi¨®n nacional, la m¨¢s profunda de la historia del pa¨ªs. Si hab¨ªa alguna expectativa de que R¨ªo recuperase, por fin, el brillo perdido desde que en 1960 dej¨® de ser capital de Brasil y la meca tropical del glamour y los casinos, esta se fue por el desag¨¹e. R¨ªo de Janeiro es hoy uno de los tres Estados con la situaci¨®n financiera m¨¢s cr¨ªtica del pa¨ªs. De cada 100 puestos de trabajo destruidos en Brasil en el primer trimestre de este a?o, 81 se perdieron en R¨ªo de Janeiro.
¡°La crisis de R¨ªo es un cap¨ªtulo aparte, m¨¢s profundo y doloroso, dentro de la actual recesi¨®n brasile?a. Las expectativas aqu¨ª fueron mayores¡±, afirma Maur¨ªcio Santoro, uno de los analistas pol¨ªticos m¨¢s activos de Brasil. ¡°Se esperaba que la ciudad finalmente dejase atr¨¢s el largo ciclo de decadencia iniciado con la p¨¦rdida de la capitalidad en favor de Brasilia, pero la ca¨ªda en el abismo mostr¨® a los habitantes de la ciudad y del Estado la fragilidad en la que se asentaban sus esperanzas de renovaci¨®n¡±. Santoro interpreta la crisis al mismo tiempo que es un ejemplo de ella: la Universidad Estatal de R¨ªo, donde imparte clases, aplaz¨® cinco veces el inicio de curso por falta de fondos. No hay dinero para pagar las becas de los alumnos con menos recursos ni para la comida de los ratones de laboratorio.
La historia de R¨ªo de los ¨²ltimos a?os es tambi¨¦n la historia del empresario Eike Batista. Vanidoso, casado con una sex symbol y multimillonario, Batista era el orgullo de la ciudad que lo vio convertirse en el hombre m¨¢s rico del pa¨ªs y el octavo del mundo, seg¨²n la lista Forbes. Aparcaba un Mercedes SLR McLaren y un Lamborghini en el sal¨®n de su mansi¨®n y se pavoneaba con que superar¨ªa en riqueza al mexicano Carlos Slim, entonces el hombre m¨¢s rico del planeta. ¡°Lo ¨²nico que no s¨¦ es si voy a adelantarlo por la izquierda o por la derecha¡±, alardeaba en 2011. No tuvo esa suerte. Su imperio de empresas de log¨ªstica y extracci¨®n de crudo y gas, que surfeaba en la ola del presal, el petr¨®leo profundo hallado en el litoral de R¨ªo, se desmoron¨® en 2013. Los inversores lo abandonaron cuando descubrieron que las reservas prometidas no exist¨ªan. Acab¨® la ostentaci¨®n.
Batista pretend¨ªa resucitar con el lanzamiento de una pasta de dientes ¡°milagrosa¡± cuando fue detenido el pasado enero. Le raparon sus implantes capilares de 30.000 reales como a cualquier criminal y se demostr¨® que ser un hombre hecho a s¨ª mismo, como ¨¦l dec¨ªa, ten¨ªa un precio: por lo menos 150 millones de reales ¡ª?m¨¢s de 40 millones de euros¡ª que hab¨ªa pagado en sobornos a su amigo y exgobernador de R¨ªo S¨¦rgio Cabral para que favoreciese sus negocios.
Cabral, que en 2009 daba saltos de cuatro palmos junto a Pel¨¦ y el expresidente Luiz In¨¢cio Lula da Silva cuando R¨ªo de Janeiro conquist¨® la organizaci¨®n de los Juegos Ol¨ªmpicos en Copenhague, es otro de los antih¨¦roes de esta historia. Desde uno de los colchones que usaron Nadal y Bolt en la Villa Ol¨ªmpica, donados tras los Juegos a las prisiones cariocas, el exgobernador se enfrenta a 10 procesos judiciales, relatos detallados de c¨®mo lider¨® una mafia para vaciar las arcas p¨²blicas que incluyen diamantes, mochilas llenas de dinero y coches blindados para transportar sobornos. En la c¨¢rcel desde noviembre, la fiscal¨ªa lo acusa de desviar millones de las obras de la reforma del legendario estadio de Maracan¨¢, de la ampliaci¨®n del metro ¡ªinaugurado tarde y m¨¢s caro de lo previsto poco antes de los Juegos¡ª, de infraestructuras previstas para las favelas y hasta de contratos de compra de pr¨®tesis hospitalarias. En aquellos d¨ªas de euforia y saqueo multimillonario, viajaba a Par¨ªs con secretarios y empresarios hoy acusados de corrupci¨®n para beber champ¨¢n mientras sus mujeres posaban mostrando a la c¨¢mara la suela roja de sus tacones Louboutin.
El exgobernador, del Partido del Movimiento Democr¨¢tico Brasile?o, el mismo al que pertenece el presidente, Michel Temer, lo niega todo. Pero los investigadores calculan que, entre lingotes de oro y monta?as de billetes, logr¨® acumular, despu¨¦s de siete a?os en el cargo, una fortuna en cuentas bancarias en el extranjero de cerca de 100 millones de d¨®lares. En junio, durante su primer juicio, sus abogados alegaron como defensa que Cabral llev¨® a la poblaci¨®n de R¨ªo a un ¡°momento extraordinario¡±. El juez lo conden¨® a 14 a?os y 2 meses de prisi¨®n.
Desde que R¨ªo de Janeiro logr¨® hacerse con la sede ol¨ªmpica, el entusiasmo emborrach¨® a sus gobernantes. Se proyectaron obras fara¨®nicas, se gastaron millones en llevar polic¨ªas a las favelas, se redujeron efectivamente los ¨ªndices de criminalidad, se crearon empleos, se inauguraron museos y se dispararon las plazas hoteleras. Pero los Juegos, en realidad, estaban aplazando el desastre que se desenmascarar¨ªa despu¨¦s con el Gobierno de Luiz Fernando Pez?o, mano derecha de Cabral. Menos de dos meses antes del evento, el Estado de R¨ªo decretaba ¡°calamidad p¨²blica¡± y ped¨ªa al Gobierno federal un socorro financiero de 2.900 millones de reales ¡ªcerca de 900 millones de euros¡ª 0 para garantizar los servicios p¨²blicos y la seguridad. No hab¨ªa dinero ni para abastecer de papel higi¨¦nico las comisar¨ªas de polic¨ªa. El caos que se desencadenar¨ªa despu¨¦s fue solo cuesti¨®n de tiempo.
La angustia de un bombero solitario intentando apagar el fuego de cuatro autobuses incendiados sin m¨¢s ayuda que la manguera sacada de un cine pr¨®ximo, ilustra otra de las escenas de la tragedia carioca. El hombre domaba con esfuerzo el torrente de agua, pero las llamas avanzaban y los tanques de gasolina de los veh¨ªculos explotaban, escupiendo bolas de fuego que le obligaban a retroceder. A su alrededor, algunos curiosos con la cara casi ardiendo de calor, una nube de humo negro y un escenario de guerra: barricadas, contenedores de basura del rev¨¦s y piedras y cristales por el suelo. Unas calles m¨¢s atr¨¢s, la polic¨ªa, parapetada con cascos y uniformes negros antidisturbios, persegu¨ªa manifestantes con fusiles de balas de goma y gas lacrim¨®geno. Los coches de los bomberos ¡ªtambi¨¦n con el sueldo atrasado¡ª tardaron 40 minutos en llegar. Aquella escena de un viernes por la noche en el centro tur¨ªstico de R¨ªo fue el remate de una jornada de huelga general, la del 31 de marzo, que par¨® decenas de Estados en Brasil sin incidentes graves. Pero en R¨ªo ya no se protesta en paz. Estudiantes y funcionarios furiosos con sus cuentas en n¨²meros rojos protagonizan movilizaciones en el centro de la ciudad desde noviembre, casi todas reprimidas por la polic¨ªa, igual de asfixiada por las deudas que los manifestantes. ¡°Me siento humillada. Me llaman todos los d¨ªas para exigir el pago de deudas. Con mi pensi¨®n [937 reales, menos de 300 euros] consegu¨ªa pagar mis cosas, pero hoy tengo que elegir entre comer o cenar¡±, contaba en una de esas manifestaciones, a principios de a?o, la jubilada Creusa Maia dos Santos, de 56 a?os, monitora de comedor en un colegio p¨²blico. ¡°Estoy enferma, tendr¨ªa que alimentarme cada tres horas, ?entiendes? Hace dos d¨ªas que no paro de llorar¡±.
La ruina en la que ha acabado la euforia ol¨ªmpica se puede comprobar tambi¨¦n en las instalaciones deportivas raramente usadas o cerradas, en los 100 millones de reales ¡ª30 millones de euros¡ª que el Comit¨¦ R¨ªo2016 a¨²n debe a sus proveedores y en las esquinas de los barrios ricos de la ciudad: cuando oscurece, casi 15.000 personas, entre ellas m¨¢s de 500 ni?os y adolescentes, se esconden bajo mantas ¨¢speras que dejan al descubierto pies descalzos y cuarteados. M¨¢s del 40% de ellos desembarcaron en la calle hace menos de un a?o, cuando R¨ªo a¨²n se vend¨ªa como una de las ciudades m¨¢s prometedoras del mundo.
La falta de fondos tambi¨¦n mantiene sin dinero los cuarteles de la Polic¨ªa Militar y las comisar¨ªas, que no pueden ni abastecer los coches patrulla. El miedo se est¨¢ adue?ando en las calles y lleva al l¨ªmite a ciudadanos que han aprendido a distinguir un fusil 7.65 de una ametralladora Uzi. La madrugada del 9 de junio, Danielle Frangelli llam¨® a un uber para volver a casa tras pasar la noche bailando samba. Al llegar a su apartamento, en una calle de palmeras imperiales de un barrio de clase media-alta, pidi¨® al conductor y a la madre de una amiga que la acompa?aba que esperasen a que entrase en el portal. No dio tiempo.
¡°De repente, cuando estaba a cinco pasos de la puerta, apareci¨® un coche con una de esas frenadas de pel¨ªcula y salieron dos hombres superagresivos¡±, relata. ¡°Uno de ellos estaba con un rev¨®lver y fue hacia el coche, y el otro apunt¨® hacia m¨ª una ametralladora. Pens¨¦: ¡®Si me dispara con eso, no tengo ninguna posibilidad de sobrevivir¡±. En ese momento, Frangelli oy¨® la puerta del portal abrirse y durante los 10 segundos que tard¨® en girarse, entrar en la porter¨ªa y lanzarse al suelo pens¨® que iba a morir. El portero, de 70 a?os, se tumb¨® con ella aterrorizado. ¡°Darme la vuelta y correr fue la peor reacci¨®n posible, pero sent¨ª un alivio profundo por no haberme llevado un tiro en la espalda. Con esta ola de violencia, todo cuidado es poco. Se llevaron el coche y todas las pertenencias, pero gracias a Dios no dispararon a nadie¡±. A sus 28 a?os, era la cuarta vez que sufr¨ªa un asalto, el tercero a mano armada.
R¨ªo siempre ocup¨® titulares por su violencia, pero, agotada la atenci¨®n internacional y sin dinero para pagar horas extras a los polic¨ªas, los ¨ªndices de criminalidad se dispararon y volvieron a niveles de 2010, la ¨¦poca de los viajes del exgobernador Cabral a Par¨ªs. El a?o pasado hubo 6.248 v¨ªctimas de muertes violentas, un 25% m¨¢s que en 2015. El mes de abril, por ejemplo, fue el que m¨¢s se rob¨® en R¨ªo desde 2003. Con 23.000 casos, se registr¨® una v¨ªctima cada dos minutos. El n¨²mero de denuncias incluso hubiera abultado m¨¢s de no ser porque la Polic¨ªa Civil, harta de no cobrar su sueldo y llevarse el papel higi¨¦nico de casa, mantuvo una huelga de casi tres meses que solo acab¨® el 7 de abril.
¡°Faltan recursos b¨¢sicos esenciales para prevenir e investigar delitos, desde coches patrulla hasta el mantenimiento del sistema inform¨¢tico. El crimen organizado est¨¢ siempre vigilante y sabe leer este escenario de fragilidad¡±, lamenta un comisario de polic¨ªa destacado en una de las zonas m¨¢s violentas de R¨ªo. ¡°Con las polic¨ªas debilitadas, el caos es una realidad pr¨®xima e inevitable. El caos, por cierto, ser¨ªa una oportunidad ¨²nica para debatir soluciones de largo plazo, pero lamentablemente no es lo que estamos viendo¡±.
En las ¨¢reas m¨¢s pobres, el Estado ha naufragado. El exmultimillonario Batista, hoy bajo arresto domiciliario en su mansi¨®n, fue tambi¨¦n mecenas del proyecto de pacificaci¨®n de las favelas, lanzado por su amigo Cabral con vistas al Mundial de F¨²tbol y los Juegos. A partir de 2008, con inyecciones de millones de euros, polic¨ªas militares ocuparon 38 comunidades estrat¨¦gicas, expulsaron por un tiempo a narcotraficantes armados y redujeron los ¨ªndices de criminalidad. Nueve a?os despu¨¦s, las favelas se desangran pidiendo paz. Si en 2011 hubo apenas 13 tiroteos entre polic¨ªas y criminales en esos barrios, en 2016 se superaron los 1.500, seg¨²n los datos de la propia Polic¨ªa Militar, que, veladamente, hace campa?a para acabar con el proyecto.
Los traficantes reconquistaron poco a poco el territorio con armas de guerra. Se sospecha que parte de la tropa policial est¨¢ cobrando sobornos para facilitar la vida de los criminales mientras mueren cada semana agentes y vecinos atrapados en los tiroteos. Paulo Henrique Oliveira de Morais, de apenas 13 a?os, se convirti¨® en abril en otra v¨ªctima colateral de esa guerra entre traficantes y polic¨ªas. Recibi¨® un tiro en la barriga cuando se dirig¨ªa a casa de un amigo para jugar a la consola. Su barrio, conocido como el complejo de favelas de Alem?o, es una enorme loma cubierta de casas de ladrillo desnudo con tejados met¨¢licos. Ocupado por la polic¨ªa en 2010, hoy vive en un luto permanente. Nadie se acuerda de 2015, cuando la directora del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde, se subi¨® al telef¨¦rico que sobrevuela la favela y dijo sentirse ¡°en una estaci¨®n de esqu¨ª¡±, en referencia a los Alpes. El telef¨¦rico, hoy abandonado porque no hay dinero para mantenerlo, es otra de las obras que pudo haber llenado la caja fuerte de Cabral.
El bailar¨ªn Filipe Moreira volvi¨® a los escenarios el pasado 15 de junio. Estrenaba Carmina Burana, la obra m¨¢s conocida de Carl Orff. En una especie de grito de socorro, el ballet, el coro y la orquesta sinf¨®nica al completo se juntaron por primera vez este a?o para poner de nuevo en la agenda cultural de la ciudad el Theatro Municipal. Las dietas, el transporte, el mantenimiento de los instrumentos, el maquillaje y el vestuario salieron del bolsillo de los artistas. El locutor present¨® el espect¨¢culo alertando: ¡°Con tres meses de salario atrasado, llegamos al l¨ªmite de nuestras fuerzas, posibilidades y dignidad. Si perdura esta situaci¨®n, no sabemos hasta cu¨¢ndo ser¨¢ posible mantener la programaci¨®n¡±. Todas las entradas se agotaron y durante siete emocionantes minutos el p¨²blico aplaudi¨® a artistas que han pasado a depender de las donaciones de los cariocas para comer. ¡°Es nuestro grito de supervivencia¡±, resume Moreira. ¡°Estamos sufriendo, pero continuaremos gritando¡±.
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