El reverso de la ampliaci¨®n euroatl¨¢ntica
Europa puede recuperar su impulso oponi¨¦ndose al auge del nacionalismo y el populismo alrededor del mundo
Habitualmente, nos tomamos la licencia ret¨®rica de equiparar a la UE con Europa, lo que nos lleva a pasar por alto algunos matices. Vista desde una perspectiva hist¨®rica, podr¨ªa decirse que en realidad la UE encarna la ant¨ªtesis de lo que ha sido Europa, al haber contribuido a romper con siglos de violentos conflictos entre sus actuales Estados Miembros. En t¨¦rminos geogr¨¢ficos, es cierto que las sucesivas adhesiones a la Uni¨®n le han permitido reflejar algo m¨¢s fielmente la extensi¨®n que suele atribuirse al continente europeo, pero todav¨ªa perduran algunos desajustes. Adem¨¢s, el Brexit nos ha recordado algo fundamental: esta tendencia expansiva no es irreversible, y la propia existencia de la UE ¡ªen tanto en cuanto se trata de una construcci¨®n pol¨ªtica¡ª no puede darse por sentada.
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Existen dos din¨¢micas primordiales que han marcado la trayectoria de la UE y, anteriormente, de las Comunidades Europeas. Por un lado, la integraci¨®n se ha hecho cada vez m¨¢s profunda, y por el otro, los beneficios de esta integraci¨®n se han extendido a un n¨²mero cada vez mayor de Estados. La ca¨ªda del muro de Berl¨ªn hizo que surgiesen nuevas oportunidades, que se convirtieron en retos may¨²sculos. Ya no se trataba ¨²nicamente de incorporar a Estados pertenecientes a la ¨®rbita Occidental, sino de ampliar tanto la UE como la OTAN a Estados que hab¨ªan formado parte del Pacto de Varsovia. Desaparecida la Europa de Yalta, el objetivo era no volver a la Europa de Versalles.
La primera organizaci¨®n en abordar esta delicada empresa fue la OTAN, no sin antes alcanzar un acuerdo con Rusia que consigui¨® amortiguar el impacto, y que supuso el verdadero final de la Guerra Fr¨ªa: el Acta Fundacional de 1997. Dos a?os despu¨¦s, la Rep¨²blica Checa, Hungr¨ªa y Polonia pasaron a formar parte de la OTAN y, en 2004, se adhirieron a la UE junto con otros siete Estados. Las tradicionales esferas de influencia parec¨ªan estarse superando, a medida que la UE ve¨ªa reforzado su magnetismo a escala continental y global.
El Gobierno polaco se encamina a instaurar un Estado iliberal en la UE, siguiendo los pasos de una Hungr¨ªa en la que Viktor Orb¨¢n est¨¢ cruzando m¨²ltiples l¨ªneas rojas
Como argument¨® en su d¨ªa Altiero Spinelli, autor del Manifiesto de Ventotene, el movimiento europe¨ªsta deb¨ªa encontrar ¡°una soluci¨®n que no ignorase los sentimientos nacionales, sino que m¨¢s bien les diese una manera de manifestarse libremente¡±. Para los pa¨ªses que se hab¨ªan encontrado bajo el dominio sovi¨¦tico, la UE representaba ¡ªadem¨¢s de una garante de la democracia y de los derechos humanos¡ª una v¨ªa de realizaci¨®n nacional. Por aquel entonces, se sol¨ªa poner en valor que la integraci¨®n europea no comporta una p¨¦rdida de soberan¨ªa de facto, sino justo lo contrario: la UE ofrece grandes ventajas a nivel socioecon¨®mico y da pie a que sus Estados Miembros maximicen su capacidad de influencia en el escenario internacional.
Tras la desaparici¨®n del tel¨®n de acero, el Reino Unido y la Alemania reunificada fueron los principales motores europeos de la ampliaci¨®n hacia el este, aunque por motivos claramente distintos. Mientras que los conservadores brit¨¢nicos pretend¨ªan frenar la profundizaci¨®n a trav¨¦s de la ampliaci¨®n, el canciller Helmut Kohl consideraba que ambas din¨¢micas eran compatibles, y a grandes rasgos as¨ª fue hasta bien entrado el siglo XXI. Por desgracia, los resultados en dos de los cuatro refer¨¦ndums sobre la Constituci¨®n Europea, que se celebraron un a?o despu¨¦s de la ampliaci¨®n de 2004, pusieron en tela de juicio esta compatibilidad. Las alusiones despectivas e injustificadas a los ¡°fontaneros polacos¡± calaron hondo especialmente en Francia, que rechaz¨® el ambicioso proyecto constitucional junto con los Pa¨ªses Bajos. Este rev¨¦s sumi¨® a la UE en una cierta desorientaci¨®n que, pese a verse mitigada temporalmente por la firma del Tratado de Lisboa, fue a m¨¢s tras el estallido de la crisis econ¨®mica.
La figura de los ¡°fontaneros polacos¡± hizo su aparici¨®n nuevamente durante la campa?a del refer¨¦ndum sobre el Brexit, lo cual no deja de ser parad¨®jico. En el Reino Unido, que tan favorable se hab¨ªa mostrado a la ampliaci¨®n de la UE, ahora se usaba a los trabajadores procedentes del centro y del este de Europa como chivo expiatorio. Siguiendo al pie de la letra lo que el soci¨®logo Anthony Giddens llam¨® ¡°el escenario son¨¢mbulo¡±, el Reino Unido decidi¨® abandonar la UE sin que existiera un debate suficientemente informado sobre lo que estaba en juego. A falta de reflexi¨®n fundamentada, los estereotipos volvieron a campar a sus anchas, de tal forma que la decisi¨®n puede interpretarse como una cara B de la ampliaci¨®n europea. B de Brexit.
Por su parte, los pa¨ªses m¨¢s frecuentemente asociados a la controvertida noci¨®n de ¡°nueva Europa¡± tampoco est¨¢n exentos de contradicciones. El caso de Polonia es particularmente ilustrativo. A ra¨ªz de su reconciliaci¨®n con Alemania, Polonia adquiri¨® un papel protagonista en la esfera euroatl¨¢ntica, complementando el eje francoalem¨¢n en lo que vino a conocerse como el ¡°tri¨¢ngulo de Weimar¡±. Los r¨¦ditos que obtuvo Polonia de su reposicionamiento geopol¨ªtico fueron impresionantes, y m¨¢s a¨²n cuando comparamos sus cifras macroecon¨®micas con las de un pa¨ªs como Ucrania, que sigui¨® un camino muy diferente tras la disoluci¨®n del bloque comunista. En 1990, el PIB per c¨¢pita de Ucrania superaba al de Polonia, pero las tornas se cambiaron hasta tal punto que en 2016 el PIB per c¨¢pita polaco estaba cerca de cuadruplicar al ucraniano.
La integraci¨®n se ha hecho cada vez m¨¢s profunda y los beneficios de esta integraci¨®n se han extendido a un n¨²mero cada vez mayor de Estados
Pese a todo ello, el gobierno polaco actual no reivindica los principios de una Europa verdaderamente ¡°nueva¡± ¡ªesa que hemos ido moldeando a trav¨¦s de la integraci¨®n europea¡ª sino que ha aprovechado el momento de vulnerabilidad de la Uni¨®n para echar mano de un recetario cortoplacista y caduco. No es casualidad, al fin y al cabo, que el Presidente Trump eligiera visitar Polonia justo antes de dirigirse a la cumbre del G20. En otra inquietante paradoja, Polonia es hoy en d¨ªa terreno f¨¦rtil para los discursos anti-inmigraci¨®n y, sumida en la nostalgia, fantasea con un repliegue nacional que le ha sido esquivo a lo largo de su historia. Para colmo de males, el gobierno polaco se encamina a instaurar un Estado iliberal en el seno de la UE, siguiendo los pasos de una Hungr¨ªa en la que Viktor Orb¨¢n est¨¢ cruzando m¨²ltiples l¨ªneas rojas en su af¨¢n de deslegitimar a las voces discrepantes.
El modelo de la UE se fundamenta en una serie de compromisos b¨¢sicos que deben respetarse, y que fueron precisamente los que consiguieron atraer a los Estados procedentes de la antigua ¨®rbita sovi¨¦tica. Si bien todo avance sociopol¨ªtico tiene su reverso, lo mismo puede decirse de fen¨®menos como el auge del nacionalismo y el populismo alrededor del mundo.
Contraponi¨¦ndose a este auge, la UE puede recobrar el impulso, siempre y cuando sea capaz de confeccionar un relato legitimador que responda a las prioridades que tiene la sociedad europea hoy en d¨ªa, y que afortunadamente difieren de las de hace 60 a?os. De ello depende no solo el futuro de la UE, sino el futuro de Europa.
Javier Solana es distinguished fellow en la Brookings Institution y presidente de ESADEgeo, el Centro de Econom¨ªa y Geopol¨ªtica Global de ESADE.
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