?Por qu¨¦ ocultamos que nos da miedo volar en avi¨®n?
Uno de cada seis pasajeros pasa miedo cuando coge un vuelo. En la Facultad de F¨ªsica me ense?aron los principios que permiten a un avi¨®n sustentarse en el aire pero, aun as¨ª, me sigue resultando inveros¨ªmil
Si usted tiene miedo a volar sepa que existen cursos eficientes para vencerlo y una amplia farmacopea que puede hacer brotar el coraje hasta de un peluche. Lo de que gran cantidad de seres humanos tengan miedo a volar es de lo m¨¢s natural: somos animales hechos para andar bien pegados al suelo y estar montado en un cachivache a 900 kil¨®metros por hora y a 10.000 pies de altura seguro que no le encaja a nuestro cerebro de reptil. ?Qu¨¦ hacemos por encima de las nubes?
El sue?o humano de volar hace tiempo que se hizo realidad, es un triunfo, ahora tenemos la opci¨®n de viajar lej¨ªsimos en poco tiempo y ver la Tierra desde el cielo, como un patchwork. El precio a pagar son las extra?as liturgias de los aeropuertos, las incomodidades del avi¨®n y el miedo irracional a que el artefacto se caiga. Ahora es verano y 83 millones de turistas extranjeros van a llegar a Espa?a (es un r¨¦cord), casi todos por el aire, como latas de sardinas a propulsi¨®n. Esa es la imagen: est¨¢n lanzando turistas a propulsi¨®n, con la ayuda de potent¨ªsimos motores, hacia las costas espa?olas. Aterrizar¨¢n sobre la paella y la sangr¨ªa.
"Esa es la imagen: est¨¢n lanzando turistas a propulsi¨®n, con la ayuda de potent¨ªsimos motores, hacia las costas espa?olas. Aterrizar¨¢n sobre la paella y la sangr¨ªa"
Yo vuelo, claro, mi miedo es menor que mi necesidad de viajar a lejanos lugares ultramarinos, y lo cierto es que siento cierta fascinaci¨®n ante el viaje en avi¨®n, sus panor¨¢micas y sus luces nocturnas, como en un amor-odio. Porque tambi¨¦n soy de esos que van inquietos, atentos a cada sonido que produce la aeronave, a cada movimiento extra?o, observando la actitud de los auxiliares de vuelo, imaginando cat¨¢strofes. En la Facultad de F¨ªsica me ense?aron los principios que permiten a un avi¨®n sustentarse en el aire (el efecto Venturi, el Principio de Bernoulli, etc) pero, a¨²n as¨ª, el hecho de que estos aparatos vuelen me sigue resultando inveros¨ªmil.
Miedo irracional, digo, porque ya sabemos que ¡°el avi¨®n es el medio de transporte m¨¢s seguro¡±, y que es m¨¢s f¨¢cil tener un accidente en un coche que en un Boeing. Despegan 400.000 vuelos diarios en el mundo, y raramente se producen accidentes. Pero nuestro enc¨¦falo m¨¢s primitivo no entiende de estad¨ªsticas. ?Y si somos protagonistas de la extra?a anomal¨ªa? ?Y si nos pasa a nosotros? Hubo un poeta que dijo que el accidente a¨¦reo era la forma m¨¢s hermosa de morir, yo creo justamente lo contrario. Adem¨¢s, estoy seguro que la mayor¨ªa de la gente que viaja en el avi¨®n va puesta de ansiol¨ªticos. Cuando hay algo de turbulencia muchos de esos que aparentan serenidad se quitan la careta y patalean de p¨¢nico imperceptiblemente. Y eso que tambi¨¦n nos han repetido hasta la saciedad que las turbulencias son algo perfectamente com¨²n. Pero, ?a qui¨¦n le gustan?
Seg¨²n la Organizaci¨®n de Aviaci¨®n Civil Internacional (OACI), uno de cada seis pasajeros pasa miedo cuando coge un vuelo. Algunos de los factores que influyen en este miedo, seg¨²n han se?alado los psic¨®logos, son la capacidad de fabulaci¨®n (lo que nos permite imaginar con tremendo realismo lo peor) o la necesidad de tener las cosas bajo control. No se me ocurre situaci¨®n en la que uno tenga menos cosas bajo control que cuando el avi¨®n est¨¢ acelerando en la pista de despegue, montando en un cachivache enorme y potent¨ªsimo que se arroja al vac¨ªo del cielo a toda velocidad. Es la misma sensaci¨®n que envejecer, pero a toda hostia.
En otros tiempos la mayor¨ªa de la gente no cog¨ªa un avi¨®n en su vida, hoy lo dif¨ªcil es no hacerlo. Lo que era un medio de transporte para ricos fue cada vez m¨¢s popular durante el siglo XX, progresivamente adoptado por las clases medias, hasta llegar al extremo de las compa?¨ªas low cost actuales, casi al alcance de cualquiera (otro factor del auge del turismo rampante). Existen unas 1.500 aerol¨ªneas que conectan 4.000 aeropuertos en todo el globo. En algunas de estas l¨ªneas el vuelo ha perdido hasta su glamour m¨ªstico de ruptura del orden de la naturaleza (?volar!), el acontecimiento ¨²nico y sobrenatural, y parece que viaja uno en un autob¨²s urbano donde, adem¨¢s, tratan de venderle parafernalia in¨²til.
La lectura de libros como el reciente Traves¨ªa a¨¦rea (Capit¨¢n Swing), de Mark Vanhoenacker, un piloto transcontinental que cuenta su particular existencia (en un eterno jet lag en las alturas, de un lado para el otro del planeta) ayuda a normalizar la experiencia: hay gente que casi pasa m¨¢s tiempo en el aire que en la tierra. Si se siente avergonzado por su miedo busque en Google las abundantes listas de celebrities con miedo a las alturas: Jennifer Aniston, Lenny Kravitz o Lars Von Trier. O Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez que public¨® en este mismo diario, en 1980, un art¨ªculo can¨®nico sobre la aerofobia, de t¨ªtulo, visto desde hoy, algo heteropatriarcal: Seamos machos: hablemos del miedo a volar. ¡°El verdadero temeroso del avi¨®n no es el que se niega a volar, sino el que aprende a volar con miedo¡±, escrib¨ªa el Nobel colombiano.
Usted es como esa gente divina. Recuerde tambi¨¦n al todopoderoso M.A. Barracus, se?alado miembro del Equipo A, al que ten¨ªan que darle hamburguesas con droga para montarle en aviones (que, encima, pilotaba Murdock, ¡°?ese maldito loco!¡±). O al artista Melendi que, por puro miedo, se cogi¨® una buena melopea en un avi¨®n de Iberia con destino a M¨¦xico, tal vez la m¨¢s sonada de toda la Historia de la Aviaci¨®n Civil, tanto que tuvieron que dar la vuelta y regresar a Barajas. Pero esto ¨²ltimo no lo intente en su vuelo.
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