Inflaci¨®n de adjetivos
En la abundancia, el valor de cada unidad baja. En este caso, lo que se diluye es su significado
Esta semana, en el 81? aniversario del golpe de estado contra la Segunda Rep¨²blica, la CUP se permit¨ªa el lujo de comparar a los contrarios al refer¨¦ndum catal¨¢n con Franco. Mientras, Puigdemont llamaba ¡°fan¨¢ticos¡± a quienes defendiesen que Espa?a es una democracia sana. No fueron pocos, sobre todo desde la izquierda no nacionalista, los que se preguntaron c¨®mo se sentir¨ªan aquellos que de verdad sufrieron una dictadura (la franquista, sin ir m¨¢s lejos). Ahora bien: algunos de ellos tambi¨¦n han tildado en el pasado al sistema democr¨¢tico espa?ol de ¡°r¨¦gimen¡± o de ¡°autoritario¡±. Por supuesto, este fen¨®meno tiene su correlato al otro lado del espectro ideol¨®gico, donde muchos declaran la m¨¢s terrible alarma social y pol¨ªtica ante cualquier modificaci¨®n del orden establecido.
La econom¨ªa de los adjetivos es un artefacto curioso. Individualmente, cabr¨ªa pensar que es mejor administrar su uso. Si una voz p¨²blica no acostumbra a emplear calificaciones intensas o grandilocuentes, cuando lo haga el peso ser¨¢ mucho mayor. Pero claro, esto s¨®lo es cierto si todas las voces siguen la misma aproximaci¨®n. Si el tono de la conversaci¨®n es bajo, los incentivos para que s¨®lo uno de los participantes suba el volumen son considerables, pues podr¨¢ imponerse sobre los dem¨¢s.
Parece que Espa?a ha llegado justo a ese punto. Se trata de una situaci¨®n dif¨ªcil de revertir, porque en cierta forma los adjetivos funcionan como una moneda: cuando se imprime en abundancia, el valor de cada unidad baja. En este caso, lo que se diluye es su significado.
En un estado sostenido de hip¨¦rbole argumentativa, s¨®lo la audiencia extremadamente comprometida sostiene la creencia en el apocalipsis. Para el resto de personas, el contraste con su realidad cotidiana acaba por alejarse demasiado de la ret¨®rica con la que son golpeados d¨ªa tras d¨ªa. Pero entonces se vuelve m¨¢s probable que la movilizaci¨®n y la toma de decisiones quede en manos de los extremos verbales, mientras el llano central de ep¨ªtetos tranquilos se encoja de hombros sin entender demasiado bien en qu¨¦ se ha convertido aquello que antes llamaban debate p¨²blico. @jorgegalindo
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