& Garfunkel
El reciente recital en solitario en Barcelona del miembro edulcorado del c¨¦lebre d¨²o fue un hermoso canto a la nostalgia
Siempre he tenido una debilidad por Art Garfunkel, aun sabiendo que el bueno era Paul Simon. Pero es que el aterciopelado cantante de cabello ensortijado se parec¨ªa mucho en sus a?os mozos, los de la portada de Angel Clare (1973), por ejemplo, al que era entonces uno de mis grandes amigos, Luis Corber¨® (un saludo Luis, donde quiera que est¨¦s): no en balde le apod¨¢bamos, a mi camarada, Garfunkel. Aunque yo aparec¨ªa siempre inevitablemente como el Simon del d¨²o en los lejanos d¨ªas del Pick Up de Blanes ¡ªm¨¢s por comparaci¨®n con Luis, un tipo muy alto que porque yo fuera un tap¨®n como Paul, y desde luego no por mi talento musical¡ª, nosotros nunca nos peleamos como verduleras a la manera en que van haciendo ellos, Simon & Garfunkel, a lo largo de sus vidas. De hecho, recuerdo haber llorado en el hombro de Luis (poni¨¦ndome de puntillas) cuando no pude conseguir el amor de aquella chica, Mar¨ªa Jos¨¦ Gaspar, o cuando rompimos el motor de su Cota 247 en las 24 horas de todoterreno de Viladrau y alguien, a la vista de nuestra pobre performance, grit¨® cruelmente: ¡°?T¨ªos, dedicaros a cantar El c¨®ndor pasa!¡±.
Todo esto, que suced¨ªa antes de morir Franco (con lo cual es evidente que con Franco viv¨ªamos peor), me llev¨® el otro d¨ªa, empapado de nostalgia, a asistir al concierto de Garfunkel que cerraba el estupendo festival de los Jardines de Pedralbes. Una amiga, Carmen Vicente, que militaba en la organizaci¨®n, me dio de entrada dos malas noticias: Garfunkel estaba de un humor de perros y no me saludar¨ªa ¡ªcomo yo en mis h¨²medos sue?os adolescentes hab¨ªa imaginado¡ª, y no iba a cantar Mrs. Robinson. Cuando al empezar el recital vi lo que le quedaba de pelo a Art (por no hablar de lo que le queda de voz), pens¨¦ que no deb¨ªa haber ido a malgastar mis recuerdos. Pero poco a poco se fueron amontonando las viejas canciones (The Boxer, Scarborough Fair, April Come She Will) y cuando Garfunkel interpret¨® The Sound of Silence en la noche atiborrada de verano y estrellas yo ya no es que llorara es que hipaba, y me abrazaba al cr¨ªtico Miquel Jurado imaginando que era Luis Corber¨® y coreando Puente sobre aguas turbulentas. Con Simon & Garfunkel nos graduamos, mejor o peor, en la vida. Yo la otra noche con & Garfunkel sent¨ª que volv¨ªa melanc¨®licamente atr¨¢s para hacer un m¨¢ster.
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