M¨¢s peque?a que peque?a

La palabra ¡°peque?a¡± se queda a veces demasiado grande.

La verdad es que no puede definirse con rigor ese adjetivo, que tiene como antecedente pitinnus en el lat¨ªn vulgar y que se document¨® ya en torno a 1140 (Corominas y Pascual). Porque nuestra idea de lo peque?o y de lo grande var¨ªa seg¨²n cada contexto; de ah¨ª aquel viejo chiste: ¡°Yo opino que lo mejor de la vida est¨¢ en las cosas peque?as: un peque?o yate, una peque?a mansi¨®n, un peque?o avi¨®n¡­¡±.

Una peque?a mansi¨®n mide m¨¢s metros que un piso grande. Por eso el adjetivo ¡°peque?a¡± puede sugerir una dimensi¨®n mayor que su ant¨®nimo ¡°grande¡± si ¨¦ste se proyecta sobre un objeto de escaso volumen habitual. Del mismo modo subjetivo, lo que se llamaba ¡°la peque?a pantalla¡± ha crecido ya tanto en pulgadas y plasmas, y tanto ha decrecido la del cine (antes ¡°pantalla grande¡±), que pronto habr¨¢ que aplicar aquel viejo sin¨®nimo a ¨¦stas y no a aqu¨¦llas; y viceversa.

El Diccionario define ¡°peque?o¡± como lo que tiene un tama?o inferior a otros de su misma clase, mientras que ¡°grande¡± es lo que muestra una dimensi¨®n superior a lo com¨²n y regular. Pero la entrada ¡°peque?o¡± recoge una locuci¨®n interesante: ¡°Letra peque?a¡±. Con la siguiente definici¨®n: ¡°Parte de un texto o contrato en la que figuran cl¨¢usulas importantes que pueden resultar menos atendidas por aparecer en un cuerpo menor¡±. Por tanto, el concepto de ¡°peque?a¡± se activa merced a una comparaci¨®n. Y en efecto, esa letra de contratos o prospectos, de instrucciones o de etiquetas, se imprimi¨® siempre en un cuerpo inferior al del texto principal, s¨ª. Pero si su tama?o sigue decreciendo, ?hasta cu¨¢ndo seguiremos llam¨¢ndola peque?a?

Leer la lista de ingredientes al tomar unas galletas del estante en el supermercado a fin de verificar si contienen aceite de palma o comprobar una vez m¨¢s cu¨¢ntas palabras pueden enmascarar el concepto ¡°az¨²car¡± no exige ya solamente haber cogido las gafas al salir de casa, sino llevar en el bolsillo una lupa o, para casos m¨¢s acentuados, un buen microscopio. A ser posible, un microscopio nuclear.

La obligaci¨®n de que los productos alimenticios incorporen informaci¨®n sobre las materias con que fueron fabricados ha ido ejerciendo una formidable reducci¨®n de los textos correspondientes, muchos de los cuales evitan superar el m¨ªnimo legal europeo de 1,2 mil¨ªmetros (cuerpo 4), ya de entrada poco exigente.

As¨ª, cuando nos venden una reducci¨®n del vinagre de Pedro Xim¨¦nez puede que est¨¦n refiri¨¦ndose m¨¢s bien a lo que han hecho con el tama?o de las explicaciones que vienen en el envase.

Hoy en d¨ªa, leer la letra peque?a se parece mucho a leer la letra ilegible.

Por eso conviene recordar que la locuci¨®n ¡°letra peque?a¡± no refleja el grado de mayor reducci¨®n, pues por debajo de ese adjetivo disponemos de otros que sugieren mejor lo diminuto, casi siempre con notable presencia del fonema i (siguiendo el gusto de nuestro genio del idioma cuando quiere resaltar lo peque?o). Quien se proponga luchar contra estos abusos tiene a mano locuciones como ¡°letra chiquit¨ªsima¡±, ¡°letra ¨ªnfima¡±, ¡°letra m¨ªnima¡±, ¡°letra milim¨¦trica", ¡°letra microsc¨®pica¡± o ¡°letra diminuta¡±, sin olvidar la opci¨®n ¡°letra rid¨ªcula¡±.

Con tanta profusi¨®n alimentaria de palmistes, palmitatos, palmatos o palm¨ªticos, uno ha de elegir entre dejarse el colesterol o dejarse los ojos.