Turismo sin malestar
La presi¨®n tur¨ªstica se corregir¨¢ con regulaci¨®n urbana y tasas moderadas
Los ingresos tur¨ªsticos est¨¢n sosteniendo con firmeza la fase actual de crecimiento econ¨®mico. El mercado tur¨ªstico est¨¢ creciendo a m¨¢s del 4% anual, muy por encima del PIB (3%) y las proyecciones para este a?o indican que se superar¨¢ el r¨¦cord de visitantes (75,3 millones). Hoy, la aportaci¨®n del turismo al PIB es superior al 11%. Son razones m¨¢s que suficientes para valorar el turismo como un factor de creaci¨®n de riqueza que debe ser cuidado y respetado. Pero en este horizonte de progresi¨®n sostenida empiezan a aparecer problemas de masificaci¨®n, concentraci¨®n y de preocupaci¨®n social que deben ser corregidos antes de que la incomodidad se convierta en rechazo.
El turismo tiene efectos secundarios econ¨®micos y sociales. Presiona sobre las infraestructuras, mercados y servicios en zonas muy localizadas, tanto dentro de las ciudades como en las zonas costeras del Mediterr¨¢neo. Algunos precios al por menor o los alquileres suben de forma desaforada, pero otros, como el valor de la vivenda, caen en picado; aumentan los puntos negros del transporte; aparecen conflictos entre los comerciantes y hosteleros con los Ayuntamientos en torno a la regulaci¨®n de los espacios p¨²blicos; se aprecian deficiencias en la seguridad; el llamado turismo de borrachera indigna a las comunidades de vecinos y aumenta la suciedad en las calles. Estas son algunas de las razones por las cuales el turismo se ha convertido en uno de los principales problemas de los barceloneses.
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No se trata de culpar al turismo, sino de que la acci¨®n p¨²blica corrija los da?os m¨¢s evidentes. La autoridades tur¨ªsticas (nacionales o locales) tienen que elaborar planes concretos para evitar la concentraci¨®n tur¨ªstica en barrios espec¨ªficos o paliar sus efectos m¨¢s negativos. Por desgracia, los intentos de ofrecer un turismo distinto del sol y playa no han dado los frutos esperados o lo hacen muy lentamente mientras que contin¨²an los operadores que promocionan un turismo barato, basado en el alcohol y el sexo y concentrado en espacios reducidos, de bajo valor a?adido que genera esc¨¢ndalo y deterioro econ¨®mico.
Durante decenios se ha supuesto que la modernizaci¨®n y ampliaci¨®n de las plazas hoteleras era suficiente para acomodar un creciente n¨²mero de visitas. No es as¨ª. Los Ayuntamientos de las zonas que han apostado por el negocio tur¨ªstico tienen que mantener ahora las inversiones privadas; pero al mismo tiempo est¨¢n obligados a racionalizar la gesti¨®n de un n¨²mero creciente de visitantes. Es imperativo complementar la descongesti¨®n de las zonas m¨¢s abigarradas con inversiones p¨²blicas en infraestructuras y servicios; mantener calles y plazas en condiciones de uso para todos los ciudadanos; evitar la acumulaci¨®n de bicicletas y otros veh¨ªculos en las aceras y evitar, mediante normas claras, el abuso de los mercados irregulares de vivienda.
Los medios para revertir el malestar incipiente que provoca el turismo son conocidos: racionalizaci¨®n inmobiliaria y urban¨ªstica y aplicaci¨®n de tasas espec¨ªficas para disuadir el turismo de avalancha y financiar el deterioro de los servicios p¨²blicos. Pero estas decisiones deben tomarse de forma coordinada entre las Administraciones y con el m¨¢ximo di¨¢logo entre agentes econ¨®micos y ciudadanos.
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