Al Moreno
NO S? por d¨®nde andar¨¢s, aunque no te puedo imaginar lejos del mar. El ¨²nico lugar en el que soy capaz de imaginarte es en tu silla de mimbre frente a tu casita blanca de persianas azules. Como entonces, arreglas los desperfectos causados en las redes. Est¨¢s casi todo el tiempo en silencio; de vez en cuando silbas o canturreas una canci¨®n. S¨®lo interrumpes tu labor para beber el agua fresca del botijo, que a veces compartes conmigo. Vistes pantalones negros y una camisa blanca, limp¨ªsima, que realza tu tez bronceada. Cubres tu cabeza con una gorra marinera, que parece hacer juego con tu perfil duro, presidido por una gran nariz aguile?a. Yo, a tu lado, estoy sentado en un taburete bajo. Tambi¨¦n guardo silencio o, m¨¢s bien, te contemplo con respeto. El respeto que tienen los ni?os de ciudad hacia los pescadores. Y t¨², Moreno, eres el rey de los pescadores.
Era agradable nadar mar adentro, hacia aquel para¨ªso en el que cualquier ?fantas¨ªa era posible. Y sin embargo all¨ª, en medio de la delicia, acechaban los remolinos.
Es un d¨ªa cualquiera de julio o quiz¨¢ de agosto. A media tarde, con el sol declinante pero fuerte. No sabr¨ªa decir exactamente a qu¨¦ verano corresponde esa tarde. Yo debo de tener seis o siete a?os y estoy preocupado por los peligros del mar. De hecho hace poco que logro escabullirme de la mirada vigilante de mi abuela para adentrarme en el agua hasta perder pie. Ya s¨¦ nadar bastante bien, o eso creo. Me encanta la sensaci¨®n de ir mar adentro, m¨¢s all¨¢ de donde se hallan los ba?istas conversando unos con otros o tomando el sol en colchones de pl¨¢stico. Es agradable girarse y ver la orilla cada vez m¨¢s lejos. Me siento ya casi un hombre aunque no s¨¦ muy bien qu¨¦ significa eso.
Pero han surgido rumores. El otro d¨ªa un ni?o me habl¨® de un amigo suyo que se hab¨ªa ahogado. En ?realidad no era un amigo suyo, sino el amigo de un amigo. Lejana todav¨ªa, la sombra crec¨ªa. Surgi¨® la ?palabra maldita: el remolino. Era agradable nadar mar adentro, hacia aquel para¨ªso en el que cualquier ?fantas¨ªa era posible. Y sin embargo all¨ª, en medio de la delicia, acechaban los remolinos. Lo peor del caso es que no pod¨ªas prevenirlos, se presentaban cuando quer¨ªan, al azar. Acostumbrado como estaba a la rutina de la existencia infantil, el azar irrump¨ªa como un animal pavoroso.
Levantas el botijo para beber, Moreno, y luego me lo acercas para que yo haga lo mismo. Bebo como puedo, disimulando que el botijo pesa demasiado. El ¨¦xito en mi disimulo me anima. Voy a preguntarte a ti, que sabes tanto, sobre los remolinos. Hablas despacio, y de s¨²bito ¡ªlo he sabido despu¨¦s¡ª en tu voz grave surge la revelaci¨®n: los peque?os remolinos puedes cruzarlos nadando con vigor, pero si alguna vez te encuentras con un gran remolino, no luches contra ¨¦l, d¨¦jate llevar, d¨¦jate arrastrar hasta el fondo y su propio v¨¦rtice te vomitar¨¢ hacia la superficie. As¨ª te salvar¨¢s.
As¨ª te salvar¨¢s. Esto lo recuerdo con exactitud. Lo otro, tal vez tus palabras aproximadas, es como ahora lo describe mi memoria. Volviste a tu silencio. No s¨¦ si entonces comprend¨ª todo el significado de lo que hab¨ªas dicho. Luego s¨ª lo he comprendido. Te aseguro que no he recibido un consejo mejor a lo largo de mi vida. Ahora probablemente ya tengo la edad que t¨² ten¨ªas entonces. Y te veo aqu¨ª, a mi lado, canturreando una canci¨®n, o silbando, o en silencio. En uno de esos prolongados silencios en los que habita la sabidur¨ªa.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.